El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió el viernes en una sesión a puerta cerrada para deliberar sobre Siria. Rusia solicitó de esta sesión de emergencia que se exigiera a Turquía la detención de sus ataques contra las autodenominadas “Fuerzas Sirias Democráticas” en el norte de Siria. Rusia también llamó a Turquía a abandonar sus preparativos para una operación terrestre en su vecina meridional.
Cabe señalar que la mayor parte de las Fuerzas Sirias Democráticas pertenecen a las YPG (Fuerzas de Protección Populares), que son la rama siria del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Este último forma parte del listado de organizaciones terroristas de Turquía y de la OTAN.
La sesión del viernes del Consejo de Seguridad debería ser contemplada como un precedente, puesto que se debatieron los planes de una prevista operación militar. Conviene apuntar que la sesión fue mantenida a petición de Rusia, a quien muchos países consideran una fuerza ocupante de Siria. El gobierno de Moscú debe tener la certeza de que una operación terrestre turca en Siria es tan sólo cuestión de tiempo. Rusia claramente desea prevenir semejante movimiento a través de una resolución de la ONU que limite a Turquía, complicando aún más su ya de por sí complicada posición.
Según algunos diplomáticos, Francia y otros cuatro países (EE.UU., Gran Bretaña, Nueva Zelanda y España) rechazaron el borrador de la resolución presentado por Rusia. Teniendo tres de estos países derecho a veto (Francia, EE.UU. y Gran Bretaña), no hay esperanzas de que el borrador de la resolución resulte adoptado. Además, el embajador francés ante la ONU, Francois Delattre, acusó a Rusia de provocar una escalada en Siria a través de su apoyo al régimen de Assad en su campaña militar para retomar el control de Alepo.
La resolución rusa para refrenar a Turquía se basaba en las vacilaciones de Washington desde el inicio de la revolución siria. También contaba con las recientes declaraciones contradictorias de EE.UU. con respecto a su postura frente a las YPG. Algo que ha intensificado las tensiones con Turquía, empujando a Ankara a aludir a un cierre de la base aérea de Incirlik -empleada por la OTAN- de cara a los americanos.
El hecho de que Moscú recurriera al Consejo de Seguridad apunta a la incapacidad de Rusia para detener una potencial acción militar de Turquía en territorio sirio. Rusia ni quiere ni está preparada para implicarse en ningún conflicto armado directo. Esto es así no sólo porque Turquía es un miembro de la OTAN, sino también porque significaría que las tropas rusas se enfrentarían con un ejército y una fuerza aérea capaces de tomar represalias; sabe que Turquía respondería ante cualquier amenaza militar. Es una situación opuesta a aquella a la que se enfrenta Rusia en estos momentos tanto en Siria como en Ucrania, que ha sido etiquetada por algunos de “juego de guerra”.
Si tomamos en cuenta el veto contra la solicitud rusa de una resolución para detener a Turquía, entonces el resultado ha sido contraproducente, ya que de forma implícita Ankara ha recibido luz verde y más tiempo para proseguir protegiendo sus fronteras y su seguridad nacional tanto dentro como más allá de su territorio.
Entretanto, el grupo de los Halcones de la Libertad del Kurdistán envió una advertencia a Ankara el miércoles, con un coche bomba que explotó en el centro de la capital turca matando a 28 personas. Un manifiesto publicado por el grupo en su página web el 17 de Febrero anunciaba que uno de sus combatientes había llevado a cabo un ataque suicida contra soldados turcos en Ankara. El mismo grupo también reivindicó un ataque con mortero contra el aeropuerto Atatürk de Estambul el pasado diciembre. En respuesta al coche bomba de Ankara, Turquía intensificó los bombardeos en varias zonas de Alepo bajo el control de las milicias kurdas sirias.
La extensión siria del PKK, el Partido de la Unión Democrática kurdo (PYD), junto con el YPG, la más prominente de las milicias y fuerzas kurdas en Siria -considerados ambos como organizaciones terroristas por Ankara- controlan tres cuartas partes de la frontera siria con Turquía. Además continúan provocando a Turquía al avanzar en zonas en las que el régimen sirio había prometido previamente que impediría cualquier actividad armada kurda, e impediría que el ejército turco cruzase la frontera a la caza de los kurdos, como ha ocurrido en el pasado. Esta escalada se está llevando a cabo de forma implícita, puesto que ambos grupos kurdos en la actualidad cuentan con el apoyo de EE.UU. y de Rusia debido a su supuesta confrontación con Daesh.
En una acción vista como provocativa por los diversos observadores -no sólo para Ankara, sino también para los sirios árabes que constituyen la mayoría de la población-, la milicia YPG ha cambiado nombres de lugares del árabe al kurdo en las zonas que controla en Siria. Por ejemplo, ahora llaman al aeropuerto militar de Menagh “Serok Apo”, que significa “padre comandante”, en referencia a Abdullah Ocalan, el fundador del PKK. A la ciudad de Tel Rifaat ahora la llaman “Arpad”, y han cambiado los nombres de otros 20 lugares.
El mundo sabe que Turquía ha estado en una situación especial a lo largo de la revolución siria, debido a su falta de disposición a atacar países vecinos provocando represalias. Turquía no quiere arriesgarse con ninguna acción más allá de sus fronteras en un momento en el que el estado ya está implicado en una lucha doméstica contra lo que llama “organización terrorista” del PKK.
A la luz de estos acontecimientos, la posibilidad de crear una zona de seguridad se está discutiendo una vez más, después de que el Ministerio de Exteriores francés emitiera ayer un comunicado anunciando que discutiría con Alemania la propuesta turca para establecer una zona de exclusión aérea en el norte de Siria. El comunicado también confirmaba que el ministro de exteriores francés Jean-Marc Ayrault se encontrará pronto con su homólogo alemán para debatir la cuestión. La canciller alemana Angela Merkel repitió el miércoles pasado que su país respalda el establecimiento de una zona de exclusión aérea en Siria, apuntando que esta zona evitaría la muerte y el desplazamiento forzoso de más civiles de Alepo, en el norte de Siria.
La petición de Ankara de una zona de seguridad, a inicios de la revolución siria, no fue solamente una iniciativa de Ankara, sino que también la reclamaron los rebeldes sirios con el “Viernes de la Zona de Exclusión Aérea” en Noviembre de 2011 y con el “Viernes de la Zona Neutral” en Enero de 2012. La cuestión de la zona de seguridad se ha convertido en un tema regional en el sur de Turquía y en el norte de Jordania, después de que cientos de miles de refugiados sirios cruzaran las fronteras de estos dos países vecinos huyendo de los bombardeos de Assad.
En 2014, Ankara incluyó la zona de seguridad como una de sus condiciones para participar en la guerra contra Daesh, con el objetivo de suministrar una zona de seguridad a los refugiados sirios que huyen de las bombas de barril de Assad, hasta que sean capaces de regresar a sus hogares. Esto reduciría el número de refugiados adicionales que llegan a Turquía, y aliviaría la carga de los países vecinos que ya no son capaces de absorber a los cientos de miles de personas que huyen del conflicto.
Sin embargo, Rusia está en contra del establecimiento de una zona de seguridad, a partir de su intervención militar directa en Siria, y está aplicándose para que el proyecto sea inviable sobre el terreno. Está haciéndolo a través de la imposición de un nuevo hecho consumado sobre el terreno, a través de sus bombardeos arbitrarios e indiscriminados, su adopción de una política de tierra quemada y el desplazamiento del mayor número posible de gente en un evidente intento de cambiar la demografía. Moscú ahora ha recurrido a apoyar al YPG -la extensión siria del PKK- para debilitar el papel de Turquía en Siria y crear agitación dentro de Turquía como venganza.