Las declaraciones del ministro de exteriores saudí Adel Al-Jubeir al diario francés Le Figaro en relación a la prioridad de la guerra de su país en Yemen contra Al-Qaeda y Daesh, dejando fuera a los hutíes y considerándolos vecinos de Arabia Saudí, no constituye sino una expresión del caos y de la confusión que reinan en la estrategia y en la visión saudíes. Estas prioridades pudieron subir al escenario gracias a la operación militar Tormenta Decisiva. Sin embargo, si Arabia Saudí retrocede en materia de prioridades para la operación, que incluyen acabar con el golpe de estado y restaurar la legitimidad en Yemen, el reino y el resto de países que participan en la alianza estarán cometiendo un suicidio político.
Esto nos autoriza a decir que los indicadores que muestran los derroteros que está tomando la escena política en Yemen y en toda la región resultan decepcionantes y no dan lugar al optimismo en cuanto al futuro de la zona. Es un futuro incierto, marcado por las pérdidas y por los combates en todos los frentes árabes, de Irak a Siria y de Yemen a Libia.
Irán, junto con sus armas sectarias, es el principal actor en estas áreas. Sin embargo, estas armas no son más fuertes que aquellas que yacen escondidas en el tejido social de las sociedades del Golfo, es decir, lo que se conoce como las versiones o copias de Hezbolá saudíes, bahreiníes, kuwaitíes, etc. Estos grupos comenzaron a operar en secreto a comienzos de los 80 y se encuentran ahora mismo en estado durmiente aguardando el momento decisivo.
En cuanto a los hutíes, no son sino la versión más reciente y actualizada de las exportaciones de la revolución de Khomeini. Son la versión más peligrosa y poderosa, incluso más que Hezbolá o la Unidad Quds mismas. Esto se debe al trasfondo doctrinal e histórico en el que se basa su idea sectaria, más dinámico que ningún otro. Su fuerza y peligro emanan también de los eslóganes que promueven y de sus agendas secretas, que suponen una amenaza para la seguridad y la estabilidad de la región.
No estamos exagerando la fuerza o el poder del grupo, sino que estamos describiendo una realidad que ha sido impuesta, en la que el grupo tiene una clara agenda para sí mismo y para la región. El grupo ha expresado su agenda a través de los últimos diez años de guerra constante, que lo han vuelto más capaz de maniobrar y más determinado, en vista del caos interno en Yemen y de la ausencia de unas verdaderas fuerzas nacionales que pudieran enfrentarse a este estado caótico. Este caos no ha podido ser transformado en estabilidad debido a la estrechez de miras doctrinal y dogmática que controla el comportamiento de este grupo y de sus miembros, así como su visión de los hechos y la de su padrino iraní.
La actual movilización de las minorías sectarias en la región árabe no tiene precedentes en la historia árabe, y es similar a las primeras fases del golpe contra el estado Omeya. Opera en base al “engaño” del derecho hereditario a gobernar por la fuerza. Esta creencia impulsa a los grupos sectarios chiíes y es promovida por los grandes medios de comunicación, que poseen cientos de canales, páginas web y periódicos, en comparación con los medios que se le oponen. Los canales más importantes han sido empleados de forma indirecta para servir a la agenda de la Guardia del Jurista Islámico (Wilayat Al-Faqih).
Volviendo a los hutíes y a la ilusión de que se les puede contener, la primera señal de esto apareció en las declaraciones de Al-Jubeir, y antes, en las negociaciones bilaterales entre Arabia Saudí y los representantes hutíes en Dhahran. Estas negociaciones terminaron con la tregua en la frontera saudí-yemení, el intercambio de prisioneros entre ambas partes y el impulso a que los rebeldes y la facción legítima comenzaran a negociar en Kuwait. Todo esto indica que hay entendimientos entre ambas partes, lo que ha llevado a algunos a creer erróneamente que se puede llegar a una paz permanente o algo similar. Sin embargo, el principal problema y el motivo por el que Arabia Saudí fue a la guerra en Yemen es la restauración de la legitimidad que fue derrocada y la protección de su seguridad nacional de cualquier amenaza que pueda hacer peligrar su existencia geopolítica.
Los hutíes ya no son un grupo yemení, por lo menos en el sentido de sus decisiones y de su dirección. Son una mera carta, igual al resto de las cartas, en la mano de Teherán, jugada en Bagdad y en Saná. Los hutíes no son más que una rama militar gestionada directamente por los altos cargos de la Guardia Revolucionaria iraní. Son ellos quienes están dando la orden de fuego y los que están actuando prácticamente como líderes militares en Yemen, nombrados por el Líder Supremo Ali Khameini.
Estos hechos ya no son ningún secreto, y se están viendo reforzados a diario debido al estado de pérdida y caos experimentado por la facción legítima respaldada por el Golfo y por Arabia Saudí. Esto se debe a la carencia de una visión integral para el escenario yemení. Se están planteando preguntas como: ¿Qué hacemos ahora? ¿Qué es necesario ahora mismo? ¿Cómo? Este estado de confusión, causando por el gran vacío, ha tentado a Irán a expandir sus proyectos y agendas estratégicas en un área que carece de fuerzas para implementar un proyecto árabe tras la consunción de Irak, la caída de Siria, y el caos y la pérdida en Egipto, durante la fase más peligrosa en la historia árabe desde Sykes-Picot.
Los peligros de este momento se ven intensificados por la insistencia internacional y de la ONU para el éxito de las negociaciones que nacieron muertas en Kuwait el 18 de abril. Las conversaciones han entrado ahora en su cuarta semana y no ha habido progresos significativos, a pesar de las presiones que buscan legitimar el golpe hutí. Esto conduciría al comienzo de una fase de gobierno de minoría sectaria, lo que parece relativamente probable en vista de la situación actual y de las aproximaciones y la armonía entre Irán y Occidente, y la tensión entre Occidente y Arabia Saudí en particular. Se puede aplicar particularmente a EE.UU. y la nueva crisis relativa a la aprobación por parte del Congreso de una decisión que permite a las víctimas del 11-S denunciar a Arabia Saudí. Arabia Saudí respondió con una potencial retirada de sus inversiones del mercado americano.
Nuestros hermanos del Golfo pronto se darán cuenta de la extensión del engaño que sufrieron a manos de los lobbies iraníes, que han actuado bajo una serie de disfraces y que insisten en crear un cisma entre los gobernantes del golfo y las fuerzas sociales que se oponen al proyecto iraní y a su expansión en la región. Este cisma adopta la forma de la paz en Yemen, que en última instancia significa la entrega de Yemen a los mulás de Qom, tras todos los sacrificios realizados, exactamente igual que en el pasado fueron entregadas Bagdad, Beirut y Damasco. A ojos del proyecto iraní, todo esto no es más que una fase en el camino hacia el gran proyecto imperial iraní en la región árabe, y los hutíes son para ello una de las herramientas más importantes.
Traducido de Al-Araby Al-Jadeed, 24 de mayo de 2016