Shatha Khalil
El fotógrafo japonés Ryuichi Hirokawa cuenta que el descubrimiento de los restos de poblados árabes cerca de un Kibbutz en el que se había enrolado tras acabar la universidad fue lo que le inspiró para coger una cámara y descubrir y documentar la historia.
De adolescente, Hirokawa sacaba fotos durante las excursiones con amigos a las montañas de Japón, documentando detalles de pueblos aislados, Hiroshima o el problema de los ciegos en el país. Aunque más tarde “se olvidó de las fotos”.
“En 1967, al acabar la universidad, fui a Israel,” explica. “Me apunté a un Kibbutz. En Japón escribían que todos los Kibbutz eran el paraíso”. Pero la Guerra de los Seis Días le llevó a cuestionar esto.
“En Japón nos enseñaron que la guerra es mala, pero allí la gente la estaba celebrando,” rememora.
Palestina a través de la lente de los medios
Una conferencia de dos días organizada por el Fórum de Medios Palestinos en colaboración con MEMO reúne a activistas de más de 50 países para analizar las posibilidades de unir esfuerzos para proporcionar una imagen veraz de la lucha palestina y de sus sacrificios.
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“Cerca del Kibbutz encontré ruinas. Pregunté a la gente de qué se trataba, pero nadie me contestó. Un amigo judío me dijo que estaba escrito en una zona.” Fue en esas ruinas que Hirokawa conoció de pronto la historia del sufrimiento palestino. “Entendí que había una historia oculta en Israel. Busqué a gente que pudiera enseñarme más sobre esa historia”.
“Empecé a encontrar más pueblos y estudié lo que había pasado. Me llevó más de 30 años el hacer fotos y documentales sobre los pueblos palestinos,” explicó.
“Los palestinos me convirtieron en fotoperiodista”.
La experiencia sobre el terreno de este fotógrafo de 72 años no sólo le enseñó sobre la historia de Palestina, sino también le dio una lección sobre la importancia de su trabajo.
Durante un viaje al Líbano en 1982, Hirokawa visitó los campos de Sabra y Chatila, donde se encontró con un padre en duelo. “Había un anciano que me preguntaba una y otra vez “¿Por qué vienes ahora? ¿Por qué no viniste hace un mes?” No podría entender a qué se refería”.
“Entonces comprendí que un mes antes habían matado a su hijo. Dijo: Si hubiera habido aquí un periodista, el soldado no podría haber matado a mi hijo delante de un periodista”.
“Hasta ese momento, yo sabía que un periodista puede sacar fotos e informar, pero ese hombre explicó que puedo proteger a la gente,” explica Hirokawa. La imagen de aquel padre le empujó a entrar en Sabra y Chatila justo después de la masacre.
“Me acuerdo de aquel hombre, y de pensar que sin periodistas ocurren cosas horribles, pero me daba demasiado miedo. Mi cuerpo decía no entres, es demasiado peligroso. Los tanques israelíes bloqueaban la entrada del campo, pero emprendí el camino para entrar.”
“Inmediatamente me encontré con un niño muerto, con cadáveres”.
A pesar del miedo, según cuenta, la imagen del padre que había perdido a su hijo le impulso a “ir, ver y contar”.
“Saqué sólo fotos de cadáveres. Tenía demasiado miedo en aquel momento. Es muy triste que sólo sacara fotos de cadáveres. Luego quise saber los nombres y quería volver a entrar, pero era difícil porque Israel había cerrado el campo,” explica. “Un año después conseguí entrar al campo. Encontré a las familias de las víctimas y escribí sus historias. Cuando terminé, un maestro me preguntó “¿Por qué sólo te interesan los muertos? ¿Por qué no te interesan los supervivientes?” Así que en mi exposición había fotos de la guerra, de la masacre, y 20 fotos de niños”.
Hirokawa ha pasado 30 años documentando los pueblos palestinos, pero durante ese tiempo también ha puesto en marcha el Comité Japonés por los Niños de Palestina, una organización benéfica que permite a la gente apadrinar a huérfanos y apoyarles en su educación construyendo para ellos instituciones educativas en el Líbano.
“La gente quiere ayudar,” explica.