La diatriba anual israelí acerca de los libros de textos palestinos se ha materializado una vez más. Esta vez ha sido Gal Berger, corresponsal de Asuntos Palestinos en Radio Israel, quien se quejó de que la ausencia de Israel en materia de educación relativa a historia, geografía y estudios islámicos señalaba una eliminación sistemática de de la existencia de Israel.
Según Berger, los libros de texto promulgados por las autoridades palestinas no defienden un paradigma de dos Estados y fracasa al no incluir el Holocausto como uno de los temas a estudiar en la asignatura de historia. Ciudades como Jaffa son representadas como palestinas, y el mapa solo representa el territorio total de Palestina, obviando la existencia de Israel. Estos hechos fueron citados como una forma de echar más leña al fuego en la supuesta incitación contra Israel. Se trata de una afirmación rechazada por el Ministro de Asuntos con Presos palestino, Ashraf Al Ajami, que insistió en que las autoridades europeas están envueltas en el proceso de educación y que “buscan cualquier indicio de incitación al odio” entre el material de los estudiantes.
En el Times of Israel, Al Ajami además dijo: “si preguntas a cualquier niño de la rivera oeste qué es Palestina, te dirá que la rivera oeste y la zona de Gaza.” Viniendo de un ex-ministro, esta retórica enciende un nivel alto de debate. Los funcionarios de la zona Palestina casi nunca se han desviado de la retórica oficial incluso a título personal. Un buen ejemplo sería Saeb Erekat y sus intempestivas declaraciones, que se invirtieron inmediatamente después por explícitos discursos afirmando el reconocimiento de Israel. Parece que las autoridades palestinas se hayan desprendido de la realidad y hayan creado ilusiones sobre las que hacer prosperar su endeble existencia. Uno debe preguntarse cómo, después de años de lucha anti-colonial frustrada por la colaboración, los palestinos están de repente descendiendo al olvido. O si hay algún otro fenómeno imaginario que explique la Intifada de Jerusalén, protagonizada por la generación post-Acuerdos de Oslo, que además está sufriendo las trampas de la disociación histórica, pero que representa claramente un crudo retorno a la lucha palestina por la historia y la memoria.
Mientras que las palabras de Al Ajami son una clara afirmación del sometimiento con las fuerzas coloniales, las quejas israelíes acerca de los libros de texto palestinos y sobre qué debe ser enseñado son repulsivas. Hablando con un antropólogo de Chile hace algunos años acerca de los indígenas mapuches, me dijo: “Estudiamos nuestra propia historia antes que las de otros”. Este tipo de actitud revela por qué la lucha por la memoria en Chile puede sentirse en todo el espectro social. Además explica por qué, a pesar de la violencia colonial y neoliberal, los mapuches están organizados en su lucha y sus reclamos de terrenos, a pesar de que Augusto Pinochet negase su existencia en 1979, aplicándose además las leyes anti-terroristas contra la resistencia mapuche por los siguientes gobiernos chilenos.
El colonialismo busca determinar la trayectoria de la educación; sin embargo, el conocimiento y la conciencia son mucho más complejos que cualquier sistematiación o manipulación institucional. El pueblo palestino tiene el derecho de determinar su propia trayectoria y no están bajo ninguna obligación de riorizar ningún fragmento delo que los israelíes denominan como su propia historia en detrimento de la lucha palestina. El derecho de repudiar cualquier imposición o reconocimiento de las narrativas de Israel es parte de la lucha anti-colonial que necesita conciencia, no aceptación.
Si los libros de texto palestinos muestran solo su territorio, es una afirmación que no debería ser manipulada. Tal obsesión con la representación del nombre de Israel es un reflejo de la frágil existencia impulsada solo por la superioridad militar y la complicidad internacional, en lugar de apoyarse en las bases estructurales que definen cualquier nación. La presencia de Israel como una entidad colonial no es equivalente a la legitimidad, de ahí la preocupación por le representación del territorio como Israel. Si hay algo que se pueda añadir, valdría la pena explorar las posibilidades lingüísticas y políticas que permitan una expresión universal y consistente, para ayudar al pueblo palestino en su recuperación del territorio a través del lenguaje y la memoria. Tal expresión debería centrarse en aislar el concepto de la existencia de Israel de las franjas de tierra que ha usurpado, definiendo así la lucha y la realidad de la liberación palestina desde una perspectiva internacionalista.