El Grupo de Estados de Europa Occidental y Otros (WEOG) ha nominado a Israel para que asuma la presidencia del Sexto Comité de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Según la ONU, éste es considerado “el foro primordial para la consideración de cuestiones legales en la Asamblea General”.
Si hubiera que refutar pruebas de que la ONU es un instigador y colaborador primario con las violaciones de la legalidad internacional, esta noticia sin duda hubiera causado furor. Sin embargo, dada la complacencia de las instituciones internacionales para con Israel, su nominación por parte del WEOG no resulta sorprendente. A fin de cuentas, en 2014, el grupo regional hizo presión para la inclusión de Israel debido a su supuesto aislamiento internacional; un gesto que fue aplaudido por EE.UU.
En 2014, Israel también fue el candidato del WEOG para presidir el Cuarto Comité de Descolonización de la ONU, una farsa que se burlaba de las declaraciones de la ONU acerca de la erradicación del colonialismo, mientras que respaldaba a un colonizador como autoridad para poner fin a la maldición. De haberlo intentado, no podría hacer salido algo más surrealista.
La Dra. Hanan Ashrawi, del Comité Ejecutivo de la OLP, condenó la nominación de Israel y pidió al WEOG que la retirara. Según se la citó en Ma’an, Ashrawi declaró: “Es irónico que Israel, un estado que continúa infringiendo la legalidad y las convenciones internacionales, la ley humanitaria internacional e incontables resoluciones de la ONU, haya sido nominado para presidir un comité leal cuyo objetivo es promover la legalidad internacional y proteger los derechos humanos y las libertades básicas”.
Ashrawi enumeró una serie de violaciones que se están cometiendo ahora mismo por las que habría que exigir responsabilidades a Israel. Entre ellas, se cuenta el asesinato extrajudicial de civiles palestinos, al que Israel ha dado especial relevancia y que, en consecuencia, ha sido tácitamente aprobado por la comunidad internacional, que resulta ser muy selectiva cuando se trata de definir a agresores y a víctimas.
Por desgracia, en las noticias recientes hay más correlación que ironía. La ONU existe como un instrumento de conflicto perpetuo, en tanto que difunde su ambiguo papel como defensora de la paz. De aquí que la aceptación de lo que parece ridículo dentro de una argumentación lógica no suponga una contradicción dentro de los parámetros de la ONU. Tal disonancia se produce de forma regular, y su resultado es un escenario en el que las declaraciones de Israel acerca de esquivar la legalidad internacional han sido ahora asimiladas hasta tal punto que la ONU acepta y defiende la aberrante postura de Israel y valida sus violaciones a través del respaldo y de la recompensa.
Claramente, la ONU puede permitirse promocionar a violadores de la ley internacional, de la misma forma que la UE está dispuesta a seguir alimentando la demolición israelí de proyectos fundados por la unión sin siquiera una reprimenda. En ambos casos, las resoluciones no vinculantes y los informes con propósitos informativos seguirán acallando la conciencia colectiva e influyendo en su juicio, mientras que Israel goza de su impunidad y de su prominencia global a expensas de la Palestina colonizada. La expectativa de algo semejante a una defensa de la legalidad internacional y de los derechos humanos por parte de las instituciones internacionales va más allá de la fantasía de cualquiera.
El error está en acatar las definiciones que las propias organizaciones se han impuesto con respecto a sus papeles, en lugar de desafiar a la estructura entera, ya sea a través de la construcción de un discurso alternativo que exponga la realidad de la ley internacional, ya sea abandonando la farsa y desafiando los mitos promulgados a través de un rechazo colectivo a reconocer el espectáculo encarnado por la ONU. Palestina se lo merece, aunque sea para combatir el olvido desatado indirectamente por los cargos temporales y relevantes ofrecidos al Israel colonial, que le permiten seguir tratando con desprecio a la legalidad internacional y ser recompensado por ello.