Francia es una maestra a la hora de retorcimientos retóricos, en lo que respecta a la próxima conferencia –que ahora servirá también a los intereses israelíes al ampliar la narrativa del terror vinculada a Daesh y adherirla, sin ningún escrúpulo, a Palestina-.
Desempeñando su papel en una empresa diplomática que con total seguridad dañará aún más los intereses palestinos, el ministro de exteriores francés Jean-Marc Ayrault pronunció un discurso en el aeropuerto Ben Gurion, tras visitar tanto al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu como al presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas. Declaró: “Para nosotros está claro –y se lo dije a Netanyahu- que no podemos cumplir con el papel de ambos bandos. Tendrán que implicarse en negociaciones directas, pero, dado que el proceso está estancado, necesitarán ayuda externa”.
“Francia no tiene intereses ocultos, pero está profundamente preocupada por no dejar que las ideas del Estado Islámico [Daesh] prosperen en la región; tenemos que hacer algo,” añadió Ayrault.
Los roles, las expectativas políticas y la aquiescencia son totalmente evidentes. Tal y como se podía prever, la AP ha asumido la actitud habitual de gratitud y compromiso, en tanto que el ministro de exteriores de la AP Riad Al-Maliki en sus comentarios pasó por alto Palestina y se centró en Francia. “Deseamos el éxito para Francia y para sus esfuerzos, ya que los esfuerzos de Francia son los únicos que ahora mismo están sobre el terreno y podrían alcanzar finalmente el resultado de impulsar hacia adelante el proceso político en esta etapa”.
Claramente, la imaginación política de la AP se limita a la extensión del proceso de colonización a través de una colaboración voluntaria y servil, en lugar de apoyar otras acciones sobre el terreno, incluida la legítima resistencia armada. Hamás ha articulado una postura clara con respecto al espectáculo propuesto, señalando las ambigüedades y argumentando de forma clara acerca de lo que constituye una legitimidad válida. El movimiento ha expuesto la falacia que supone optar por las propuestas internacionales que han demostrado una y otra vez la intención de forzar a la población colonizada a someterse a una serie de imposiciones a cambio de la legitimidad internacional, que, en el caso de Palestina, se confiere o se desecha de acuerdo con agendas colonialistas e imperialistas.
La referencia de Francia a Daesh evoca los comentarios de Netanyahu comparando erróneamente la resistencia de Hamás con la red terrorista que se ha hecho con el control de una violencia cambiante con posterioridad a la Primavera Árabe. La conveniencia de la metáfora de la “guerra contra el terror” aplicada a Palestina es peligrosa. Si Abbas está dispuesto a permitir esta fusión de narrativas, la AP es culpable de permitir que otro discurso falso oscurezca la historia y la memoria palestinas. Pero por desgracia es de suponer que la AP permitirá semejante distorsión con el fin de salvaguardar su corrupta existencia.
Finalmente, la manipulación francesa de la historia y de los acontecimientos ha servido para destacar un hecho principal que ocurre de forma regular. La negativa de Netanyahu a negociar siempre se yuxtapone a la actitud servil de la AP. Los palestinos tienen alternativas válidas. Éstas, sin embargo, son difamadas, demonizadas y rehuidas por la comunidad internacional y por su preferencia por Abbas, que encarna el concepto de las concesiones. No es una sorpresa que Francia haya expresado su rechazo a “cumplir con el papel de ambos bandos”. Dadas las circunstancias y los actores políticos, puede continuar con su papel de falso apoyo a Palestina, mientras que dedica sus esfuerzos al proyecto colonizador israelí.