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El informe de la ONU para el Sáhara: ¿papel mojado?

El secretario general de la ONU Ban Ki-moon.

El desacuerdo con la postura de Ban Ki-moon sobre la cuestión del Sáhara alcanzó un pico en marzo. Como consecuencia de ello, estaba previsto que la reunión anual de la ONU en abril para renovar el mandato de la Misión para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO) echara aún más leña al fuego. A pesar de tratarse de una opinión personal, los comentarios de Ban con respecto a la “ocupación” del Sáhara ocasionaron manifestaciones populares en Rabat y El Ayún, a las que hay que sumar la intensa actividad diplomática que siguió a su controvertida visita al gulag de Bir Lahlou. La subsiguiente tensión empujó a Abdelilah Benkiran, el jefe del gobierno marroquí, a describir la cuestión del Sáhara como un asunto de vida o muerte para los marroquíes, en caso de que las opiniones personales de Ban interfirieran con el informe y con las resoluciones que se derivasen de él.

Marruecos había invitado al jefe de la ONU a visitar la región antes de la reunión de abril; y los primeros signos de la posible controversia aparecieron cuando la agenda de Ban no le permitió hacer efectiva la visita a finales de 2015. Marruecos solicitó entonces que fuera pospuesta hasta después de abril, para evitar que el informe anual se viera afectado por comentarios apresurados. En contra de las predicciones, el contenido del informe es más equilibrado que las medidas y la disputa que lo precedieron –quizá precisamente a consecuencia de éstas-.

Hay tres cuestiones clave que caracterizan el informe del secretario general de la ONU. Acentúa que la región sufre de “frustraciones (…) que se suman a la expansión de redes criminales y extremistas en la región del Sáhara-Sahel”. Estas crecientes fuentes de vulnerabilidad “presentan un riesgo incrementado para la estabilidad y la seguridad de todos los países de la región,” añade.

La frustración, aún vinculada a un conflicto transfronterizo que implica a potencias regionales e internacionales, impregna la región de Oriente Medio y el Norte de África (MENA), y ha empujado a los jóvenes a buscar la democratización de sus países sin optar por el separatismo. Los marroquíes posiblemente también se sienten frustrados ante la incapacidad de la comunidad internacional y regional de encontrar una solución para una cuestión tan prolongada como costosa. Parte del coste del conflicto estriba en que la división ampliaría el potencial de criminalidad y radicalización alentado por la proximidad de Al-Qaeda en el Magreb (AQIM), Daesh y las redes de tráfico de drogas y de personas.

En lo que supone la segunda cuestión clave, el informe explica que la resolución “del conflicto del Sáhara Occidental mitigaría estos riesgos potenciales y promovería la cooperación regional ante las amenazas comunes, así como la integración regional en aras del desarrollo económico”. Una amenaza común clave en el Norte de África son los “puntos calientes” de radicalización a lo largo de la frontera entre Marruecos y Argelia, Argelia y Túnez, Túnez y Libia, así como el triángulo entre Marruecos, Argelia y Mauritania. Así, alcanzar una conclusión satisfactoria para la cuestión del Sáhara no sólo mitigaría la radicalización, sino que ocasionaría integridad económica y estabilidad social. La división lograría justamente lo contrario.

En tercer lugar, el informe admite que los recortes financieros y de personal del MINURSO aprobados por Marruecos reducen el papel que puede desempeñar la misión. De esta forma, Marruecos de alguna manera privó a la reunión de abril de la duda de si extender la misión de la MINURSO para vigilar el cumplimiento de los derechos humanos. Aunque el secretario general prevé el desencadenamiento de una guerra a no ser que los recortes sean cancelados, la ONU se está viendo forzada a reconocer los costes financieros y estratégicos del conflicto para Marruecos. Para mejorar la imagen de Marruecos a nivel doméstico e internacional, en particular a través del Consejo Nacional de Derechos Humanos, es necesario minimizar los abusos y comunicar las reformas.

Para Marruecos la cuestión del Sáhara, en particular dentro de su contexto regional, va más allá de ser un remanente de la Guerra Fría, convirtiéndose en parte de una versión actualizada del tratado de Sykes-Picot. Es por eso que, unos días antes de que fuera publicado el informe de la ONU, el rey marroquí Mohammed VI –a pesar de su infrecuente visibilidad en las cumbres árabes- dio un discurso sin precedentes en la cumber entre Marruecos y el Golfo en Riad.

El discurso del rey se centró en tres aspectos. El primero fue la recuperación del discurso del destino colectivo, especialmente en un momento en el que la intervención extranjera ha convertido la Primavera Árabe en un triste otoño. Debido a una serie de afinidades geopolíticas, a pesar de la distancia geográfica, los pueblos del MENA se ven atrapados entre la dictadura y el caos, incluso cuando los regímenes aceptan el cambio y favorecen la estabilidad. La democracia, por otro lado, sólo se le permite a la entidad sionista de Israel.

En segundo lugar, mencionó de forma explícita el proyecto de división al que se enfrenta Marruecos. En varios discursos anteriores, el monarca se había referido a los retos a los que se enfrenta el país en el Sáhara. En esta ocasión, se dirigía a una cumbre de líderes, y no al público marroquí, de forma que trazó similitudes potenciales con Irak, Siria y Yemen. En cualquier caso, a pesar de la intervención extranjera, las guerras civiles en la región resultan de una falta de democracia y pluralidad política, cuya promoción podría garantizar unos frentes domésticos más sólidos.

El tercer punto fue un mensaje a las potencias extranjeras: aunque Marruecos coopera para promover los intereses mutuos, no es el “protectorado” de nadie. Son múltiples los países a los que hace referencia su discurso, en especial de occidente; entre ellos destaca EE.UU. La administración americana parece estar de acuerdo con su congreso a la hora de oponerse a la presencia marroquí en el Sáhara. En una audiencia del comité del congreso se condenó claramente a Marruecos por la ocupación, la explotación y la violación de derechos humanos en el Sáhara. Incluso se comparó la relación de Marruecos con el Sáhara a la de Saddam Hussein y Kuwait o la de Vladimir Putin y Ucrania. Entretanto, Susan Rice, la representante de EE.UU. ante la ONU, dirigió en 2014 la iniciativa para apoyar el mecanismo de vigilancia de los derechos humanos de la MINURSO.

Francia puede ser otro potencial estado “protector”. El término “protectorado” sugiere irritación hacia las políticas francesas que presionan a Marruecos para aceptar una presencia económica y cultural y una cooperación trans-mediterránea en materia de seguridad, con el fin de garantizar el veto francés ante las resoluciones de la ONU negativas para Marruecos.

Un posible tercer “protector” es España. El congreso español votó a favor de una resolución de la ONU para alentar la autodeterminación como solución. Además, la visita de Ban a Tindouf se vio facilitada por el generoso ofrecimiento de España que puso a su disposición un helicóptero militar. Además, en especial para que fuera oído por franceses y americanos, el rey Mohammed habló de un giro estratégico hacia Rusia, China y la India.

En un tiempo de cambios sin precedentes, la movilización pública marroquí, en particular hacia la ONU, ha enviado el mensaje de que la cuestión del Sáhara afecta al país en su conjunto, y que las polémicas sirven solamente para ensuciar aún más el papel de la ONU en los conflictos del MENA. El principal cambio que necesita la región es un tratamiento equilibrado. De lo contrario, el despotismo, la radicalización y el atraso ganarán más terreno, a pesar de que se trata de los enemigos a los que los poderes extranjeros y locales afirman estar combatiendo.

 

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