La cuestión más relevante durante esta nueva fase en Turquía, que comenzó con la repentina decisión del primer ministro Ahmet Davutoglu, es la reforma de la Constitución, de un sistema parlamentario a uno presidencialista o semi-presidencialista. Este asunto será la principal prioridad de la lista del nuevo gobierno que se formará tras Davutoglu.
Hay una serie de nombres de potenciales sucesores sobre la mesa. El que más destaca es el del ministro de transportes Binali Yildirim. Los medios de comunicación turcos han informado de que según los sondeos de opinión realizados dentro del Partido de la Justicia y el Desarrollo, en los que participaron los líderes de las delegaciones provinciales y municipales, escogen a Yildirim como la mejor elección. Esto sucede antes del congreso extraordinario en el que será elegido el nuevo líder de la formación y primer ministro de Turquía.
Pasada esta semana, el Partido de la Justicia y el Desarrollo centrará sus esfuerzos, bajo el nuevo líder, en el cambio de la constitución. Utilizará cualquier medio legítimo para impulsar esta transición de un sistema parlamentario a un presidencial, o bien preparando el borrador de una nueva constitución o a través de una reforma constitucional que resuelva el problema, al menos parcialmente, por ahora.
Nurettin Canikli, vicepresidente del grupo parlamentario del Partido de la Justicia y el Desarrollo, declaró la semana pasada que la formación presentaría al parlamento una reforma constitucional a mediados del mes que viene. En esta reforma se incluirían cuatro o cinco artículos que darían al presidente la autoridad de actuar como el líder de un partido político. Sin embargo, el presidente del Comité Constitucional del parlamento, Mustafa Sentop, habló al periódico Estrella de Turquía de una nueva idea, como parte de la cual cada partido político representado en el parlamento haría un borrador de una constitución basada en sus estándares y criterios, siendo presentadas al público turco las cuatros constituciones para una decisión final.
La actual constitución turca fue escrita por el ejército tras el golpe militar de 1980 dirigido por el general Kenan Evren. Desde entonces, muchos de sus artículos han sido reformados, pero aun así sigue necesitando cambios radicales para adaptarse a las reformas democráticas y a las necesidades de los tiempos actuales. Es mejor reemplazarla con una constitución nueva más democrática, a través del consenso de los partidos representados en el parlamento. Sin embargo, en vista de la actual situación política, esto es prácticamente imposible. Por lo tanto, el AKP debe intentar lograr todo lo que pueda en términos de cambiar la constitución en base al dicho de que “lo que no puede ser obtenido en su totalidad, no debería ser abandonado por completo”.
El actual líder del Partido Popular Republicano (CHP) Kemal Kilicdaroglu ha comenzado a hablar recientemente de la imposibilidad de que Turquía transite hacia un sistema presidencial sin que haya derramamiento de sangre. Estas declaraciones vienen a confirmar que el líder del principal partido de la oposición no confía en la voluntad del pueblo turco y no cree en la constitución, puesto que la actual constitución, que Kilicdaroglu defiende y se niega a cambiar, le da al parlamento la autoridad de reformarla o de redactar otra nueva. Si, por ejemplo, el AKP y el Partido del Movimiento Nacionalista acuerdan la aprobación de una reforma constitucional y la presentan a referéndum público, y más del 50% de los votantes la apoyan, se convertirá automáticamente en parte de la constitución y todo el mundo habrá de adherirse a ella.
Los comentarios de Kilicdaroglu también indican que es consciente de que el pueblo turco no le elegirá como presidente en ningunas elecciones libres y justas. De lo contrario, no rechazaría la idea de una transición de un sistema parlamentario a uno presidencialista con tanta ferocidad. Sin embargo, los provocadores comentarios y las amenazas vacías de Kilicdaroglu no pueden detener el curso de los acontecimientos.
Nada parece indicar por el momento que sean previsibles unas elecciones anticipadas. Sin embargo, si todos los intentos de reformar la constitución para ir hacia un sistema presidencialista fracasan, es posible que se produzca una crisis política cuya solución ideal pase por volver a las urnas y darles la palabra a los ciudadanos. Sabemos que el pueblo turco es hábil a la hora de resolver sus crisis políticas a través de elecciones, castigando a los partidos que complican la situación y crean problemas, como han puesto en evidencia los últimos comicios.