La ira de los egipcios ante la entrega por parte de su gobierno de dos islas en el Golfo de Aqaba a Arabia Saudí es palpable. “La rabia de los activistas y blogueros egipcios es realmente injustificada,” dice con sarcasmo un hombre en una cafetería. “Las islas de Tiran y Sanafir no han sido abandonadas, han sido entregadas como regalo a nuestros hermanos saudíes por su generosidad”.
Uno de sus amigos se hace eco de su ironía. “Desde luego que AbdelFattah Al-Sisi es un hombre honesto, y este movimiento se podía prever. Tienes una memoria de pez. ¿Acaso no recuerdas que dijo, en cierta ocasión ‘Si tengo valor como para ser vendido, no lo dudaré’? Se puso a la venta en eBay pero nadie le valoró. ¿Qué le quedaba por hacer? Necesita dinero, así que, ¿por qué no vender parte del huerto de su padre?”
Está claro que la decisión del presidente egipcio de entregar las dos islas deshabitadas, de localización estratégica, al gobierno saudí, no es completamente popular. La transferencia de las islas situadas en la boca del Golfo de Aqaba se produce a cambio de una colosal inversión que quizá reviva la destrozada economía egipcia.
Según señaló un exdiplomático egipcio, históricamente Tiran y Sanafir estaban bajo soberanía egipcia incluso antes de que Arabia Saudí fuera fundada. Esto no ha impedido que la retórica de los medios pro-régimen afirme que las islas fueran territorio saudí situado bajo protección egipcia temporal a partir de una petición del rey Abd Al-AzizIbnSaud en 1950.
“Egipto no ocupó las dos islas, sino que lo hizo a petición de Arabia Saudí,” explicó el ministro de exteriores saudí Adel Al-Jubeir. “Los documentos oficiales de ambos países no revelan ninguna disputa sobre la propiedad saudí de ambas islas. Sin embargo, hay personas a las que se les da bien pescar en aguas revueltas”.
Cuando el general Abdul Monaim Said habló en El Cairo la semana pasada, insistió en que ambas islas son egipcias. Como si de una farsa se tratara, un día después de la firma del acuerdo cambió de opinión y proclamó, bruscamente, que se trata en efecto de territorio saudí.
Los comentarios sarcásticos han inundado las redes sociales, incluso entre los seguidores del régimen. El conocido humorista Bassem Youssef tuiteó: “¡Pasen y vean! Las islas egipcias están a mil millones y las pirámides a dos mil millones, con un par de estatuas de regalo!”. Otros activistas tuitearon que Riad cuenta con documentos oficiales que “demuestran” que el nombre original de la esfinge es “Abu Lahab” –uno de los opositores más destacados al profeta Mohammad, que la paz sea con él, en la península arábiga-; así que los saudíes están en su derecho, se burlan los críticos, de reclamar también el antiguo monumento. “Quiero mis Derechos” es un conocido éxito de taquilla egipcio en el que un anciano riñe al famoso protagonista, HaniSalamah, por querer vender su patria al mejor postor. Esa escena de la película, junto con fragmentos de los discursos de Sissi y dibujos en los que se le ve intercambiando las islas por un saco de arroz, circulan por la red; el hashtag #Awadvendiósustierras se hizo viral.
Los críticos han señalado también que el “estado profundo” egipcio y sus medios de comunicación afines acusaron en su momento al presidente derrocado Morsi de planear la entrega de partes de la Península del Sinaí a Hamás y de querer vender a Qatar la esfinge y las pirámides. Estos medios se mantienen ahora callados, incapaces de decir una sola palabra contra el acuerdo con los saudíes.
Además, la constitución egipcia elaborada después del golpe militar de Al-Sisi criminaliza de forma explícita la cesión de territorio egipcio; el presidente juró respetarla y cumplir con todos sus artículos y cláusulas.
La impaciencia de Al-Sissi por recibir el “arroz del Golfo” quedó patente en la conversación filtrada con su jefe de personal, el brigadier general Abbas Kamil. Se les grabó discutiendo sobre cómo encauzar el dinero de las monarquías del Golfo, y se escucha a Sisi decir claramente: “Ellos –los países del Golfo-, tienen dinero como si fuera arroz”. Ha logrado conseguir más sacos de arroz, pero ¿a qué precio?
Los motivos y la elección del momento por parte de los saudíes son sorprendentes. Algunos blogueros y analistas saudíes están promocionando las políticas de su país en relación al régimen egipcio como un intento de resucitar la coalición suní frente al expansionismo de Irán, que podría tentar a Sisi para alinearse con el eje de Teherán en Irak, Siria y Líbano. Su régimen es conocido por su oportunismo maquiavélico; esto podría haber forzado a los saudíes a dar cualquier paso que fuera oportuno para evitar que Sisi y Egipto cayeran en brazos de Irán.
Sin embargo, no es un secreto que Riad ha estado respaldando financiera y diplomáticamente al régimen de Sisi desde el golpe militar de 2013 que depuso al primer presidente elegido democráticamente, Mohamed Morsi. Es una jugada que no se puede explicar sino con la voluntad de respaldar la autocracia y la dictadura en el mundo árabe sin tener en cuenta pretextos ni justificaciones.
El precio pagado aparentemente por las dos islas son enormes inversiones en Egipto, junto con un puente que conectará los dos países y dos continentes. Se supone que facilitará la peregrinación a la Meca y desarrollará las infraestructuras industriales. Los medios egipcios pro-régimen presentan el puente como un paso hacia la unión islámica, al borrar fronteras artificiales y facilitar el transporte.
Merece la pena mencionar que el mismo proyecto le fue propuesto al presidente Morsi, pero lo rechazó de forma vehemente, negándose a ceder ni un grano de arena egipcio sin importar su precio. Incluso sus predecesores recibieron la misma propuesta en varias ocasiones, pero el puente no fue construido. Ahora, sin embargo, parece que ha sido Sissi el que ha iniciado la resurrección del plan Saudí y el que ha tentado a Riad para aceptar su regalo de las islas.
La idea de controlar estas islas de ubicación estratégica atrae a los saudíes, en particular a la luz del aparente éxito de su coalición en Yemen, que les ha proporcionado control sobre el estrecho de Mandeb, que separa Yibuti de su vecino del sur. Controlar la entrada al Golfo de Aqaba significa que Riad tiene un control casi absoluto del Mar Rojo, desde el Estrecho de Mandeb hasta el Canal de Suez.
Los egipcios no se han creído ni los razonamientos de Arabia Saudí ni los de los medios pro-gobierno. Creen que Sissi ha cedido sus islas a cambio de un puñado de dólares y de la bendición saudí para sus políticas totalitarias. Estas últimas han conducido a detenciones en masa, violaciones de derechos humanos, desapariciones forzosas y ejecuciones extrajudiciales. La gente en Egipto está convencida de que el precio pagado por las dos islas no revivirá la economía egipcia. Saben que inyectar miles de millones de dólares a un sistema fracasado gestionado por el ejército sólo servirá para enriquecer a los generales y llevar al país al borde de la bancarrota.
Desde el golpe militar, la economía egipcia está en aprietos, y el régimen de Sissi ha atacado a los disidentes, coartando la libertad de expresión y las protestas; los generosos donativos saudíes servirán para financiar más de lo mismo. Cuando cinco mil jóvenes trataron de organizar una protesta en el centro de El Cairo contra la entrega de las islas fueron arrestados de inmediato.
Además, un acuerdo así de crucial jamás habría visto la luz del día sin haber recibido antes luz verde de parte de Israel, que fue consultado antes incluso de que el acuerdo fuera discutido. Según los analistas israelíes, sin ningún tipo de cambios geopolíticos impredecibles el acuerdo es satisfactorio y cuenta con la bendición del gobierno de Tel Aviv, siempre que mantenga los privilegios militares de Israel y respete los términos del acuerdo de Camp David con Egipto. Estos protegen el derecho de la fuerza aérea israelí y de su aviación civil a emplear el espacio aéreo sobre las islas.
La otra cuestión vital para Israel está encarnada en lo delicado de la ubicación de las islas, situadas en medio del único pasillo marítimo directo de Israel al Mar Rojo y a los mercados de Asia. Éste es el motivo por el que Camp David prohibió a Egipto el derecho de tener presencia militar en las islas. Naturalmente, la misma prohibición se aplica a Arabia Saudí.
Permanecen los interrogantes, sobre todo en Egipto, sobre el grado hasta el que el reino de Arabia Saudí está dispuesto a apoyar a un régimen desacreditado, que ha fracaso a la hora de lograr ningún tipo de estabilidad o de progreso económico. La agenda del rey Salman en su reciente visita a El Cairo ha decepcionado a muchos que contaban con un cambio a favor de los derechos y del honor del pueblo egipcio.
Interview with Ahmet Al-Burai from Istanbul Aydin University on Syria war - YouTube