El mapa de Oriente Medio se ha modificado de forma constante desde la Antigüedad, con los consiguientes desplazamientos masivos de gente y un enorme sufrimiento humano. En particular, la región ha experimentado una serie de renovaciones políticas desde la época de las Cruzadas hasta el día de hoy.
El fin de la Primera Guerra Mundial el 11 de Noviembre de 1918 acrecentó los retos geopolíticos en la región. El dominio otomano de la mayor parte de Oriente Medio quedó hecho jirones tras el colapso del Imperio en 1920. Su derrota culminó con la implementación de un acuerdo firmado por Inglaterra y Francia durante la guerra, con el respaldo de la Rusia zarista. Conocido como el acuerdo Sykes-Picot de 1916, fue bautizado en honor de los autores del trato, Mark Sykes y François Georges Picot, y establecía cómo habría de quedar demarcado Oriente medio en caso de que la Triple Entente (Rusia, Francia e Inglaterra) derrotaran al Imperio Otomano en la guerra. La zona bajo control otomano incluía Siria, Palestina e Irak. Inglaterra obtuvo el control de las zonas comprendidas grosso modo en la franja costera entre el Mediterráneo y el río Jordán, la moderna Jordania, el sur de Irak (Mesopotamia) y Haifa y Acre en Palestina. A Francia se le concedió el control de lo que ahora es el sureste turco, el norte de Irak, Siria y Líbano. A continuación, fueron creados países independientes con nuevas fronteras, banderas e himnos nacionales, ejército y constitución; Sykes-Picot marcó de forma efectiva el nacimiento de los estados-nación en Oriente Medio. Las nuevas fronteras dividieron a los pueblos de la región; desde entonces, muchos de ellos ni se han integrado ni han aceptado las nuevas identidades dictadas por las potencias occidentales. Como fruto de ello, hay gente en Oriente Medio –especialmente en Siria, Palestina, Jordania y Líbano- que aún se refiere de forma colectiva a todos estos países como As-Sham, y muchos esperan que las fronteras puedan ser redibujadas para ser de nuevo un solo estado.
El fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 condujo a otra catástrofe humanitaria en la región con la creación del estado de Israel en 1948 y una crisis de refugiados que existe hasta el día de hoy. Además, la ocupación de territorios árabes por parte de Israel cambió las realidades geográficas de la región. La mayor parte de los palestinos sufrió desplazamientos internos y otros terminaron como refugiados en los países vecinos, en condiciones difíciles. De forma significativa, la presencia de refugiados palestinos en estos países también ha creado dificultades sociales y culturales para la población local, atizando la enemistad debido a la competencia por los recursos gubernamentales. Su presencia continúa suponiendo una carga para la renqueante economía de los países que los hospedan. El sufrimiento humano fue intensificado por el éxodo forzado de más de 200.000 palestinos de Kuwait en 1991, después de que el entonces líder de la Organización por la Liberación de Palestina Yasser Arafat apoyara públicamente a Saddam Hussein durante la primera Guerra del Golfo.
El nuevo Irak y el futuro de las minorías
La invasión de Irak por EE.UU y sus aliados en 2003 condujo a una parálisis sociopolítica y económica del país. Se establecieron sanciones contra Saddam Hussein y su gobierno, y se bloqueó la venta de del petróleo iraquí en mercados internacionales. Con esto comenzaron para Irak las calamidades, y desde entonces lucha por alcanzar la estabilidad en tanto que se intensifica la violencia sectaria. En añadidura, la captura y subsiguiente ejecución de Saddam y el colapso del gobierno del partido Baath acrecentó los retos sociopolíticos y económicos. Muchos musulmanes suníes –un grupo mayoritario en el Islam a nivel global, pero minoría en Irak- se sintieron excluidos del nuevo gobierno. Su resentimiento y exclusión resultaron en la proliferación de grupos insurgentes que tratan de derrotar y reemplazar el domino chií de Irak. La elección del primer ministro Nuri Al-Maliki en 2010 exacerbó el caos político. Purgó los cargos relevantes del gobierno de musulmanes suníes y favoreció, según se consideró, a los musulmanes chiíes, sobre todo en lo referido al suministro de servicios públicos. En su artículo “Cómo el Isis se extendió por Oriente Medio” (publicado en The Atlantic), David Ignatius argumenta que los políticos iraquíes concluyeron (probablemente de forma correcta) que la administración Obama había decidido abandonar el país a sus propias intrigas. En efecto, el resurgimiento de Al-Maliki llevó a un aumento de la insurgencia en Irak y a la aparición de Daesh.
Las aspiraciones secesionistas kurdas también crecieron durante el mandato de Al-Maliki. Según Aziz Ahmad, de Newsweek, la emergencia de la soberanía kurda fue reforzada en Octubre de 2014, cuando 156 combatientes de los Peshmerga kurdos cruzaron desde Turquía a la localidad de Kobane, en el norte de Siria, para repeler una ofensiva de Daesh. Mientras los líderes turcos celebraban su propio Día de la República, los kurdos se congregaban para saludar al paso de los Peshmerga en escenas que revigorizaron el nacionalismo kurdo. Las victorias militares de los combatientes Peshmerga le dieron ímpetu y alentaron las aspiraciones de un Kurdistán independiente en el norte de Irak, con Erbil como capital.
El Kurdistán iraquí es cultural y religiosamente excluyente, y aún carece de los rasgos comunes de un estado-nación tradicional. Además, está demostrando una creciente hostilidad contra otras agrupaciones religiosas en Irak, en particular contra los musulmanes suníes. Irak se ha desintegrado básicamente en tres entidades: Irak Chií, Irak Suní e Irak kurdo. Es imposible contemplar una unificación de Irak dada la arraigada animosidad existente entre estos grupos. Por consiguiente, sigue existiendo un serio desafío dada la nueva realidad de desplazamientos y reasentamientos debida a la desintegración del estado y a la creación de enclaves religiosos y culturales excluyentes.
Al Raqqa y el Kurdistán – las nuevas realidades en Siria
AlRaqqa en Siria fue una de las primeras ciudades que el gobierno sirio perdió ante Daesh, y el grupo la declaró su capital. Otrora una ciudad multicultural, en rápida expansión, Al Raqqa ahora cuenta con una abrumadora mayoría de musulmanes suníes. Las minorías no suníes que aún viven en la ciudad están forzadas a pagar la yizia (impuesto de protección) a la administración de Daesh. Son cientos los que han huido de Al Raqqa a otros lugares de Siria o a través de la frontera con Turquía buscando refugio ante Daesh.
Otras ciudades como Alepo, Homs o Hama han visto sus infraestructuras destruidas por el ejército sirio y las fuerzas aéreas rusas, lo que ha conducido a un desplazamiento masivo de musulmanes suníes. La destrucción y las masacres en estas ciudades han creado un profundo cisma entre los alauíes chiíes en el gobierno y los musulmanes suníes de Siria; el presidente Bashar Al-Assad es alauí. Existen otras minorías que se han enfrentado a desplazamientos en Siria debido a su afiliación cultural y religiosa, como los yazidíes y los cristianos. La mayoría de estas minorías ahora están repartidas por Siria y Turquía.
La nueva difusión y reconfiguración geográfica está creando nuevas fronteras dentro de Siria. En Octubre de 2014, las fuerzas Peshmerga del Kurdistán iraquí cruzaron la frontera turca para ayudar a defender la localidad siria de Kobani contra Daesh. Desde entonces se han producido intercambios de información y de entrenamiento militar entre los Peshmerga, de abundantes recursos, y los kurdos de Siria, en particular las Unidades de Protección Populares (YPG). Las YPG han estado combatiendo contra Daesh y contra el ejército sirio, y han declarado recientemente que pretenden crear un estado federal kurdo en Siria. Mantienen vínculos con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que prosigue con su guerra de guerrillas por la autodeterminación contra el gobierno turco. Recientemente, se han producido varios ataques desde el otro lado de la frontera por parte de los kurdos de Siria, y Turquía ha respondido bombardeando ciertos bastiones kurdos en Siria.
Una vez más, en el caso de Siria, lo que supone una fuente de preocupación es la amenaza que los nuevos estados federales, cultural y religiosamente exclusivos, pueden suponer para el resto de minorías dentro del país. En segundo lugar, los enclaves excluyentes cultural y religiosamente tanto en Siria como en Irak pueden además obstaculizar el desarrollo económico y sociopolítico en las principales zonas urbanas, que necesitan del multiculturalismo para prosperar.
Conclusión
La nueva demografía en Irak y en Siria ha conducido al delineado de nuevas fronteras en la región. Éstas no adoptan necesariamente la forma de las que se encuentran en el estado-nación típico; a pesar de ello, sirven para dividir culturas y grupos religiosos. Esta realidad va a intensificar la militarización de la región en tanto que los pueblos tratarán de proteger sus fronteras y sus recién alcanzadas libertades. También conducirá al desplazamiento de más gente y a prolongar las guerras actuales, multiplicando las perspectivas de que surjan futuras guerras en el proceso. El papel y la importancia de las organizaciones humanitarias se verán así aumentados.
Puesto que los recursos naturales no están distribuidos de forma equilibrada por la región, determinadas áreas poseen más que otras. Es probable que esto aumente la posibilidad de conflicto.
Siria, como Irak, se verá dividida entre varios territorios; a saber musulmanes suníes, kurdos y alauíes, e incluso los drusos. El estado iraquí fue desmantelado hace tiempo; ha habido estados dentro del estado operando desde el fin del gobierno de Saddam. El país está firmemente bajo el dominio de los musulmanes chiíes, con los suníes –tanto moderados como radicales- siendo mayoría en ciertas áreas, en Mosul por ejemplo. La perspectiva de la paz parece, por lo tanto, remota.
El surgimiento de las fuerzas YPG y Peshmerga en Siria y en Irak no va a conducir a una solución política duradera en estos países. Más importante aún, el peligro es que la realización política de estos estados aliente los movimientos separatistas en todo Oriente Medio, lo que fácilmente podría desencadenar más guerras en la región. Esto no sólo supondría una enorme carga para las organizaciones humanitarias que operan en la zona, sino que también incrementará la necesidad de su presencia en los años venideros.