La cuestión palestina permanece en la actualidad paralizada debido a una serie de motivos internacionales, regionales, locales y personales, la suma de los cuales la ha empujado hacia un statu quo negativo. Ya no son acontecimientos importantes, tales como la Intifada de Jerusalén, los que la mueven o la activan, ni posee ya figuras históricas, como Yasser Arafat, que puedan romper moldes de forma dramática, para bien o para mal.
EE.UU. ha congelado básicamente el proceso de paz dirigido por el secretario de estado John Kerry, quien recorriera la región buscando un acuerdo aceptable. Kerry ha declarado su incapacidad de lograrlo, en vista de la terquedad y la inflexibilidad del primer ministro israelí Benyamín Netanyahu. El abandono del proceso de paz por parte de América se ha visto intensificado por la campaña previa a las elecciones presidenciales, que no tolera ninguna clase de distracciones ni contratiempos políticos. También da la impresión de que Rusia está desafiando a una administración Obama que no se atreve a involucrarse en el campo de batalla. Este hecho ha alentado a los rusos a entrar en Siria, uniéndose por primera vez de forma directa a la acción geopolítica en la región. También han surgido otras fuerzas internacionales, con diferentes perspectivas e influencias. EE.UU. ya no es como tal el único actor internacional relevante en cuestiones de la región.
La situación en Palestina se ha visto influenciada por acontecimientos que están redibujando el mapa de Oriente Medio. Con una solución para el conflicto sirio aparentemente en el horizonte, todo el mundo quiere su parte del botín, en tanto que esperan a que el polvo se asiente y las cosas estén más claras. El aspecto más peligroso para los palestinos es la presión por parte del gobierno egipcio y de sus aliados. El Cairo, por ejemplo, está tratando de influir en las conversaciones entre Turquía e Israel, instando a este último a que no acepte levantar el cerco a la Franja de Gaza. Se trata de una cuestión crucial para el gobierno egipcio, que no quiere que Gaza –a la que ve como un bastión de los Hermanos Musulmanes en su propio patio trasero- quede abierta para nadie o resulte cómoda para vivir. Los cierres y restricciones del paso fronterizo de Rafah, controlado por Egipto, son peores que los del paso de Erez, con Israel.
A nivel local, las causas de la parálisis se manifiestan en el fracaso del proceso de paz y de la coordinación en materia de seguridad con las autoridades ocupantes, que constituye una piedra en el zapato para el pueblo palestino en particular desde el inicio de la intifada en octubre. Los funcionarios de la Autoridad Palestina y sus fuerzas de seguridad ponen mucho énfasis en esta coordinación; el jefe de los servicios de información Teniente General Majed Faraj aseguró recientemente haber abortado 200 ataques contra Israel. A esto se añade el fracaso de las negociaciones para la reconciliación con Hamás, activadas hace un mes en base a una propuesta para formar un gobierno de unidad nacional y resolver la cuestión de los funcionarios de la AP en Gaza. Este círculo vicioso local es mantenido por el actual periodo de espera a que el presidente palestino Mahmoud Abbas dimita y dé inicio a una fase post-Abbas. Esto se ha convertido en una obsesión, que está desconcentrando a las instituciones de la AP, a la OLP y a Fatah, y que se ve influenciada por acontecimientos regionales e internacionales.
La causa palestina permanece en stand-by a la espera de que la acción resuelva las crisis regionales. Aunque una nueva guerra israelí contra Gaza podría agitar las cosas, ambas partes están mostrando poco interés verdadero en que esto se vuelva una realidad.
La fase actual requiere un rechazo de este punto muerto y que las principales fuerzas tomen la iniciativa en la cuestión palestina. Es necesario que Fatah se reunifique y emprenda un rumbo firme, alejada del faccionalismo interno que se centra en la sucesión de Abbas, ya que cualquier debilidad o fortaleza mostradas por Fatah tienen un impacto directo en la causa palestina.
Además, la unidad debe conducir a una reconciliación nacional seria y estratégica, que no esté conectada a ningún acontecimiento regional o internacional, y que se eleve por encima de los conflictos internos y los equilibrios de poder. Para lograr esto, las diferentes facciones palestinas deben participar en el proceso de reconciliación. Al contrario que el tango, que sólo precisa de dos para ser bailado, este proceso debe ser similar al dabke palestino, en el que cada participante se mueve como parte de una línea unificada, hombro con hombro por el bien general de todos los implicados.
Traducido de Al-Araby Al-Jadeed.