Nadie vive sin recuerdos. La memoria es clave no sólo para el pasado, sino para el futuro, para los nuevos comienzos. Incluso los recuerdos de sueños prohibidos ayudan a construir el carácter propio. La memoria nos ayuda a aprender lecciones sobre cómo luchar y, a raíz de ahí, comenzar una nueva vida con el alma fresca. Creo que podemos cerrar los ojos ante la realidad, pero no ante los recuerdos.
En mi interior me siento como una mujer anciana observando a mi joven yo exterior; me resisto a creer que esta chica adorable de 23 años piense de esta forma. Me sorprendo tanto a mí misma, y cada vez que echo la vista atrás a mis recuerdos pienso “ésta no es la chica que conocí”. Tantas cosas que eran importantes para mí han desaparecido de mi vida; lo único que puedo hacer es luchar para sobrevivir. Lo único que tengo es mi fe, y una hermosa sonrisa en una cara bonita.
Retrocedo con un flashback a algunos de los acontecimientos que ocurrieron el año pasado, en 2014, durante la última guerra contra la franja de Gaza.
Un cumpleaños especial
El 14 de julio es mi cumpleaños, y el año pasado cumplí 22. Es una sensación agradable expandir tus horizontes un año más, y que tus sueños y ambiciones crezcan contigo. Una de las cosas que sueño desde niña es ser una estrella que brilla en el cielo, alzar la voz de la verdad, ser la voz de la gente pobre, la voz de mi amada Palestina. Durante 22 años he visto a mi pueblo sufrir la injusticia.
Estaba planeando celebrar mi cumpleaños porque pensé que sería un momento especial, en particular al acabar justo de graduarme en la universidad. Había terminado una etapa de mi vida y estaba preparándome para otra nueva. Había logrado una beca, tras tres años de intentándolo, una oportunidad de viajar a los Estados Unidos para aprender métodos de investigación científica. Me esforcé tanto para lograr esta beca. Cuando la conseguí, estaba entusiasmada, no sólo por la oportunidad de avanzar en mis estudios, sino también porque, por primera vez, iba a ver el mundo exterior.
¡Era tan feliz…!
Me encontraba en la cumbre de mi felicidad, sintiéndome orgullosa de haber logrado mi objetivo. Tengo la convicción de que puedo alcanzar mis sueños, una convicción aprendida de Martin Luther King Jr., de Mahatma Gandhi, de mi padre y de tantas otras grandes personas que han desempeñado un papel en la formación de mi carácter. Con alegría creciente, supe que mi cumpleaños en 2015 lo celebraría en los Estados Unidos. Supe que podría ver a mi hermano, Yosef, al que hace más de 10 años que no veo debido a la situación en la Franja de Gaza. Cuando apoyaba mi cabeza en la almohada y cerraba los ojos, soñaba con lo fantástico que iba a ser.
Comencé a planear, momento a momento, cómo iba a pasar el tiempo con mi hermano. Y de pronto, algo me detuvo: “¡Oh! Un momento, Maisoon. ¡No olvides que estás en Gaza!” Quizá sea el precio que se paga por vivir en Gaza, saber que existe una barrera entre el sueño y la realidad. Pero eso no me detuvo. Continué preparándome.
Elegí un título para mi investigación: “Periodismo de Paz”, sobre el papel del periodismo en la exposición de la verdad. El objetivo sería arrojar luz sobre cómo los medios occidentales no retratan con exactitud la realidad del pueblo palestino.
El primer paso de mi viaje era ir a Jerusalén para hacer la entrevista para el visado. Jerusalén: un destino esquivo, un hogar que vive en mi corazón, que siempre soñé con visitar. Sólo el pensamiento de hacer realidad ese sueño hacía que los ojos se me llenaran de lágrimas y el corazón me latiera acelerado.
Entonces, ¡llegó el shock! Israel me denegó el permiso para viajar a Jerusalén para la entrevista del visado, sin un buen motivo. Lo intenté por todos los medios, pero sin éxito. Poco después, comenzó el ataque israelí contra Gaza, aplastando mi sueño y mi alma.
Perdí mi alegría y mi felicidad. Mi cumpleaños llegó, pero con imágenes horribles de niños asesinados y hogares destruidos. Lo que lo hizo “especial” fue el sonido de los bombardeos por todas partes, y los cortes de luz y de agua. Lo hizo especial una hermana pequeña diciendo, “por favor, que muramos juntas”.
Ahora ha pasado un año, y este recuerdo se ha reunido con todos los demás, en mi interior. Soy más madura, más consciente, más sabia y más fuerte, como resultado. Pero no voy a dejar de soñar con conseguir lo que quiero, lo que perdí. Como escribió Carl Sandburg, “Nada ocurre a no ser que antes soñemos”.
Publicado originalmente en wearenotnumbers.org