Omar Nazzal iba de camino para participar en la Asamblea General de la Federación Europea de Periodistas en Bosnia cuando fue detenido por soldados israelíes. Ocurría el pasado sábado, cuando trataba de cruzar de la Cisjordania Ocupada a Jordania. Se trata de la víctima más reciente de la creciente lista de periodistas palestinos que han sido arrestados y detenidos de forma arbitraria por las fuerzas de ocupación. Un hecho que confirma, más que nada, los extremos hasta los que Israel está dispuesto a llegar con el fin de silenciar las voces palestinas y destruir la libertad de prensa.
En el momento en que son escritas estas líneas, el paradero de Nazzal sigue siendo desconocido, aunque algunas informaciones apuntan a que ha sido trasladado al centro de interrogatorios de Etzion. Lo que sabemos a ciencia cierta es que se encuentra en manos de los israelíes, tal y como confirmó su esposa tras recibir una llamada telefónica del detenido.
Nazzal es miembro del secretariado general del Sindicato de Periodistas Palestinos. Su detención, y la detención de muchos otros antes que él, es fuente de gran preocupación para Reporteros Sin Fronteras (RSF), que la semana pasada publicó el índice de libertad de prensa de 2016. Israel ocupa, por segundo año consecutivo, el puesto 101 (de un total de 180 países).
Esto plantea algunos interrogantes, ya que si todos los países son juzgados de acuerdo con los mismos criterios, entonces Israel debería ocupar una posición más cercana al final de la lista, cerca de Egipto y de Siria; el ataque israelí contra la libertad de prensa en Palestina se corresponde con una enfermedad más amplia que afecta a toda la región. Casi en todas partes, según RSF, las condiciones de trabajo para los periodistas y las instituciones informativas se están volviendo cada vez más peligrosas. En Palestina es algo que salta a la vista, en tanto que las autoridades de la ocupación están decididas a aislar a los medios palestinos del mundo exterior.
Con toda seguridad, los periodistas palestinos deberían tener la libertad de informar de que 1.631 menores de 18 años se encuentran encerrados en cárceles israelíes, hasta sumar el 42% del número total de detenidos. El éxito del movimiento internacional de boicot, desinversión y sanciones (BDS) –del que Israel tiene tanto miedo- se debe en gran medida a la colaboración de periodistas ciudadanos y de redes de medios en los territorios ocupados. En ello yace probablemente la explicación de la campaña de Israel contra los medios.
Desde el inicio de la Intifada de Jerusalén en octubre del año pasado, las fuerzas israelíes han detenido a docenas de periodistas. Algunos permanecen en detención, mientras que otros han sido sometidos a arresto domiciliario. Al menos 20 periodistas –entre ellos una mujer y varios estudiantes de comunicación- permanecen en cárceles israelíes en el limbo legal conocido como detención administrativa. No se les ha acusado de ningún crimen ni hay ningún proceso judicial en curso contra ellos, pero aun así su detención puede prolongarse indefinidamente.
Aparte de la amenaza de la detención, los periodistas palestinos también se enfrentan a frecuentes registros de sus oficinas. La confiscación de ordenadores, cámaras y otros equipos por parte de Israel se ha convertido en rutina, al igual que lo ha hecho la clausura sumaria de instituciones informativas bajo el pretexto de la “incitación al odio”. En esta situación se encuentra la emisora Felesteen Al Yawm TV en Ramala, así como otras dos cadenas locales de Hebrón y Yenín.
En caso de que aún hicieran falta pruebas, el acoso que sufren los periodistas en los territorios palestinos ocupados demuestra de forma clara que la tan cacareada afirmación Israel de ser la única democracia en Oriente Medio es pura fantasía. Según el índice de 2016 de RSF, Túnez y Líbano ocupan los puestos número 96 y 98 respectivamente, por delante de Israel.
Los sistemáticos ataques contra los periodistas y las instituciones informativas en Palestina forman parte, evidentemente, de una campaña más amplia para desmantelar la estructura de la sociedad palestina. La Autoridad Palestina siempre ha mantenido que está construyendo un estado a partir de los escombros de la ocupación. Esto parece ahora mismo incluso más ilusorio que antes. Una por una, las instituciones de la sociedad civil se han visto atacadas. Cuando no se trata de las organizaciones benéficas y del voluntariado, se trata de la educación y la cultura. Ahora es el turno de los medios de comunicación. Las únicas instituciones que han sobrevivido y que seguirán haciéndolo son las agencias de seguridad e inteligencia, cuya única razón de ser es servir a la ocupación.
Inmediatamente después de la desaparición de su compañero Omar Nazzal, el Sindicato de Periodistas Palestinos se puso en contacto con la Cruz Roja Internacional para intervenir y averiguar su paradero; el sindicato también le pidió a la organización que asegurara su liberación. Este caso constituirá una prueba del algodón de la competencia de la Cruz Roja. Tiene la opción de hacer una excepción con Israel o puede adoptar una postura severa contra lo que claramente es un patrón de comportamientos inaceptables que queda muy por debajo de los estándares aceptables a nivel internacional.
Evidentemente, la Cruz Roja no es el único organismo que debe hacer -y al que se debe ver hacer- lo correcto. La Federación Europea de Periodistas, que se reunirá en la conferencia a la que Nazzal debía asistir, también debería enviar un mensaje claro al gobierno israelí.
Hace un par de años los periodistas y las instituciones informativas de Oriente Medio y todo el mundo hicieron campaña con éxito por la liberación de los periodistas de Al Jazeera encarcelados en Egipto, Peter Greste, Mohamed Fadel Fahmy y Baher Mohamed. Ahora deben hacer suya la causa de sus compañeros en Palestina, que son acosados por una ocupación militar determinada a erradicar los últimos vestigios de la libertad de expresión y de prensa en Palestina. Hay que exponer a los ojos del mundo la guerra silenciosa de Israel contra los periodistas palestinos.