La transferencia de las dos islas del Mar Rojo de manos egipcias a las del reino de Arabia Saudí desató la rabia en Egipto, con cientos manifestándose en las calles y en las universidades. La cuestión se hizo viral en las redes sociales, donde los hashtags #Egiptoesvendido y #Awad_vendió_sus_tierras, en referencia al personaje de una antigua canción egipcia que vende sus tierras, se convirtieron rápidamente en trending topic.
El trato se cerró durante la primera visita oficial del rey saudí Salam Bin Abdulaziz al estado norteafricano en abril, durante la que se firmaron 15 acuerdos, incluido un paquete de desarrollo para el Sinaí y un acuerdo petrolífero de cinco años de duración por valor de 22.000 millones de dólares.
El humorista Baseem Youssef tuiteó: “La isla por mil millones, las pirámides por dos mil, y vienen con dos estatuas de regalo”.
En respuesta a la ira pública, el presidente egipcio Abdul fatah Al-Sisi dijo: “Hemos pagado un alto precio para llegar a donde estamos ahora, y no dejaremos que nadie dañe la seguridad, estabilidad e instituciones de Egipto”. Entretanto, agentes de seguridad rodeaban a docenas de manifestantes, activistas, periodistas y abogados en un intento de reprimir las protestas.
Las islas de Tiran y Sanafir son dos minúsculos trozos de tierra deshabitados, situados en la entrada del Golfo de Aqaba. Tienen una gran importancia estratégica debido a su localización y a la capacidad que ofrecen de controlar la entrada al Golfo de Aqaba y a los puertos de Eilat y Aqaba, en Israel y en Jordania respectivamente.
Imagen: http://www.haaretz.com/israel-news/1.714038
Israel capturó las islas durante la Guerra de los Seis Días de 1967, pero las devolvió a Egipto después de que ambos países firmaran un acuerdo de paz en 1979. En un principio, sin embargo, la custodia de las islas había sido transferida a Egipto a petición del rey saudí Abdulaziz Al-Saud en 1950, ya que el reino carecía de una fuerza naval con la que proteger las islas contra una posible expansión de Israel tras la guerra de 1948.
La aprobación israelí del acuerdo
La aprobación israelí del acuerdo no sólo demostró la cooperación israelí-saudí existente entre bambalinas, sino también las perspectivas de una progresión en las relaciones entre ambos países.
En cuanto al acuerdo, el ministro de defensa israelí Moshe Ya’alon dijo: “Hemos alcanzado un acuerdo entre las cuatro facciones –saudíes, egipcios, Israel y EE.UU.- para transferir la responsabilidad de las islas, a condición de que los saudíes cumplan con lo prometido por los egipcios en el apéndice militar del acuerdo de paz”.
El ministro de exteriores saudí Adel Al-Jubeir declaró a los medios egipcios que su país no mantendría relaciones directas con Israel. Se comprometió, sin embargo, a cumplir con los acuerdos previos entre Egipto y la comunidad internacional.
En un artículo en el diario israelí Maariv, el periodista Yossi Melman escribió: “El consentimiento dado por Israel para que Egipto devolviese la soberanía de dos minúsculas islas, Tiran y Sanafir, a Arabia Saudí, es sólo la punta del iceberg de las fascinantes conversaciones secretas que se han estado produciendo bajo la mesa”.
La relación Israel-Arabia Saudí bajo la mesa
Israel y Arabia Saudí no mantienen vínculos oficiales, pero gozan de una buena cooperación y relación de trabajo a puerta cerrada, al contrario de lo que afirman las declaraciones públicas, diseñadas para cubrir esta realidad en beneficio del consumo público.
Un artículo publicado por The Intercept decía: “En 2009, un cable diplomático del departamento de estado estadounidense ofrecía uno de los primeros vistazos a la creciente alianza entre Israel y los estados árabes del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). El cable citaba al representante del ministerio de exteriores israelí Yacov Hadas diciendo: “los árabes del Golfo creen en el papel de Israel por su percepción de la estrecha relación entre Israel y EE.UU.,” a lo que añadió que los estados del CCG “creen que Israel puede hacer magia”.
Según otro cable, Hadas habría añadido que los estados del Golfo aún no estaban “listos para hacer público lo que decían en privado”.
Sin embargo, parece que en los últimos años ambas partes están dispuestas a hacer público el deshielo de su relación, o por lo menos los signos son ahora visibles.
En un evento del Consejo de Relaciones Exteriores en Washington, antiguos altos cargos saudíes e israelíes no solo compartieron el escenario, sino que revelaron que ambos países habían estado celebrando una serie de encuentros de alto nivel para discutir objetivos estratégicos comunes, en particular en relación a la ascendencia regional de Irán.
El director general del Ministerio de Exteriores israelí Dore Gold (a la derecha) y el antiguo asesor del gobierno saudí Anwar Eshki (izquierda) se dan la mano en Washington DCE, bajo la mirada del antiguo diplomático estadounidense Elliott Abrams.
Imagen: http://www.theatlantic.com/international/archive/2015/06/israeli-saudi-relations/395015/
El príncipe saudí Turki Bin Faisal dio el paso sin precendentes de publicar una columna en un importante periódico israelí pidiendo la paz entre Israel y las naciones del CCG, así como la resolución del conflicto palestino-israelí.
Los eventos en los que el Mossad y representantes saudíes fueron hallados colaborando en un plan de contingencia encubierto contra Irán, los vuelos regulares entre Tel Aviv y Abu Dhabi que atraviesan espacio aéreo saudí, catarí y bahreiní, a pesar de la supuesta prohibición de que los ciudadanos israelíes entren en el CCG, son algunos indicadores de la buena relación entre ambas partes.
En declaraciones a la radio del ejército israelí, el antiguo director del Consejo Nacional de Seguridad israelí Yaakov Amidror, afirmó: “También está claro que Arabia Saudí tiene muchos intereses vinculados a los intereses israelíes. Jordania también, añadiría yo. Creo que existen grandes intereses en común que pueden servir como buena base para varias relaciones”.
Un juego colosal
La creciente influencia iraní en Oriente Medio ya ha sido utilizada previamente como justificación de la cooperación mutua entre Arabia Saudí e Israel. Sin embargo, ante el temor de un “hombre del saco” llamado Daesh, ambas partes están empleando la ocasión para modificar la opinión pública a través de ciertos compromisos que les permitan dar un nuevo paso en su relación. Estos cambios serán evidentes en lo que se refiere a la cuestión palestina.
Desde la aparición de Israel en el mapa mundial en 1948, los estados árabes, otros estados musulmanes, así como las comunidades musulmanas, nunca han aceptado su existencia, y lo consideran un estado ilícito que ha ocupado el territorio de Palestina.
Sin embargo, con la Iniciativa de Paz Árabe, mediada por Arabia Saudí y respaldada por los 22 estados miembros de la Liga Árabe en 2002, comenzó un cambio de paradigma. Los líderes árabes ofrecieron “reconocimiento” del derecho a existir de Israel de forma colectiva, así como la “normalización” de lazos diplomáticos, a cambio de la retirada completa de los territorios árabes ocupados desde 1967.
Hablando de la iniciativa, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu dijo este mes: “Estamos dispuestos a negociar con los estados árabes revisiones de esta iniciativa que reflejen los cambios dramáticos que se han producido en la región desde 2002, pero que mantengan el objetivo acordado de dos estados para dos pueblos”.
A lo largo del año pasado, Israel ha incrementado sus asentamientos ilegales en el Jerusalén Este ocupado y más allá, sus atrocidades y asesinatos también han aumentado en número, además de las restricciones que ha impuesto a los devotos que acuden a la mezquita de Al-Aqsa. Todo esto, apenas ha causado quejas de la comunidad internacional o de los gobernantes árabes. Sin embargo, estas acciones proporcionan una cobertura mayor a las negociaciones que están teniendo lugar entre bambalinas. Cuanto más sufran los palestinos, más posibilidades hay de que las masas acepten cualquier tipo de acuerdo de paz que pueda aliviar su sufrimiento.
Uno esperaría, que, en respuesta, Hamás lanzara cientos de cohetes a Israel, pero esto no ha ocurrido, y, por el contrario, Hamás e Israel están a punto de llegar a un acuerdo secreto de tregua en Gaza –mediado por el antiguo enviado de la UE para la Paz en Oriente Medio Tony Blair, Egipto, Turquía y Catar.
Parece que todos los estados de Oriente Medio están trabajando en normalizar sus relaciones con Israel a puerta cerrada, con la excusa de salvar a los palestinos y a Gaza. Es posible que como parte de este plan se den más contratos como el acuerdo del Mar Rojo.
Un representante turco declaró a la prensa: “Estamos a punto de concluir un acuerdo [de normalización total de vínculos con Israel], pero aún no está hecho y no haré más comentarios… El levantamiento del bloqueo a Gaza constituye nuestra tercera condición”.
Muchos creyeron también que el nombramiento de Hani Mulki como primer ministro de Jordania “probablemente mejoraría los lazos con Israel”.
“Mulki se esforzará por sentar a palestinos y a israelíes a la mesa de negociación y por intentar encontrar una solución final a la causa palestina, lo que muy probablemente será a expensas del pueblo palestino,” reconoció un antiguo ayudante de alto rango dentro del gobierno. Entretanto, la semana pasada Jordania aprobó la “ley de inversiones” que permite a los países extranjeros, incluido Israel, invertir en proyectos estratégicos dentro del país.
Este crecimiento de los lazos entre los estados árabes e Israel corre el riesgo de enfurecer a una opinión pública que ya está aislada de los regímenes gobernantes. Sin embargo, juegan con la creciente hegemonía americana en Oriente Medio.
En cuanto a los palestinos, sus voces verdaderas o las preocupaciones de las masas en el mundo árabe nunca fueron puestas sobre la mesa por los líderes árabes; en lugar de ello, la cuestión fue empleada para lavar su imagen pública. El lúgubre futuro de los palestinos y de los musulmanes en general sólo irá a peor, a no ser que tengan un liderazgo sincero que les represente y tenga una visión que vaya más allá del día de hoy.
En el pasado, los líderes musulmanes veían Palestina como una cuestión vital y se mantenían firmes en ello. Abdul Hamid II, el último sultán del debilitado Imperio Otomano, rechazó las ofertas de Theodor Herzl, fundador del sionismo, de cubrir una parte sustancial de la deuda otomana (150 millones de libras esterlinas en oro) a cambio de una declaración que permitiera a los sionistas asentarse en Palestina.
“Mientras yo viva, no dejaré que dividan nuestro cuerpo; sólo podrán dividir nuestro cadáver,” dijo.
El autor es ingeniero electrónico; entre sus intereses están las relaciones internacionales y la política global. Puedes leer más en su blog.