En Túnez no se habla de otra cosa que de terrorismo y de corrupción. No obstante, nos encontramos con que es muy poco frecuente que alguien sea acusado de corrupción. Basta con escuchar al presidente de la Instancia Nacional por la Lucha Contra la Corrupción (INLUCC), el abogado ChawkiTabib, para sentirse a la vez atónito y horrorizado. Este hombre ha dicho, sin reservas: “La corrupción es ahora mismo una epidemia, y puede ser contenida empleando algunos mecanismos preventivos. Si no existe una estrategia nacional para combatirla, y si los organismos de vigilancia y el poder judicial de Túnez carecen de poder para hacerlo, nos convertiremos en un estado controlado por la mafia como Colombia, donde hay escuadrones de la muerte, terrorismo y grupos que siguen y liquidan a las personas no por motivos políticos, sino por intereses económicos y de influencias.”
Esta peligrosa declaración fue realizada pocos días atrás por un funcionario que supervisa un organismo constitucional, no una simple ONG, y viene a confirmar que Túnez no se encuentra en buena situación, a pesar de los importantes pasos que ha tomado en el campo de las libertades y de la transición democrática. El cuerpo de Túnez sufre una serie de enfermedades que lo han vuelto débil, vacilante y enfermo. La cuestión más peligrosa revelada por el funcionario es su convicción de que el 90% “del estado está implicado en el 90% de los casos de corrupción”. Esto quiere decir que en lugar de que el estado se haya librado de la mafia que estaba utilizando instituciones estatales para obtener ganancias ilegales antes de la revolución, se ha vuelto más tendente a la corrupción por parte de las nuevas redes que han logrado penetrar en la administración, expandiendo más corrupción en su interior, a pesar de haber elevado el techo de las libertades. Con sus declaraciones, Tabib confirma lo que muchas organizaciones de la sociedad civil han mencionado en informes que se retrotraen a 2014, relativos al hecho de que la mayor parte de infracciones denunciadas al INLUCC proceden en un 83% del sector público, especialmente de contratos públicos y de los sectores del transporte y de la energía. Los informes también señalan que los jóvenes son la clase social menos implicada en la corrupción. El presidente de la INLUCC ha pedido protección para quienes destapen estos escándalos, y que se garanticen sus derechos.
Teniendo en cuenta la gravedad de este brote de corrupción, se están haciendo esfuerzos para resistir a esta peligrosa enfermedad, sobre todo por parte de la sociedad civil. No obstante, parece que se está expandiendo con rapidez, lo que hace que la opinión pública sienta una “incapacidad” general de resistirse y de reducir la corrupción. Esto lo sugiere el hecho de que Transparencia Internacional recientemente ha disminuido el ránking de Túnez en el índice de corrupción del sector público, cayendo del puesto número 75 al número 77, según “I Watch”, el programa de Transparencia Internacional de Túnez. Esta caída se debe al “lento ritmo de la legislación asociada a la justicia de transición, a las estrategias de combate de la corrupción y a la falta de claridad en el horizonte político”.
Las redes de corrupción se han multiplicado. Antes, la red de la familia de Trípoli lo dominaba todo; ahora, tras los duros golpes sufridos por el país esto se ha expandido. Otros bandos, que se encontraban atemorizados o mantenían un perfil bajo, han aprovechado la coyuntura para abusar de la debilidad del estado y de la situación de desorden, particularmente a nivel administrativo y aduanero. Después la corrupción se expandió rápidamente hacia la política para encubrir las actividades sospechosas en los sectores de la economía y del comercio. He aquí cómo el estado se encontró acusado de negligencia y de no tomar en serio el combate contra este pulpo en expansión. El antiguo secretario general de Corriente Democrática, Mohamed Abbou, ha resumido esta situación diciendo: “Sin aplicar la ley y sin una voluntad política clara de resistir contra la corrupción, sin establecer unas reglas de buen gobierno y sin crear un buen entorno de trabajo que atraiga a los inversores, no podemos hablar de reformas en Túnez”.
Traducido de Al-Araby Al-Jadeed, 29 de Marzo de 2016.