Los acontecimientos que han tenido lugar en Turquía a lo largo de los últimos días no constituyen en ningún caso noticias habituales. Por primera vez, el líder de un partido dimite, o más bien, es expulsado de su cargo en el momento cumbre de su éxito, como demuestra la situación económica del país a pesar de las presiones internas y externas.
Otros han escrito ya sobre las tensiones entre el presidente turco y el primer ministro, y las divergencias existentes entre ambos hombres sobre los poderes que le corresponden a cada uno, en un sistema en el que actualmente no puede haber dos líderes. Se ha hecho evidente que Davutoglu fue expulsado en contra de su voluntad.
Lo que ha ocurrido, a fin de cuentas, resulta democrático, a pesar de que muchos crean lo contrario. La mayoría del partido gobernante (el AKP) aprobó la decisión que llevó a la dimisión de Davutoglu. Daba la impresión de que su presencia era solamente decorativa, o que era una cara visible para las decisiones que tomaban otros. Y sin embargo, la forma en la que tuvo lugar la dimisión fue contraria tanto al estilo del Partido de la Justicia y el Desarrollo como a los deseos de la gente acerca de cómo habrían deseado que se produjera este paso en cuestión.
Finalmente, Davutoglu anunció su despedida final de escena independientemente de la voluntad del partido o de su decisión de pedirle que lo hiciera. Da la impresión de que había una falta total de harmonía con la presidencia. Por lo tanto, es evidente que existen diversos enfoques con los que podemos aproximarnos a la cuestión y analizar cómo va a afectar el futuro. ¿No había ningún modo de resolver el conflicto hallando una posición intermedia? ¿Y por qué los intermediarios que trataron de convencer a Davutoglu de echarse atrás en su decisión no lo lograron? En particular, dado que la opinión pública es consciente de cómo ocurren los cambios dentro del partido gobernante. Esta decisión sin duda ensombrecerá tanto a la propia formación como los juicios que haga la oposición en el futuro. Algunos individuos temerán también por el futuro del partido, dependiendo de quién sustituirá a Davutoglu.
Tras esta decisión sin precedentes, ha comenzado la búsqueda de un beneficio político para el partido, el gobierno y/o la presidencia. Más allá de la cuestión de los desacuerdos personales, el problema del AKP es ahora conseguir el número de escaños que le permitiría aprobar el referéndum constitucional en el parlamento (367 de 550), o los suficientes al menos para tener una mayoría (330 escaños). Por este motivo, harían falta casi 14 diputados para alcanzar el requisito mínimo de 316 escaños. En el caso de que esto no se materialice, existe otra opción alternativa, en la que no se puede depositar confianza porque requeriría que todos los diputados del AKP voten en secreto.
Por esta razón se propuso la idea de las elecciones anticipadas como posible salida de la actual situación de estancamiento, a pesar de que las informaciones procedentes del presidente turco apuntan a que no habrá otros comicios prematuros salvo en una situación de emergencia. El motivo es la necesidad de asegurar la estabilidad y el desarrollo de la escena política y de la economía. Sin embargo, da la impresión de que el actual estado de las cosas en Turquía ha abierto el apetito de la gente con respecto a esta posibilidad.
Debido a su fracaso a la hora de apartar al AKP del poder, aparte de su incapacidad de formar una coalición viable con otros partidos el junio pasado, todo apunta a que los dos principales partidos de la oposición en el parlamento, el CHP y el MHP, están experimentando gran número de problemas internos, así como un declive en su popularidad.
El MHP ha experimentado problemas durante meses, desde que sus miembros pidieran a la organización una renovación de la estructura fundacional, lo que incluye la elección de un nuevo presidente aparte de Devlet Bahceli, que ha dirigido el partido desde 1997. La demanda popular no ha obtenido una respuesta exitosa, y la oposición interna dentro del partido ha sido ignorada también. La cuestión ha alcanzado los tribunales y Bahceli se enfrenta a otras cuatro candidaturas al liderazgo del partido y una petición con más de 543 firmantes. Un tribunal incluso emitió una sentencia que declaraba ilegítimo el marco fundacional y directivo del MHP. Los cuatro candidatos que se oponen a Bahceli han anunciado recientemente que han adquirido otras 748 firmas en apoyo de una renovación orgánica del partido a partir del mes que viene.
La decisión del tribunal está ahora a la espera del veredicto del Tribunal Supremo. El apoyo subliminal o invisible de los medios de comunicación a Erdogan es proporcionado bajo el pretexto de que el AKP está amenazado por la oposición, que ha tratado de hacerse con el control del antiguo partido. También hay rumores de que el AKP y/o Erdogan apoyan el mandato de Bahceli. La verdad es que más allá de la validez de esta posibilidad, el actual caos beneficia al AKP por diversos motivos. Pero la cuestión sigue siendo que el movimiento opositor está debilitado y permanece fragmentado por cuestiones internas. Muchas personas han mirado en la dirección del AKP con la esperanza de que ofrezca un compromiso en términos de la reforma constitucional. Varios factores indican que esto podría ocurrir, potencialmente, o, al menos, que existen varios cambios positivos que podrían derivarse a partir del nuevo liderazgo del partido.
A la actual crisis interna del MHP hay que sumarle que el HDP (el Partido Popular Democrático) ha perdido popularidad debido a su apoyo al PKK kurdo, considerado en Turquía una organización terrorista. El HDP se encuentra ahora con menos del 10% de la intención de voto, el mínimo que necesita para poder entrar al parlamento. En resumen, incluso si las elecciones anticipadas evitasen que el partido entrase a la cámara, existiría la posibilidad de que los kurdos se presentaran como independientes, lo que implicaría que la mayoría de los votos irían para el Partido de la Justicia y el Desarrollo. Por lo tanto, el AKP sería capaz de asegurarse el número de votos necesarios para controlar la presidencia y aprobar el referéndum constitucional.
Aunque es cierto que el discurso oficial del AKP prohíbe la mención de las elecciones anticipadas sin que exista una causa de fuerza mayor, y aunque semejante convocatoria crearía aún más confusión en Turquía, el resultado de tales comicios no produciría cambios concretos. Los votantes podrían advertir al AKP del riesgo de convocar otras elecciones anticipadas sugiriendo la posibilidad de un resultado similar al de los comicios de junio pasado. La mayoría no permitirá que la reforma constitucional sea aprobada sin presentar batalla. A pesar de todo, no se puede pasar por alto que se trata de una oportunidad excelente para Erdogan y para el sucesor de Davutoglu para asegurar la implementación de unas reformas constitucionales necesarias para el futuro de Turquía.
Este escenario, a pesar de sus peligros y a pesar de aquello en lo que se basa o aquello a lo que abre la puerta, puede explicar el motivo por el que el AKP estaba dispuesto a cambiar de líder. El precio a pagar, sin embargo, ha sido elevado para el arquitecto de la política exterior tuca. Algunos han llegado a afirmar que ya hay una fecha para las nuevas elecciones al parlamento, pero esto está aún por ver y se verá influenciado por una serie de factores y estadísticas, de cálculos de ventajas y desventajas.