Hace trece años, las fuerzas estadounidenses de la ocupación entraron en Bagdad, orgullosas de su victoria sobre un país que llevaba más de una década bajo un embargo injusto y mortal, alardeando de su astuta victoria sobre un país forzado a destruir sus armas en cumplimiento de resoluciones que parecían proceder de la ONU pero que en realidad surgían de EE.UU. El país las destruyó con el fin de obtener leche para sus niños y medicamentos para los enfermos.
América llegó a Irak y lo ocupó, ignorando la legalidad internacional y alegando que Irak poseía armas de destrucción masiva y apoyaba a Al-Qaeda, afirmaciones que resultaron ser acusaciones falsas con el objetivo de dar cobertura a la ocupación y a sus fines de destruir Irak a nivel humanitario y estructural, reduciéndolo a escombros y robándole sus riquezas.
Lo doloroso es que Irak, donde los niños aún mueren de hambre y de enfermedad debido a la falta de alimentos y de medicinas en Faluya y en otras zonas del país, aún está pagando por la invasión de Kuwait, que duró tan sólo algunos meses. Esto a pesar de que Saddam Hussein fue considerado un dictador, de acuerdo con estándares occidentales, lo que volvía legítimo su derrocamiento. EE.UU. Por el contrario no está pagando ninguna compensación por una ocupación dirigida por un gobierno electo y apoyada por un parlamento electo, basada en mentiras y en pretextos falsos. Es una ocupación que sigue destruyendo Irak y sus recursos y continúa creando una sociedad en la que prevalecen la viudedad, la orfandad y las tragedias humanitarias. Sigue destruyendo el futuro de toda una generación, a nivel educacional, profesional y psicológico.
Estados Unidos se preparó intencionalmente para la división de Irak antes de la ocupación, y comenzó a avivar los problemas sectarios, exagerando la persecución que habían sufrido los chiíes y los kurdos y rememorando la tragedia de Halabja años después de que ocurriera -un evento que EE.UU. y Occidente han empleado con frecuencia de forma repugnante-. Este uso selectivo de los derechos humanos como herramienta de represalia política es una de las mayores violaciones de derechos humanos.
Tras la ocupación americana, ciertos aspectos de la incitación sectaria se intensificaron. Esto figura de forma descarada en el libro de Paul Bremer “Mi Año en Irak”, donde cuenta cómo solía reunirse con imanes chiíes y hablar con ellos de lo injustamente que habían sido tratados y de su oportunidad histórica para vengarse de los suníes, iniciando así el denominado proceso político a través de datos demográficos fraudulentos y de un falso sufrimiento. Resulta irónico que, de las 52 personas más buscadas por el régimen de Saddam, según la administración americana, 38 eran chiíes.
Aparentemente, América ha cedido el control de Irak a un puñado de políticos corruptos vinculados a las agencias de seguridad iraníes e internacionales. Algunos de ellos incluso están implicados en causas criminales, como Ahmed Chalabi, que tenía una orden de detención por el caso del Petra Bank en Jordania.
Antes y después de la invasión, Irak ha sufrido la malnutrición y la pérdida de dignidad y humanidad de la mayoría de sus ciudadanos. Todavía está pagando miles de millones de dólares en compensaciones -la mayor parte de ellas, injustificadas-, mientras que la corrupta clase política, que llegó con la ocupación y colaboró con ella y con Irán, está saqueando decenas de miles, o más bien cientos de miles de millones de dólares. Entretanto muchos ciudadanos no pueden encontrar comida para sus hijos o medicamentos para los enfermos.
El juego más odioso y horrible empleado en el escenario iraquí es el uso del extremismo y del terrorismo para poner fin a la resistencia nacional iraquí, para continuar con la destrucción de la infraestructura de las ciudades suníes y convertirlas en un enorme problema humanitario. Al mismo tiempo, una generación entera se ha visto privada de educación, en un país que llegó a ser puntero en los índices de alfabetización.
En los últimos tiempos han surgido nuevos informes documentados sobre el papel de los iraníes y de los americanos al inflitrarse en estas organizaciones, principalmente Daesh, y emplearlas como herramienta para ocasionar cambios geográficos y demográficos en la zona, tales como los que ocurrieron en Mosul, por ejemplo, donde Daesh recibió armamento americano avanzado y grandes sumas de efectivo para atacar a los suníes.
Más allá de la controversia y el debate sobre quién está detrás de Daesh, el hecho de que Irak y la región no conocieran a Al-Qaeda o a Daesh -como ideologías, prácticas o presencias- antes de la ocupación americana es suficiente para considerar a EE.UU. como responsable de lo que está ocurriendo en la región, a nivel legal y moral. También es necesario que los intelectuales y las generaciones futuras exijan de EE.UU. disculpas y compensaciones por valor de decenas de miles de millones de dólares por todos los asesinatos, derramamientos de sangre y destrucción de las generaciones futuras en Irak y en la región.
Traducido de AlKhaleejOnline, 16 de Abril 2016.