Sameh Rashid
Libia se encuentra en una fase de reestructuración y está experimentando en la actualidad presiones y fricciones constantes entre los principales partidos, así como conflictos de influencia con respecto al futuro del país. En estos están incluidos las facciones regionales e internacionales, cada una de las cuales cuenta con sus propias extensiones y ramas dentro de Libia.
Durante los dos últimos años, los países de la región eran los que estaban más inmersos en la realidad libia, tratándose principalmente de los vecinos inmediatos y de algunos países cercanos. Las naciones extranjeras, en particular las grandes potencias, han estado siguiendo a distancia los acontecimientos, con cierta coordinación o comunicación con los países de la región. Estos dependen en gran medida del enviado de la ONU cuyo papel es estabilizar la situación en general, sin producir cambios sustanciales. En las últimas semanas, Occidente ha enviado varias señales extrañas apuntando en más de una dirección, incluida la posibilidad de una intervención militar directa en apoyo del gobierno de Fayez Al-Sarraj y el levantamiento parcial de la prohibición de suministrar armas a Libia. Todo ello parece sugerir que las principales potencias están moviendo ficha activamente en lo que respecta a Libia, en competencia por los recursos que atesora la región.
Hace unos días, noticias recogidas por fuentes occidentales informaban de que la presencia de miembros de Daesh está aumentando en Libia, y que su cifra en el país excede la de aquellos que se encuentran en Siria. Varios países se reunieron en Viena para discutir el tema de Libia, y se espera que el encuentro finalice con la recomendación de un levantamiento parcial del embargo de armas impuesto a Libia. Poco antes, Washington había anunciado su eventual aprobación, siempre y cuando estas armas se emplearan para combatir a Daesh. Pero dado que el gobierno de unidad nacional todavía no tiene el control, no está claro cuál sería la postura de las fuerzas de Khalifa Haftar y del resto de brigadas y milicias armadas en Libia.
La organización temporal es muy importante en este contexto. ¿Por qué permitir las importaciones de armas ahora, y no antes o después? En la fase anterior, el mundo no emprendió ninguna acción proactiva para hacer Libia más segura o para estabilizarla. Lo único que hizo fue advertir del peligro de Daesh, sin ninguna acción práctica destinada a evitar que alcanzase Libia o algún otro país de la región. Aunque en Libia la situación política fue relativamente estable durante los periodos del Consejo Nacional de Transición y del Consejo General Nacional, cuando Libia tenía un gobierno definido y se esforzaba seriamente por construir un ejército y unas fuerzas de seguridad, lo único que hicieron las potencias extranjeras fue contemplar cómo la situación se iba deteriorando, cómo se resquebrajaba la estabilidad y se extendía el vacío de seguridad. Entonces comenzaron a hablar de la llegada de Daesh a Libia, atribuyéndole al grupo el aumento de la inestabilidad y la falta de seguridad que no habían hecho nada por evitar.
El mantenimiento de la seguridad en Libia requiere la formación de un ejército nacional unificado, que incluya a aquellos que lucharon contra Muammar Gaddafi y a aquellos que no lucharon contra él o que trabajaron para él durante décadas. También es necesario el establecimiento de un sistema político que deje espacio a todas las fuerzas sociales. Esto no se puede lograr apoyando el extremismo creciente, alentando las divisiones, instigando el vacío de seguridad y preparando una intervención militar. Por el contrario, este comportamiento abre un nuevo frente en un conflicto abierto en el que Libia y los libios tienen todas las de perder.