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La crisis de Regeni en Egipto: Las repercusiones de la hipocresía europea

Todavía, la mayoría de democracias europeas, Roma, Berlín, París, Londres o Atenas, hicieron la vista gorda ante el aborto del sueño de los egipcios de una vida digna y libre, hacen la vista gorda ante la brutal violencia del gobierno contra su gente

En un reciente y errático discurso a la nación, el presidente egipcio Abdul Fattah al Sisi hizo hincapié en que en ningún momento está recurriendo a la mentira o al engaño (como si hiciera falta dar tales explicaciones al problema). Instó a los egipcios a que no escuchasen a nadie más que a él. Este es el mismo general que presumió, en una entrevista al Washington Post el 12 de marzo de 2015, de su capacidad para embaucar al expresidente Morsi, hasta que llevó a cabo el golpe en su contra. Sin embargo, como dicen los árabes “la cuerda de la mentira es corta”.

A pesar de que a pocas personas les importa si los egipcios están al tanto o no de las mentiras de su presidente, es tiempo de que el mundo descubra por sí mismo la falsedad este presidente y su determinación para engañar. El asunto que trajo esto a la luz es trágico por excelencia. El asesinato de un estudiante y trabajador que dedicó su vida académica a investigar sobre Egipto y su pueblo. Fue torturado hasta la muerte.

Giulio Regeni, el estudiante italiano, estudiaba su doctorado para la universidad de Cambridge. Su tésis versaba sobre las relaciones laborales en Egipto. Esto le llevó a viajar y adherirse a la Universidad Americana de El Cairo como investigador visitante realizando un estudio de campo. El 24 de enero de 2015, estando El Cairo en enorme movilización de fuerzas de seguridad en víspera del aniversario de la Revolución egipcia, el joven estudiante desapareció en el barrio de Dukki, dentro de Jizah en el Gran Cairo, un barrio considerado tradicionalmente de clase media.

Diez días después de su desaparición, el cadáver del estudiante fue hallado en un basurero de la carretera de Alejandría que cruza el desierto. Se encontraron señales de brutales torturas. Desde el principio era natural pensar que este incidente no se dejaría pasar sin más. Después de todo, se trataba de un joven italiano y no de un egipcio. Esto significa que tiene tiene el respaldo de un Estado que se siente responsable de las vidas de sus ciudadanos, independiente de que esta discurra fuera o dentro de sus fronteras. Además posee el respaldo de una opinión pública que no puede dejar simplemente pasar que uno de sus ciudadanos sea asesinado en un Estado conocido por sus conductas represivas, al menos que la verdad, toda la verdad, sea conocida. Es justo en ese momento cuando las instituciones egipcias, así como los funcionarios a cargo del régimen, entran en modo berserker y comienzan a actuar de una manera muy confusa, cosa inusual en agencias experimentadas en la represión y la persecución que posee un legado de décadas de violar libertades y oprimir ciudadanos, persiguiéndolos, deteniéndolos y torturándolos.

En su primer intento de dar cuenta de la muerte del estudiante, el ministro del interior egipcio declar, que Regeni sufrió un terrible accidente de tráfico que provocó su muerte y la mutilación de su cuerpo. Sin embargo, la historia del accidente no se sostiene, especialmente desde el punto de vista del equipo de investigación que envió oficialmente el gobierno italiano a El Cairo para que llevasen a cabo su propia autopsia del cadáver del joven asesinado.

Lo más sorprendente es que el ministro de exterior egipcio, que supuestamente no debería enredarse con los asuntos de las agencias de seguridad del régimen, no dudó en hacer su contribución para confundir aún más al público, cuando señaló que Regeni podría haber sido asesinado durante una orgía que involucraba disintas formas de sexo y drogas. Sin embargo el ministro, quizá alarmado por uno de sus consejeros, pronto abandonó esta versión.

Con el tiempo, la mente del ministro de interior egipcio llegó hasta lo que sus oficiales consideraron la impecable historia definitiva, que Regeni habia sido secuestrado por por una banda especializada en secuestros de extranjeros y que las agencias de seguridad habían conseguido llegar hasta ellos, pero que se vieron obligados a liquidar a los cinco miembros que la componían antes de poder interrogarlos.

La forma en que el ministro del interior estaba seguro de esta última versión era que los secuestradores habían mantenido el pasaporte de Regeni, su documento de identidad y sus pertenencias personales, hasta después de cuatro meses de haber perpetrado el brutal crimen. El problema es que el ministro del interior y los abogados de la fiscalía en Egipto tienen que convencer a sus homólogos italianos de su “definitiva” historia de bandas.

Lo que es obvio, por supuesto, es que los italianos no estaban convencidos. No estaban convencidos de que una banda, no importa cuán estúpida, habría continuado guardando en su poder las pruebas que podrían incriminarles después de haber cometido el asesinato. Por otra parte, asumiendo que la banda efectivamente secuestrara al joven italiano, ¿cómo es que durante todo el periodo de desaparición no hiciera ninguna demanda por la liberación de su rehén? Peor aún, la liquidación de los cinco egipcios por parte de las fuerzas de seguridad egipcias era en sí muy dudosa, y además sus familias tuvieron prohibido hablar con los medios.

Detrás de todo esto, uno se encuentra multitud de narrativas provenientes de los círculos oficiales de Egipto, que van abandonando una historia tras otra. Más importante aún es que las autoridades de las fuerzas de seguridad de Egipto han admitido que el estudiante italiano les era conocido desde antes. En otras palabras, que estaba bajo observación y control. ¿Y por qué no, cuando Regeni necesitaba comunicarse con líderes sindicales y laborales egipcios para llevar a cabo su investigación, los cuales no eran del agrado de las fuerzas de seguridad y políticas de Egipto?

Finalmente, y después de una reunión entre las dos partes en la capital italiana, Roma, los italianos declararon que las pruebas presentadas por la delegación egipcia no cumplían con sus exigencias para proporcionar una información relevante sobre el incidente, especialmente el hecho de ocultar los últimos registros de cámaras en la zona donde fue visto por última vez

La explicación de la parte egipcia de que la Constitución prohíbe proporcionar a otros Estados los registros en los que aparecen ciudadanos egipcios es simplemente ridícula en este contexto. El régimen egipcio ha estado violando su Constitución, que fue creada por los partidarios del Golpe de Estado del 3 de julio de 2013, casi diariamente. Sin embargo, la cuestión va mucho más allá de todo esto. La cuestión es si las autoridades de seguridad egipcias fueron las que secuestraron torturaron y asesinaron al italiano o si hay pruebas suficientes para demostrar la responsabilidad de otros agentes no oficiales.

Todavía, la mayoría de democracias europeas, Roma, Berlín, París, Londres o Atenas, hacen la vista gorda ante el aborto del sueño de los egipcios de una vida digna y libre, hicieron la vista gorda ante la brutal violencia del gobierno contra su gente. Los Estados miembros de la UE siguen proporcionando al régimen apoyo económico y con esas inversiones se financian las agencias militares y de seguridad como si nada pasara en Egipto.

Cuando se eligen aliados de la talla de Sisi y Assad, no puedes quejarte de ser inundado por una afluencia de millones de personas migrantes, del secuestro y asesinato de investigadores o de la exportación de terroristas.

Este artículo fue originalmente publicado en Middle East Eye

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Basheer Nafi es investigador en el Centro de Estudios Al Jazeera.

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