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Omán: un oasis de paz en una región en llamas

La postura de Omán con respecto a las diversas cuestiones regionales es claramente pacífica y difiere de la del resto de monarquías del Golfo.
La bandera de Omán.

En una región fraccionada e inestable, repleta de conflictos, hay un país que aparentemente sale indemne. Resulta significativo que Omán no solamente emergiera intacto de las complicaciones de la Primavera Árabe, sino que también haya esquivado la tensa polarización que ha tomado posesión del resto de Oriente Medio. La postura de Omán con respecto a las diversas cuestiones regionales es evidentemente pacífica y difiere de la del resto de monarquías del Golfo. De hecho, tras esta posición pacífica y única se esconde una colmena de actividad incesante de la que pocos son conscientes.

Como parte de la oleada revolucionaria, en Omán se produjeron una serie de manifestaciones populares, en las que las masas pedían una mejora de las condiciones de vida (una bajada del coste de la vida, menos corrupción, aumento de los salarios y creación de empleo) y más democracia. Las protestas fueron pacíficas y respetuosas con el soberano. A cambio, el sultán Qaboos Bin Said Al-Said aceptó las peticiones y emprendió una serie de pasos para contener la agitación.

Su respuesta inicial fue una reestructuración del gabinete de gobierno y la promesa de otorgar más poderes al consejo legislativo. Entre las medidas diseñadas con el fin de absorber la frustración de los jóvenes, el Diwan de la Corte Real decidió establecer una autoridad independiente de protección del consumidor, mientras que, en paralelo, el sultán se comprometió a crear 50.000 puestos de trabajo en el sector público y a proporcionar una ayuda de 390 dólares al mes para los desempleados. En resumen, logró sobrevivir a las complicaciones de la Primavera Árabe, aunque aún había de enfrentarse a un desafío aparentemente más crítico, el de la polarización.

En medio de las tremendas transformaciones que se estaban produciendo en la región, la polarización –fundamentalmente sectaria- se agudizó entre los dos bandos constituidos por Irán y sus aliados chiíes en Siria y de Hizbolá en el Líbano, por un lado, y Arabia Saudí y el resto de naciones suníes, como Turquía, en el otro. Los estados del Golfo consideran a Irán una amenaza ideológica, mientras que para el gobierno en Teherán son sus contrincantes quienes están alentando un conflicto sectario y distorsionando el foco de conflicto real, Israel.

Así comenzó una crisis geopolítica que amenazaba con convertirse en un conflicto sectario cada vez más amplio. Tras el asesinato por parte de Arabia Saudí del clérigo chií Nimr Al-Nimr a principios de este año, se produjeron ataques contra la embajada y el consulado saudíes en Irán. A consecuencia de ello, Arabia Saudí y sus aliados restringieron las relaciones diplomáticas con Teherán. En marzo, Irán llevó a cabo una vez más ejercicios militares con misiles balísticos, en un claro despliegue de poder. Pocas horas más tarde, Arabia Saudí lanzó unos ejercicios militares masivos con tropas de 20 países musulmanes y árabes: Jordania, Bahréin, Senegal, Omán, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Sudán, Kuwait, las Maldivas, Marruecos, Paquistán, Chad, Túnez, las Islas Comores, Yibuti, Malasia Egipto, Mauritania y la isla Mauricio.

En medio de este dramático giro de los acontecimientos, Omán sigue siendo un oasis de paz alejado de estas tensiones. Cuando el resto de estados del Golfo expresaron su oposición al acuerdo nuclear entre EE.UU. e Irán, Omán no sólo lo apoyó, sino que también acogió las conversaciones secretas entre ambos gobiernos. Su posición neutral le otorga una ventaja única en el papel de mediador. Omán también desempeñó un papel fundamental en la liberación de los tres montañistas americanos detenidos y acusados de espionaje por Irán en 2011. Esto le aseguró al sultán Qaboos la confianza tanto de los americanos como de los iraníes, y les llevó a la mesa de negociaciones a puerta cerrada.

En julio de 2012, Omán albergó el primer encuentro entre los americanos y los iraníes y, nueve meses después, el vicesecretario de estado William Burns se reunió en secreto con su homólogo iraní Majid Ravanchi en Muscat. Los encuentros clandestinos continuaron, mientras que enviados omaníes transmitían mensajes importantes relativos a los términos de las conversaciones entre EE.UU. e Irán. Desempeñaron un papel clave.

Varios incidentes más reforzaron la política independiente de Omán y su posición única con respecto al resto de países del Golfo. De hecho, no se trata de algo nuevo; en los ochenta, Omán acogió las conversaciones secretas entre los protagonistas de la guerra entre Irak e Irán. En Yemen, donde la capital está controlada por los chiíes houthis, la única embajada de un país del Golfo que sigue abierta en Sana es la de Omán.

Omán no participó en la campaña militar “Tormenta Decisiva”, bajo dirección saudí, contra los houthis y las fuerzas leales al expresidente Ali Abdulá Saleh; en lugar de esto, mantuvo abiertas las comunicaciones. También desempeñó un papel central en la repatriación de los restos mortales del piloto marroquí cuyo caza se estrelló en territorio houthi. Por ello, no resultaría sorprendente que Muscat fuera el emplazamiento más lógico para las potenciales negociaciones entre los bandos en conflicto.

Omán ha empleado su neutralidad para desarrollar relaciones de confianza con todas las facciones implicadas en la crisis siria, lo que ha permitido al sultanato actuar como un mediador aceptable. Cuando casi todos los países árabes y del Golfo habían boicoteado y atacado al presidente Bashar Al-Assad, Omán mantuvo relaciones con el régimen. En agosto de 2015, el ministro de exteriores sirio se reunió con su homólogo en Muscat, y el octubre pasado el ministro de exteriores omaní Yusuf Bin Alawi se reunió con Assad en Damasco. El sultanato también actuó como mediador en Argelia el año pasado para ayudar a frenar la expansión de una crisis sectaria que pasó casi desapercibida, entre los amazigh ibadíes y algunos árabes vinculados a la escuela malikí del pensamiento islámico suní.

La postura diferenciada de Omán procede de una profunda consideración con respecto a sus intereses nacionales. Aunque es parte del Consejo de Cooperación del Golfo, comparte territorios con Irán en el estratégico Estrecho de Ormuz. Además, con la actual caída de los precios del petróleo, mantener relaciones con una enorme fuente de gas natural constituye una elección estratégica, sobre todo teniendo en cuenta que Omán cuenta con menos petróleo que otros estados miembros del CCG. Es por ello que la relación estratégica entre ambos países se ha visto reforzada de forma significativa. Muscat y Teherán están desarrollando un gaseoducto submarino de gas natural, y en enero llevaron a cabo ejercicios militares conjuntos.

Omán se resiste a la hegemonía absoluta de Arabia Saudí en el CCG, pero parece que para Riad “perder” Omán no es una opción. La tolerancia de los saudíes para con Omán se debe a una serie de factores; en primer lugar, la política exterior de Omán no es totalmente proiraní, sino que más bien se niega a tomar partido. En segundo lugar, Arabia Saudí no puede prescindir de Omán porque constituye un componente fundamental de la estructura árabe del Golfo, y es parte de una red de intereses y conexiones regionales y globales. Para terminar, los saudíes con seguridad temen la posibilidad de que Omán se aliara finalmente por completo con Irán.

También merece la pena señalar que la denominación religiosa oficial de Omán se corresponde con la escuela de pensamiento ibadí, a la que se adscribe casi el 70% de la población; es una de las más tolerantes del islam. Así, tiende a buscar el equilibrio entre las diversas facciones en la región y evitar la supremacía de una secta sobre otra. Considera la escalada del conflicto sectario entre chiíes y suníes como una catástrofe para el mundo islámico.

A pesar de todo esto, la postura pacífica de Omán no siempre es bien recibida por el resto de estados del Golfo. Muchos yemeníes acusan a Muscat de respaldar a los houthis y de actuar como peón de Irán. Arabia Saudí también está irritada desde hace tiempo con los lazos y el papel desempeñado por Omán, al considerar que han minado sus esfuerzos por aislar a Irán.

Por cuánto tiempo este oasis de paz puede continuar manteniendo esa índole es algo discutible. El sultán Qaboos Bin Said Al-Said tiene más de setenta años; asumió el poder en 1970, pero no tiene hijos ni hermanos, y aún no ha nombrado a un sucesor. En el caso de que muera antes de haberlo hecho, su ausencia podría crear un vacío de poder de resultado incierto, no sólo para Omán sino también para el resto de la región.

Una versión previa ha sido publicada en eastonline.eu.

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