Kamel Hawwash
Apenas pasa un día sin que Israel acuse a los líderes palestinos de incitación al odio contra el estado israelí y sus ciudadanos. Según argumentan, esta incitación es uno de los motivos que desencadenaron una revuelta que en los últimos siete meses ha ocasionado la muerte de cuarenta israelíes a manos de palestinos –la mayoría, acuchillados-. En este periodo, las fuerzas de seguridad israelíes han matado a más de 200 palestinos, ejecutados en muchos casos sin constituir una amenaza para nadie. Estas acusaciones se extienden al presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas. Recientemente, admitió que existe cierta incitación por parte de los palestinos, en una entrevista con el canal israelí Channel 2 TV. En otras ocasiones, el secretario general de la Organización por la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat, ha admitido también que de parte de los palestinos existe hasta cierto punto tal incitación.
Para los estándares israelíes, esta provocación abarca un amplio espectro, que incluye desde llamar “mártires” a quienes han sido asesinados por Israel hasta oponerse a las repetidas incursiones de colonos judíos en la mezquita de Al-Aqsa. También cubre la campaña de boicot, desinversión y sanciones (BDS), la participación en organizaciones internacionales tales como la Corte Penal Internacional, la calificación de Israel como un estado que practica el apartheid o la descripción ante la Asamblea General de la ONU del terrible impacto de la ocupación. Incluso rememorar las ciudades y pueblos de los que proceden los refugiados palestinos, y a los que ansían volver (la mayoría de los cuales han sido borrados del mapa por Israel), constituye “incitación”.
Israel se ha empleado sin descanso para convencer a la así denominada “comunidad internacional” de que acepte su definición de “terrorismo”, de forma que ésta cubra cualquier forma de resistencia legítima, incluyendo el lanzamiento de piedras. Incluso los ataques contra los soldados israelíes que perpetúan la ocupación ilegal de Palestina son considerados “terrorismo”. La comunidad internacional opera ahora de acuerdo con las definiciones y la narrativa israelíes; aparentemente exige de las víctimas, el pueblo ocupado, un comportamiento ejemplar, que se limiten a maldecir su sufrimiento y a no hacer nada al respecto. ¿Cuántas víctimas de un crimen reconocido son necesarias para seguir protegiendo a los criminales? Los palestinos bajo la ocupación israelí lo son.
La situación es la misma al otro lado del Atlántico. Los candidatos a la presidencia de EE.UU. no han renunciado a su vergonzosa peregrinación obligatoria a la conferencia del principal lobby pro-israelí, AIPAC. Este mismo mes han participado en este espectáculo nauseabundo, bailando al ritmo que les marca Israel. Su discurso fue una copia exacta de lo que hubiera dicho un portavoz israelí. Acusaron a los palestinos de criar a sus hijos en el odio y de amar la muerte más que la vida. En ambos casos se trata de acusaciones incorrectas y muy racistas, pensadas para mimar al lobby. Sólo Bernie Sanders se saltó este festival de odio anti-palestino y recriminó a Clinton no haber mencionado apenas a los palestinos en un debate reciente entre los dos candidatos demócratas a la Casa Blanca.
Aunque los palestinos puedan comprender por qué Israel trivializa el impacto que tiene sobre ellos la pérdida de su hogar en 1948 (la Nakba) y la ocupación del 22% restante en 1967 (la Naksa), no pueden vislumbrar cómo y por qué personas supuestamente inteligentes como los candidatos presidenciales pueden ser tan insensibles ante ello. El hecho de que contemplen a los palestinos como los malos de la película y a los colonos y ocupantes israelíes como las víctimas les hace sentir como si les clavaran un puñal en el corazón. El llamamiento a que se sometan a la brutal ocupación israelí constituye en sí mismo una forma de provocación.
Si los palestinos son culpables de incitación al odio, ¿entonces a qué equivale la constante ocupación israelí? Cualquier cosa que puedan hacer los palestinos palidece en comparación con la deliberada y continua provocación y humillación de un pueblo sometido para lograr una reacción a la que las denominadas Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) puedan “responder”. Esta provocación –y provocación no es una palabra lo suficientemente potente para describir el impacto real que tiene- es la más relevante incitación para que los jóvenes palestinos se tomen la justicia por su mano. Si quienes les llaman a no reaccionar pudieran ponerse en su lugar aunque fuera por un día, y experimentaran lo que significa vivir bajo una ocupación, estoy seguro de que comprenderían qué es lo que les conduce a la violencia.
La lista de ejemplos de provocación por parte de Israel es larga.
Cuando los sionistas afirman que la Palestina histórica pertenece a los judíos, y emplean esta afirmación para sostener que los judíos europeos de ahora, sin conexión con el territorio, tienen el “derecho de retorno”, pero al mismo tiempo deniegan este derecho a los refugiados palestinos expulsados de sus hogares y tierras por los grupos terroristas judíos en 1948, esto es incitación al odio por parte de Israel.
Cuando la fuerza ocupante secuestra en medio de la noche a niños palestinos, les niega sus derechos legales, incluida la defensa, les esposa para llevarlos ante el tribunal y les hace firmar confesiones escritas en hebreo, esto es incitación al odio por parte de Israel.
Cuando un bulldozer blindado israelí, acompañado de docenas de soldados, llega para demoler un hogar palestino en el Jerusalén Este ocupado, con el pretexto de que carece de permiso de obras, esto es incitación al odio por parte de Israel.
Cuando los colonos judíos de asentamientos ilegales, protegidos por las fuerzas de seguridad, expulsan a una familia de su hogar en Sheikh Jarrah para ocuparlo ellos mismos, es incitación al odio por parte de Israel.
Cuando los colonos israelíes entran por la fuerza en la mezquita de Al-Aqsa protegidos por las fuerzas de seguridad y reivindican el lugar de la mezquita como propio, es incitación al odio por parte de Israel.
Cuando, por capricho de las fuerzas de seguridad israelíes, se impide a los musulmanes acceder a la mezquita más sagrada para ellos en Palestina, eso es incitación al odio por parte de Israel.
Cuando se construyen casas para los judíos israelíes en territorio palestino y se restringe la libertad de movimiento del propietario para permitirles a ellos libertad de movimientos, es incitación al odio por parte de Israel.
Cuando las IDF lanzan gases lacrimógenos contra escuelas palestinas, haciendo que los niños se asfixien y desmayen, es incitación al odio por parte de Israel.
Cuando el estado ocupante toma el control de la principal mezquita de Hebrón y la divide entre judíos y musulmanes, estableciendo cuándo los palestinos pueden o no rezar en ella, es incitación al odio por parte de Israel.
Cuando las autoridades ocupantes construyen carreteras en territorio palestino que sólo pueden usar los colonos judíos, es incitación al odio por parte de Israel.
Cuando los colonos judíos aterrorizan a la población local en Cisjordania y en Jerusalén Este, llegando incluso a asesinar a palestinos como a Mohammed Abu Khdair o a la familia Dawabshe, bajo protección de las IDF, es incitación al odio por parte de Israel.
Cuando Israel asedia a 1.8 millones de seres humanos en la Franja de Gaza durante diez años, sin que haya esperanzas de que termine el bloqueo, es incitación al odio.
Cuando los ocupantes emplean las armas más poderosas y de efecto más devastador que existen –con excepción de las armas nucleares- para matar y mutilar en una guerra tras otra a los palestinos de Gaza, es incitación al odio por parte de Israel.
Ya en 2006, el secretario de la OLP, el Dr. Erekat, anunció: “El Ministerio de Defensa israelí está aconsejando a sus ciudadanos que vayan armados al pasar cerca de pueblos palestinos en la Cisjordana ocupada”. Esto, añadió, constituye un flagrante caso de incitación a la violencia contra los palestinos, que refleja las políticas oficiales y la mentalidad israelíes. “Debería ser una causa de grave preocupación para la comunidad internacional”.
Esta actitud afecta incluso a la élite más alta. Durante la campaña electoral de 2015, el primer ministro Binyamín Netanyahu incitó a la población judía contra los ciudadanos palestinos de Israel, al afirmar que “los votantes árabes acuden a los colegios electorales en manada,” como si se tratara de una plaga de cucarachas. También fue acusado de provocación por parte de ciudadanos palestinos cuando prometió a los judíos israelíes “un incremento dramático de los servicios de mantenimiento de la ley en el sector árabe”. Netanyahu declaró a la prensa, en el lugar en el que se había producido un tiroteo, que “abriremos nuevas comisarías, reclutaremos a más policías, e iremos a cada localidad para exigir a todo el mundo lealtad a las leyes del estado”. La diputada israelí Miri Regev incitó al odio contra los refugiados africanos afirmando: “No quiera el cielo que comparemos a los africanos con seres humanos”.
En una reciente conferencia contra el movimiento BDS, un ministro israelí pidió el “asesinato civil selectivo” de líderes del BDS como Omar Barghouti. Incluso figuras políticas extranjeras han sido objeto de provocación, como señaló Saeb Erekat, que condenó severamente la odiosa campaña israelí contra la ministra de exteriores sueca Margot Wallstrom, después de que solicitara legítimamente una investigación de los asesinatos extrajudiciales de civiles palestinos.
Quienes busquen una solución pacífica a la injusticia que afecta a los palestinos deben reconocer que las provocaciones e incitaciones por parte de los israelíes son factores que contribuyen seriamente a la violencia. No pueden esperar que los palestinos ocupados, víctimas del proyecto de colonización israelí, pongan la otra mejilla al ser golpeados. La mejilla está ya demasiado herida y no puede soportar más humillaciones, provocaciones y, sí, incitaciones al odio por parte de Israel.