Cuando Egipto firmó el acuerdo de paz conocido como Camp David con Israel, en 1978, los países árabes por poco se levantaron en armas, acusándolo de romper con la postura unitaria árabe ante el estado ocupador: no a la normalización y no a las conversaciones de paz.
Para expresar su furia, convocaron un encuentro urgente de la Liga Árabe en el que se criticó a Egipto y se acordó boicotearlo. Además, se condenó el acuerdo y se decidió trasladar la sede de Cairo a la capital de Túnez.
Sin embargo, el acuerdo de paz incluía la obligación de parte de Israel de mantener conversaciones con Jordania, Líbano y Siria.
Las relaciones entre árabes e israelíes permanecieron tensas y la resistencia palestina quedó decepcionada por el hecho de que el acuerdo de paz no incluyera una retirada israelí de los territorios palestinos ocupados en la guerra de 1967.
Poco a poco, entablar relaciones con Israel se convirtió en una idea negociable, y una serie de gobiernos árabes comenzaron conversaciones secretas de cara a la normalización. Más tarde, algunos países árabes anunciaron que habían normalizado relaciones con Israel y que Egipto no merecía ser por ello boicoteado. La oficina central de la Liga Árabe volvió al Cairo.
La Organización por la Liberación de Palestina (PLO), uno de le los más feroces críticos del acuerdo egipcio-israelí, forjó un acuerdo de paz con Israel, reconoció el derecho de Israel a vivir en paz y con seguridad en un territorio que previamente había sido palestino y acordó el establecimiento de una entidad autónoma en partes de la Cisjordania ocupada y de la Franja de Gaza.
Sin embargo, algunos de los países árabes se mantuvieron en sus trece e insistieron en que Israel era un enemigo para el que no había lugar entre los árabes. Arabia Saudí fue la nación más prominente en esta facción.
No obstante, en 2002 Arabia Saudí propuso un plan de paz que incluía la normalización de relaciones con Israel. Esto no supuso un shock para nadie, ya que casi todos los estados árabes tenían algún tipo de relación con Israel llegados a este punto. Arabia Saudí defendió su postura anunciando que deseaba que en la región prevaleciera la estabilidad; sin embargo, no declaró explícitamente que entablaría relaciones con Israel para protegerse de sus ciudadanos más conservadores.
Para los críticos, éste fue el inicio de las conversaciones entre los saudíes e Israel.
Ahora, después de que el presidente egipcio Abdel Fatah Al-Sisi anunciara que su país ha demarcado de nuevo sus límites marítimos con Arabia Saudí, concediéndole a ésta las islas de Sanafir y Tiran, es evidente que la monarquía del Golfo estaba en conversaciones con Egipto. La cuestión de las islas ocupadas por Israel en 1967 no reviste muchas complicaciones.
El ministro de defensa israelí Moshe Ya’alon anunció el pasado martes que se estaban produciendo conversaciones entre Israel, Arabia Saudí, Egipto y EE.UU. Arabia Saudí garantizaba a Israel un pasaje seguro a través de las islas a cambio del consentimiento para la construcción del puente saudí-egipcio.
“[Se ha llegado] a un acuerdo entre Arabia Saudí, Egipto, Israel y los Estados Unidos para transferir la responsabilidad sobre las islas,” dijo Ya’alon. “Israel también ha expresado su acuerdo ante la construcción de un puente como parte de los planes de Arabia Saudí para el desarrollo de las dos islas”.
El mismo día, el antiguo oficial egipcio Abdullah Al-Ashaal dijo que en el acuerdo de paz israelí-egipcio, Cairo había prometido respetar el transporte de mercancías en el puerto israelí de Eilat, un compromiso que Arabia Saudí anunció que mantendría al asumir el control de las islas.
Esto implica que los saudíes se han comprometido con los términos del acuerdo de paz al asumir la propiedad del territorio cubierto por el tratado.
Ahora, Camp David ha cambiado por completo. La mayoría de los árabes que en su momento lo rechazaron en la actualidad lo aceptan; el opositor más ardiente, Arabia Saudí, ahora es parte del acuerdo.