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Arabia Saudí y Egipto: ¿para qué servirá la visita real?

Pase lo que pase, lo que es seguro es que los intereses estratégicos saudíes necesitan de la cooperación con Egipto y de la salvaguarda de sus intereses y estabilidad.
Foto de archivo del rey de Arabia Saudí, Salmán Bin Abdelaziz, junto al presidente egipcio Abdel Fattah Al Sisi en una visita anterior de éste a Arabia Saudí

Hasta hace poco, los árabes no dejaban de quejarse de las intervenciones de las superpotencias y de sus “conspiraciones”. Sin embargo, ahora es evidente que los estados vecinos intervienen también, y que en este sentido las milicias asimismo compiten con los estados. Algunas de estas milicias se han hecho fuertes dentro de sus propios estados, mientras que otras se han convertido en poderes regionales, atacando países extranjeros. Es por causa de la hegemonía de las milicias que Irak ha perdido la capacidad de construir un ejército nacional.

En Líbano, el estado está prácticamente paralizado. Desde hace más de un año y medio, el país ha sido incapaz de elegir a un presidente, cosa que se debe principalmente a la influencia de las milicias. Incluso Siria, otrora un ejemplo del poder y control sobre el sistema político, se encuentra en semejantes condiciones que su futuro y el futuro de su presidente están bajo el control de la intervención rusa, del papel de EE.UU., de la influencia iraní y de los intereses de las milicias llegadas desde todos los rincones de la región.

Lo sorprendente es que esta peligrosa situación, y lo que supone como amenaza para todos, no ha conseguido hacer que el sistema árabe procure defenderse a sí mismo. Hay consenso en tanto que la esperanza para salvar este sistema en gran medida depende de la cooperación entre Egipto y Arabia Saudí. Se trata de una esperanza que quizá pueda volverse realidad durante la visita del monarca saudí Salman Bin Abdelaziz a Egipto. Lo que mantiene encendida la llama de esta esperanza es el hecho de que Riad y Cairo son los últimos vestigios de los pilares del sistema árabe. Cada uno de los dos necesita desesperadamente al otro, si no quiere enfrentarse solo al colapso.

Recuperar la iniciativa en semejante situación se ha convertido en la única opción que queda para detener el deterioro y para proteger a los estados árabes que aún no se han visto tan comprometidos. No obstante, a pesar de esto, y a pesar de sus intereses comunes y de su necesidad mutua durante esta fase, no existe un pacto egipcio-saudí, y ni siquiera un indicio de que pueda estar en preparación. ¿Por qué? Uno de los motivos guarda relación con la naturaleza del estado árabe y, en consecuencia, con la naturaleza del sistema regional árabe.

Uno de los rasgos más distintivos de este sistema es que durante los últimos 100 años no ha habido perspectivas de una alianza real entre las distintas partes.

El otro motivo tiene que ver con las ínfulas egipcias, que emanan de la historia reciente de Egipto. Habituados a la idea de ser el mayor estado, el más fuerte y el más establecido, están acostumbrados a ser el que tiene más derecho a ser el que dirija al mundo árabe.

El dilema es que la idea de tal liderazgo no es hereditario por naturaleza. Es más bien una cuestión de capacidad y de recursos. Por lo tanto, requiere incurrir en costes que ningún estado árabe por sí solo está en condiciones de soportar en estos momentos. La experiencia y la historia han probado que el sistema árabe, por principio, está en contra de semejante idea y no es capaz de aceptarla. Tomando en cuenta esta realidad, la única opción que queda es cooperar para formar un liderazgo conjunto cuyo principal objetivo sea servir los intereses comunes de los miembros del sistema.

El primer requisito de esta cooperación sería ponerse de acuerdo en una visión común de la realidad árabe. El elemento más importante de esta visión ahora mismo sería rechazar el concepto de milicia y todo lo que representa, como amenaza al concepto de estado árabe y a su identidad, unidad y estabilidad. Esto precede al rechazo al sectarismo en todos sus tipos, como fundación o justificación de la noción de milicia. Lo que ha de ser destacado aquí es que la postura de Egipto con respecto a la naturaleza del papel iraní ha sido una de vacilación, especialmente en Irak y en Siria. Esto constituye una postura verdaderamente confusa, en el sentido de que el actual gobierno egipcio se considera heredero de la experiencia naserista, que se apuntala en la identidad nacionalista del estado árabe.

¿Cómo es posible en este caso justificar las dudas egipcias con respecto al papel de Irán –guiado por una alianza de minorías y por la maquinaria de las milicias y lo que representan como amenaza directa a la identidad nacionalista del estado árabe-? También resulta confuso en tanto que en Egipto la mentalidad sectaria es más bien débil, en comparación, por ejemplo, con Siria o Irak. Por lo tanto, se podría suponer que en este caso Egipto debería mostrar más delicadeza y más rechazo que otros ante cualquier papel sectario en la región y ante la difusión de la idea de la milicia. Semejante confusión se manifestó recientemente en las declaraciones del ministro de Exteriores egipcio quitando hierro a la importancia de que la Hezbolá libanesa hubiera sido designada organización terrorista, en tanto que insistía en calificar así al movimiento palestino de Hamás.

El segundo prerrequisito para restaurar la energía del sistema árabe sería reconocer que el estado árabe, formado tras el final de la Primera Guerra Mundial, se ha quedado flácido y sin combustible, y que en su estado actual se ha convertido en la fuente de los males que afectan a los árabes. Por lo tanto, es necesaria una reforma política, constitucional y económica de este modelo de estado, reestructurándolo de acuerdo con los requisitos de la época actual.

El tercer prerrequisito sería reconocer que, al haber fallado estrepitosamente ya en el pasado la idea de que debería ser un solo estado específico el que dirigiese el sistema árabe, es poco probable que en el futuro resulte exitosa. La era naserista llegó a su fin porque pertenecía a la historia, no al presente ni al futuro, y por ello deberíamos dejarla atrás.

El cuarto prerrequisito sería ponerse de acuerdo en la necesidad de comenzar un diálogo con Irán, en favor de una postura árabe unitaria. Porque Irán es uno de los estados que lindan con las naciones árabes, y tiene todos los derechos que le confiere semejante proximidad. Sin embargo, intervenir en los estados árabes para apoyar a una parte en detrimento de la otra no es uno de estos derechos; tampoco lo es la adopción de las milicias como herramientas para esta intervención, en tanto que ahondan en las divisiones como ha venido ocurriendo en Irak, Siria y en el Líbano. Al mismo tiempo, Irán no tiene el derecho, ni nadie más lo tiene, de utilizar a las milicias como una palanca para afianzar su poder regional. Irán debería tratar con los estados árabes de la forma en que los estados deberían tratar los unos con los otros: tomando en cuenta el estatus de nación y la soberanía del otro, y no a través de los mecanismos del sectarismo y de las milicias. Una vez que se llegue a un acuerdo así con Irán, sería sencillo entablar un diálogo y acordar un modo de salvaguardar los derechos e intereses de todos los implicados.

Entonces, emerge la cuestión de las relaciones de Arabia Saudí con Catar y Turquía. Egipto considera que estas relaciones son un obstáculo para desarrollar vínculos y relaciones de cooperación con Arabia Saudí. Este impedimento tiene su raíz en la cuestión de los Hermanos Musulmanes. Lo extraño de la postura egipcia es que no han sido capaces de superar este asunto cuando han pasado ya casi tres años desde que los Hermanos Musulmanes fueron apartados del poder, y que no toman en cuenta el hecho de que la postura de los saudíes con respecto a la Hermandad pueda ser distinta en algunos aspectos que la de El Cairo.

La cuestión es que el problema de El Cairo es eminentemente interno. Esto es por lo que Arabia Saudí ha estado asumiendo, desde hace un cierto tiempo, un papel de mediador entre Egipto y Turquía, con el objetivo de lograr la reconciliación entre Ankara y El Cairo o de por lo menos moderar la intensidad de las tensiones entre ellos.

El asunto de la reconciliación entre Egipto y Turquía será uno de los temas que el monarca saudí, Salman Bin Abdalaziz, tocará durante su visita a Egipto. ¿Por qué tiene interés en ello Riad? Porque cree que una coordinación por lo menos entre Riad, El Cairo y Ankara es fundamental para restaurar el equilibrio en la región, en vista de la retirada americana y de la arremetida rusa, así como del denominado frente del “rechazo” bajo liderazgo iraní. Tal coordinación podría garantizar un mayor peso para los intereses y posturas de estos tres estados en cualquier propuesta dirigida a resolver las crisis de la región, y principalmente, la crisis siria. Sin embargo, tal equilibrio será imposible sin una cooperación egipcio-saudí genuina y atrevida, basada en una visión común no sólo de sus propios intereses sino de los intereses de los árabes en su conjunto.

La pregunta es ¿por qué Egipto se muestra reacio? ¿Es la preocupación por sus propios problemas internos o es que no quiere verse apretujado entre los saudíes y los iraníes? ¿O es que tiene escrúpulos por la posibilidad de que la solución en Siria acabe por forzar la salida del ejército del gobierno, que podría ser recuperado por la Hermandad? ¿O serán todos estos motivos?

Pase lo que pase, lo que es seguro es que los intereses estratégicos saudíes necesitan de la cooperación con Egipto y de la salvaguarda de sus intereses y estabilidad. El compromiso saudí de mediar entre Egipto y Turquía parte de la visión de que la perpetuación de las tensiones entre El Cairo y Ankara no beneficia los intereses de ninguno de ellos, ni interesa a la región en las presentes circunstancias. Al contrario, eliminar esta tensión ayudaría a Egipto a resolver sus propios problemas domésticos. Se puede anticipar que la reconciliación beneficiará a los intereses de los tres países, pudiendo incluso superar la mera resolución del problema de la región en el caso de que sean alcanzadas verdaderas soluciones. Entonces ¿El Cairo hará caso?

Traducido de Alhayat, 3 de Abril de 2016

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