Desde el principio de la campaña militar dirigida por Arabia Saudí en Yemen, los medios de comunicación británicos han prestado mucha atención al acuerdo armamentístico entre Inglaterra y Riad. Después de EE.UU., Inglaterra es el segundo proveedor de armamento de Arabia Saudí, lo que resulta fuente de preocupación para la opinión pública británica. Ha habido numerosas campañas de ONGs como Oxfam o Amnistía Internacional intentando revertir esta situación. Pero para su frustración, han demostrado ser inútiles. En febrero, el Parlamento Europeo aprobó un embargo de armas contra Arabia Saudí; no solamente no era vinculante, sino que llegó tan sólo días después de que el primer ministro británico David Cameron alabase el acuerdo armamentístico al que se había llegado durante una sesión de preguntas y respuestas en la sede de British Aerospace (BAE) en Preston. “Puedo ver cómo construyen los aviones justo aquí detrás de mí,” les dijo a los trabajadores. “Tenemos más trabajo por hacer en Arabia Saudí”.
Después de que el secretario de exteriors Philip Hammond escribiera al presidente del Comité Internacional de Desarrollo, Stephen Higgs, sobre la preocupación por el nivel de la venta de armas británica a los saudíes hubo un brote de indignación. “No existe un riesgo claro de que Arabia Saudí pueda emplear las exportaciones del Reino Unido para cometer violaciones serias de la ley humanitaria internacional,” aseguraba Hammond en el escrito. “Arabia Saudí estuvo y sigue estando genuinamente comprometida con el cumplimiento de dicha ley”.
El parlamentario Tobias Ellwood defiende desde hace tiempo la prohibición de la venta de armas a Arabia Saudí, y es un referente para las ONGs que se centran en la política británica de defensa. En enero, obtuvo un informe que contenía pruebas que demostraban que los houthis habían fabricado pruebas contra los saudíes, culpando a Riad de víctimas que habían causado ellos. Las ONGs no se hicieron eco de esto, ni verificaron estas informaciones. Las palabras de Ellwood fueron citadas por los medios y después barridas bajo la alfombra por tales organizaciones, a pesar del hecho de que había mencionado la cuestión de la venta de armas británica, a la que continuaba oponiéndose de forma vehemente. Solamente se le ignoró cuando se refirió a la cuestión de la corrupción y de las violaciones de derechos humanos del bando houthi.
Es imposible e inmoral negar que los bombardeos han causado víctimas civiles en Yemen. Los ataques contra escuelas, hospitales, viviendas y fábricas de leche han causado una cantidad significativa de daños humanos y estructurales, y la opinión pública británica tiene derecho a indignarse si su gobierno vende armas a los saudíes, que estarían perpetuando el conflicto. Sin embargo, quienes hacen campaña deberían preguntarse si lo que tratan de alcanzar es un cambio en la política británica que tenga impacto sobre uno de los muchos asuntos que afectan a Yemen, o si han de incluir también voces locales y regionales y aprovechar la diversa y activa diáspora yemení en sus esfuerzos por lograr la paz y la estabilidad interna en Yemen.
Dado que el armamento británico está en el epicentro de la campaña con respecto a Yemen en Inglaterra, las voces de quienes se ven envueltos en el conflicto interno están quedando amortiguadas. Esto significa que la campaña se centra más en Inglaterra y no tiene tanto que ver con Yemen. Precisamente esta semana salió en The Guardian un artículo que culpaba de la guerra en su conjunto la falta de conciencia del Partido Conservador. Aunque es verdad que los conservadores se dejan guiar por los beneficios en lugar de por la conciencia, en particular en lo que se refiere a la venta de armas, el artículo estaba escrito claramente con el fin de condenar al partido gobernante; y no para defender la paz interna y la estabilidad en Yemen a través de la profundización en su compleja historia y en su orden sociopolítico diverso, aunque volátil. La frustración embarga a las múltiples voces que quieren ser escuchadas por quienes supuestamente hacen campaña por ellas. El espectro va desde las tribus a los partidos políticos, pasando por quienes se han visto maltratados por los houthis y por la facción a favor de Saleh. Incluso los ciudadanos de Adén, que han sufrido la incompetencia del gobierno yemení a la hora de hacer segura la provincia tras la retirada de los houthis y de las fuerzas de Saleh. La cuestión del separatismo, de la que sólo los yemeníes tienen algo que decir, constituye uno de los principales debates dentro de la comunidad, y está siendo ahogado. Hacer campaña por Yemen y excluir a estas voces apunta a que la campaña británica por el país está empañada por el complejo del salvador blanco, en lugar de centrarse en el empoderamiento de las voces yemeníes para poner fin a las fracturas internas y recuperar el control del país.
Si el objetivo de la campaña es verdaderamente lograr un Yemen más seguro –y no hacer un estudio del que derivar un cambio político en Inglaterra-, entonces la inclusión de los políticos locales yemeníes constituye un imperativo, incluso en tiempos en los que no resultará beneficioso para la narrativa de la mayoría de medios británicos, en tanto que implica hablar de los crímenes houthis y de la obsesión de Saleh con el poder. El conocido activista yemení residente en Londres Baraa Shiban me dijo que la cobertura de los medios británicos convencionales no sólo oculta el principal motivo por el que Yemen se ha hundido en el caos, sino que también confunde al público con respecto a lo que verdaderamente está pasando. “Los ingleses no saben que es la población local la que está defendiendo sus tierras y sus casas luchando contra los houthis y las fuerzas de Saleh, y no los soldados saudíes”. También cree que el papel de Saleh en el conflicto ha sido pasado por alto completamente; el antiguo presidente, sin embargo, sigue siendo uno de los principales factores que han “sumido el país en el caos”.
La falta de una perspectiva local no es algo limitado a la campaña contra la venta de armas. Los cargos políticos también han caído en esta trampa. Uno de los ejemplos más famosos se produjo justo cuando Saleh estaba a punto de dimitir. El entonces secretario de exteriores William Hague expresó su profunda preocupación ante la dimisión de Saleh, diciendo que Yemen se convertiría “en una amenaza mucho más seria” para la seguridad nacional británica. La principal preocupación era que si Saleh dimitía se crease un vacío de poder que permitiese el crecimiento de Al-Qaeda, a pesar de que su mismo liderazog perpetuase la propia inestabilidad que permitía el florecimiento del terrorismo en Yemen. Sabemos ahora que el régimen de Saleh ha alentado de hecho el crecimiento de Al-Qaeda, y que miembros de su propia familia han financiado al grupo terrorista. Entre ellos se cuenta personal militar de alto rango como Ammar Saleh, sobrino del expresidente y vicedirector de la Oficina de Seguridad Nacional.
Al borrar estos detalles en el análisis de Yemen o en el activismo a favor de los yemeníes, quienes hacen campaña no están sólo borrando el hecho de que hay una crisis humanitaria inducida por partidos internos, aparte de la ofensiva dirigida por Arabia Saudí, sino que están ahogando las voces que los yemeníes, que necesitan más que nunca ser escuchadas. No está mal que la opinión pública británica tenga derecho a decidir a quién le vende armas el gobierno, pero es inaceptable que lo haga hablando en nombre de otro país cuyas voces y debates locales son silenciados hipócritamente.