El refrán “Las buenas vallas hacen buenos vecinos” se adapta a las fronteras estatales cuya demarcación debería ser motivo de celebración y no de disputa. Afirmo esto después de la re-demarcación de la frontera marítima entre el reino de Arabia Saudí y Egipto. Tal y como lo comprendo, ésta es la frontera definitiva establecida por los saudíes, que se han esforzado laboriosamente por trazar las fronteras del reino en una región en la que la gente no tiene conocimiento de las fronteras y no está acostumbrada a ellas.
El entusiasmo saudí por trazar sus fronteras comenzó pronto, debido al hecho de que el reino es un estado moderno cuyos cimientos fueron puestos por el joven rey Abd Al-Aziz Al-Saud a su entrada en Riad, la ciudad de sus ancestros, en 1902. A partir de entonces, las fronteras del país fueron delineadas por la guerra, la política y la diplomacia. Esto fue mucho antes de que la península arábiga, sus tribus y sus líderes tribales escucharan hablar de la “soberanía de Westphalia”. Quizá nadie llegara a oír hablar del término, que sigue sin ser familiar en nuestra región, salvo los políticos británicos que contribuyeron a la creación de nuestro mundo a nuestro pesar. Westphalia se refiere a la transformación más importante que tuvo lugar en Europa a mediados del siglo XVI, cuando los países abrazaron los conceptos de las fronteras reconocidas, la soberanía nacional y la no intervención.
Tales conceptos no eran obvios a principios del s. XX en la península arábiga. Sin embargo, estaban claros en la mente del joven Abd Al-Aziz, a pesar de no haberlos estudiado nunca en ninguna universidad. Luchó por ellos no sólo con sus vecinos y con los colonizadores británicos que actuaban como sus delegados en las negociaciones, sino también con sus propios seguidores de entre las tribus que se adhirieron a su autoridad. La demarcación de fronteras entre Iraq y Najd fue uno de los motivos por los que algunos se rebelaron. Sencillamente, no podían comprender que debiera de haber fronteras en este territorio que conocían y a través del cual viajaban en busca de agua, según habían hecho sus ancestros durante miles de años. De repente, se les decía que ya no podían acceder a las zonas al norte de una línea que no podían ver.
Fueron varias las cuestiones que tuvieron un impacto en el proceso de determinación de las fronteras del reino naciente. La primera fue la historia. El estado de Abd Al-Aziz era una extensión de dos estados saudíes. El primero se extendía al este y al oeste. Esto constituía en sí mismo un argumento al que recurrió el negociador saudí. No siempre tuvo éxito. El equilibrio de poder cambió, en particular con la llegada de los británicos. No obstante, el rey Abd Al-Aziz aprovechó su buena relación con los líderes del Golfo para llegar a un entendimiento preliminar que después sus hijos, los reyes y los príncipes, transformaron en acuerdos internacionales, trabajando para implementarlos uno tras otro.
El primero de estos acuerdos se firmó en Riad en 1958 con Bahréin. El acuerdo de Jeddah con los Emiratos Árabes Unidos se firmó en 1974. En 1991 se firmó un acuerdo con Omán en Hafr Al-Batin, seguido por un acuerdo entre los saudíes y Qatar firmado en Medina en 1992. Al finalizar el s. XX se había firmado el último de estos acuerdos, con Kuwait, en el año 2000, por el que la tierra de nadie se dividía entre los dos estados. Lo que constituye una paradoja interesante es que el expresidente egipcio Hosni Mubarak actuó como mediador en este acuerdo y ayudó a cerrar el trato. Quizá la coincidencia de que cada acuerdo fuera firmado en un lugar diferente del reino simboliza, de una forma que no fue planeada por nadie, los estrechos lazos entre los estados del Golfo. Aunque ahora existan fronteras entre estos estados, sus poblaciones, incluidas las de las zonas urbanas, sigue las tradiciones de sus ancestros al ser capaces de moverse a cualquier ciudad saudí o del Golfo en virtud de los acuerdos del Consejo de Cooperación del Golfo, que garantizan a los ciudadanos el derecho a viajar, vivir y trabajar donde quieran.
Tras firmar el acuerdo fronterizo con el fundador de los Emiratos Árabes Unidos, el difunto jeque Zayed Al-Nahyan, se cita que el monarca saudí Faisal BinAbd Al-Azizdijo: “Las fronteras de Abu Dhabi terminan aquí en Jeddah”. Tal actitud remediaba cualquier problema que pudiera surgir después, al trazar las fronteras y trasladarlas a una realidad sobre unas arenas que cubren enormes reservas de petróleo. Lo que es más importante, sin embargo, es que el reino de Arabia Saudí trató con seriedad todos estos acuerdos, registrándolos rápidamente con la Liga Árabe y con las Naciones Unidas para que fueran vinculantes para todas las partes implicadas. De esta manera, el gobierno saudí logró evitar con éxito los serios problemas causados por compañías petrolíferas que ansían maximizar sus beneficios en las zonas en las que disfrutan de concesiones.
El reino también logró aprovechar los momentos políticos oportunos para demarcar sus fronteras, puesto que se encuentra en medio de regímenes no democráticos que siguen los caprichos del líder, especialmente en el caso de las repúblicas vecinas de Yemen e Irak. La astucia saudí produjo dividendos. Las fronteras con Irak eran las más complejas debido a la relación competitiva entre ambos países, desde la época del reino hachemí de Irak hasta el estado baazista de Saddam. Al principio de la guerra Irán-Irak de 1980 se llegó a un acuerdo y los documentos fueron entregados a las Naciones Unidas poco después.
Alcanzar un acuerdo con Yemen no fue tan simple. La primera frontera se trazó tras la guerra de 1934, a la que siguió el acuerdo de Ta’if. A partir de entonces, las relaciones entraron en una fase compleja, pasando por la revolución de 1962 y el ascenso al poder de los comunistas de Yemen del Sur. Después llegó la unidad y la cuestión de las fronteras fue una de las herramientas empleadas por el ahora depuesto presidente Ali Abdullah Saleh, cuya política consistió en chantajear y engañar. A pesar de todo, Arabia Saudí empleó los servicios de sus amigos allí para resolver el asunto a través de un acuerdo vinculante en 2003.
Los saudíes no sólo establecieron sus fronteras con sus vecinos más inmediatos, sino también con aquellos al otro lado del Golfo y del Mar Rojo. Hay acuerdos que determinan los límites marítimos con Irán y con Sudán. Éstos sirvieron tanto a Riad como a Teherán al protegerlos de la posibilidad de un conflicto por el gas o los pozos de petróleo, dadas las tensiones debidas a la hostil política expansionista de Irán.
Tal interés saudí explica el ansia del rey por determinar sus fronteras con Egipto, puesto que quiere mantener sus excelentes relaciones con El Cairo. La carencia de un acuerdo fronterizo tiene el potencial de crear una disputa incluso entre hermanos. A pesar de la validez de esta lógica, sin embargo, algunos están planteando una pregunta trampa: ¿Por qué se han devuelto ahora las islas de Tiran y Sanafir, puesto que fueron confiadas a Egipto hace tres cuartos de siglo?
Para ello hay cuatro razones. La primera, es el momento oportuno. La relación entre Egipto y Arabia Saudí está en su mejor momento. El presidente AbdelFattah Al-Sisi cuenta con la popularidad y con el poder necesario para hacerlo. En segundo lugar, Riad es ahora mismo el poder más importante en la región y es el momento de que cargue con la responsabilidad de esta región tan delicada en la que Israel disfruta de lo que no merece en términos de poder e influencia. El tercer motivo es que el proyecto de construir el puente Rey Salman transformará la economía y la geografía de la región. Para las islas es mejor volver bajo soberanía saudí, ya que el reino es capaz de llevar adelante y completar el proyecto. La última razón se refiere al comienzo de este artículo, es decir, a que las fronteras buenas y claras hacen a los buenos vecinos. Nadie sabe exactamente qué reservas de gas o de petróleo contiene el Golfo de Aqaba, y esto se podría convertir en un motivo de contienda en el futuro si no hay unas fronteras delimitadas y claras.
La línea exacta de la frontera entre Egipto y Arabia Saudí no se ha revelado aún, pero la experiencia en tales asuntos muestra que los saudíes no dejarán ningún detalle fuera del acuerdo formal. Miremos el último acuerdo por el que fue enmendada la frontera saudí-jordana, por ejemplo. Fue delimitada inicialmente por los británicos. En 1965, Arabia Saudí cedió varios kilómetros de su propia costa en favor de Jordania para permitir la expansión del único puerto marítimo del reino hachemí hacia el sur de Aqaba. También cedió una parte relevante de tierra en Wadi Al-Sarhan. El acuerdo incluía una cláusula vinculante que requiere que se compartan los recursos en el caso de que se descubran algunos en el futuro en las áreas intercambiadas por los dos países.
Quizá en el acuerdo entre Arabia Saudí y Egipto exista una cláusula similar que considere posibilidades futuras. En cualquier caso, tales acuerdos fronterizos en efecto forman buenas vallas, y por ello buenos vecinos.
Traducido de Alhayat, 16 de Abril de 2016