La idea del abandono de los derechos y las propiedades del pueblo egipcio por parte del criminal Abdel Fattah Al-Sisi y su régimen ya no es algo inusual o casual. Desde que malgastara la dignidad de los egipcios, su libertad, su sangre y su derecho a una vida honesta, con el fin reforzar su control de la economía en favor del ejército que dirige, de lo que se habla ahora es de qué les queda por abandonar a Sisi y a su régimen, junto con todo lo que ya han desperdiciado.
¿Qué queda tras haber abandonado los derechos egipcios al gas natural del Mediterráneo Oriental?
¿Qué queda tras haber abandonado los derechos de Egipto a las aguas del Nilo?
¿Qué queda tras haber ahondado en la herida del Sinaí y de haber seguido una política de desplazar gentes, demoler sus casas y asesinarles, en lugar de crear desarrollo, construir infraestructuras y reforzar la seguridad municipal?
¿Qué queda tras haber diezmado el valor de la libra egipcia, las reservas monetarias del país, así como el clima amistoso para con los inversores?
¿Qué queda tras haber destruido cualquier esperanza de resurrección de la industria, del comercio, de la agricultura y de la inversión?
A puerta cerrada se están manteniendo ahora conversaciones sobre las fronteras y las propiedades del pueblo egipcio. La más reciente trata de la nueva demarcación de las aguas territoriales, en relación a las islas egipcias de Tiran y Sanafir, donde el Golfo de Aqaba se encuentra con el Mar Rojo. Es probable que esto conduzca al abandono de otras propiedades egipcias, a través de la firma de un acuerdo con Arabia Saudí para demarcar de nuevo los límites económicos entre ambos países. El objetivo es obtener más dinero y apoyo político al servicio de intereses privados, y respaldo para el asesinato, la persecución y el desperdicio de la dignidad.
Es por ello que la Hermandad Musulmana declara inequívocamente que nadie tiene el derecho a abandonar la propiedad y los recursos del pueblo egipcio a cambio de un puñado de dólares o a cambio de apoyo en políticas gubernamentales que permiten el asesinato, la detención, la violación, la desaparición forzosa y la ejecución extrajudicial.
No hay futuro para el criminal Sisi y para su mafia, que han estado trabajando para chantajear a los entornos regionales e internacionales egipcios bajo la bandera de la lucha contra el terrorismo –que el propio presidente del estado crea, practica y está implicado, junto con sus organizaciones y asesores-, mientras que en otras ocasiones lo hace con eslóganes vacíos. No tiene futuro porque está luchando contra su propio pueblo y está abandonando sus propiedades y la seguridad doméstica y nacional. Cualquier intento de prestar apoyo a esta mafia o de negociar con su líder pasando por encima de las propiedades del pueblo egipcio es respaldar un espejismo que no va a durar. El fracaso de Sisi y de su régimen es inevitable, por lo cual la victoria de la revolución es a su vez inminente e inevitable.
Nuestra postura
La Hermandad Musulmana declara de forma inequívoca que sea lo que fuere que Sisi y su mafia están tratando de lograr en términos de políticas, acuerdos y debates –ya sean secretos o en abierto- para minar los derechos de los egipcios y malgastar sus recursos es algo que no tiene ningún tipo de legitimidad. Con lo que se está jugando es con un derecho genuino del pueblo egipcio, que está luchando por su libertad; por recuperar su dignidad y por ser capaz de elegir libremente a sus propios representantes y gobernantes. El pueblo egipcio evaluará las posturas de aquellos que ofrecen apoyo a las políticas de la represión y de la persecución, así como las de aquellos que apoyan la revolución y la llamada a la dignidad, la justicia y la libertad.
La Hermandad Musulmana también declara de forma inequívoca sus objeciones ante cualquier intento de empujar al pueblo de Egipto hacia cualquier tipo de reconciliación con este régimen corrupto. El movimiento seguirá trabajando con toda su fuerza, junto con todo aquel que desee apoyarlo en sus esfuerzos, con el fin de acabar con este régimen opresor del golpe militar y lograr alcanzar la totalidad de los objetivos de la Revolución de Enero.