Cuando International Alert recibió el encargo de diseñar un proyecto de paz que abarcara Turquía, Líbano y Siria, se centraron en el papel que la educación para la paz podría desempeñar a la hora de reducir la vulnerabilidad de los jóvenes sirios ante el reclutamiento para grupos extremistas violentos. Pero lo que significa la paz para alguien que desde Londres contempla el desarrollo de la guerra en Siria, y lo que significa para alguien que la está viviendo, pueden ser dos cosas diferentes.
“Paz, en el contexto de algunas de las comunidades en las que estamos trabajando, es un término con una gran carga. De hecho, evitamos utilizarla, porque paz puede significar rendición, sumisión, para los palestinos-sirios y para los palestinos en el Líbano tiene todas esas connotaciones. Pero también, si hablamos de Alepo, y para algunas de las personas con las que estamos trabajando, paz significaría rendirse ante el régimen o ante la gente que les está atacando,” dice Caroline Brooks, gestora de proyectos para International Alert en Siria.
Las organizaciones asociadas con Alert, que trabajan sobre el terreno en estos tres países, prefieren el término de “servicios comunitarios” a “educación para la paz” o “construcción de paz”. Trabajan con unos 6.000 adultos jóvenes, tanto en las áreas controladas por el régimen como en aquellas controladas por los rebeldes dentro de la propia Siria, para ofrecer a los participantes un espacio seguro en el que discutir sus ideas sobre el conflicto o sobre la diversidad, por ejemplo, y enseñarles estrategias para sobrellevar los traumas psicológicos. Algunos de los programas en Líbano y en Turquía enseñan técnicas tradicionales, como el bordado, para las madres, mientras sus hijos están en los talleres, o cómo montar pequeñas empresas en sus comunidades. A pesar del conflicto psicológico que ocasiona el término, Brooks dice que muchos creen que la paz es posible. Aunque las conversaciones de paz oficiales en Ginebra han sido descritas como una farsa, el proyecto de Alert está firmemente centrado en la construcción de la paz desde la base.
El punto de partida para la implicación de Alert sobre el terreno fue la Fundación Adyan, una organización con sede en el Lïbano. En la actualidad, estiona un Programa Educativo Integrado para la Paz (IPEP) en centros educativos y campos de refugiados por todo Líbano, en el que se ofrecen sesiones de aprendizaje interactivas para niños y adolescentes de 6 a 15 años de edad, en las que 46 facilitadores sirios, hombres y mujeres, enseñan a 1.300 niños. Muchos de ellos se han visto desplazados por la guerra y han sido testigos, en palabras de la gestora de proyectos por la paz Samah Halwany, “de conflictos producidos por una mala gestión de la diversidad”. A través de una serie de talleres, la Fundación Adyan trata de reforzar su paz interna y su resistencia a unirse a cualquiera de los grupos armados que operan en Siria. También pretende prepararles para el periodo post-bélico, para que llegue el momento en el que se encuentren listos para regresar y reconstruir sus comunidades. En los talleres, los alumnos analizan textos religiosos, participan en sesiones de terapia a través del teatro y estudian la historia de la yihad no violenta.
El programa reúne a adolescentes de diversa fe –alauíes, cristianos, chiíes y suníes representan tan sólo a algunas de las denominaciones presentes-. Halwany me explica que su labor se fundamenta en el entendimiento interconfesional y en el refuerzo del sentido de ciudadanía inclusiva. Los propios facilitadores proceden de contextos muy diferentes, reconoce. “Tenemos a aquellos que están con el régimen, a los que están en contra, a los conservadores y a los que no creen en dios”. Algunos de ellos son excombatientes, incluso antiguos miembros de Jabhat Al-Nusra, que han huido de Siria al Líbano. “Al principio se comportaban de forma muy diplomática para aceptarse los unos a los otros, pero ahora se están haciendo amigos y apoyándose los unos a los otros”.
Las mujeres desempeñaron un papel muy relevante a inicios de la revolución, fundando algunas de las mayores organizaciones de base, pero más recientemente se ha producido una notoria falta de mujeres entorno a la mesa de negociación. Es alentador contemplar el relevante papel que desempeñan ahora en la educación para la paz, aunque no cabe duda de que han sufrido bajo la guerra. Muchas de las facilitadoras han sido maltratadas, violadas, o han sido víctimas de abusos sexuales. “Trabajamos con ellas a diferentes niveles, y al final acaban enamorándose de la idea de diversidad, de hablar de paz,” explica.
En algunos casos, los facilitadores llevan el programa más allá de las aulas y ofrecen sesiones adicionales, para asegurarse de que pueden responder a todas las preguntas planteadas por los alumnos. “Nuestros facilitadores se han convertido en personas clave en el seno de sus comunidades,” explica la representante de la organización. La gente que trabaja con refugiados les contacta de forma regular, por ejemplo, para que les ayuden a resolver problemas que se han planteado en los campos.
“Uno de los facilitadores nos dijo que si no fuera por este trabajo y por el hecho de que puede ver que está teniendo un efecto muy positivo sobre su comunidad, estaría en el frente con un kalashnikov,” confesó Brooks.
También de la parte de los alumnos hay muchas historias de éxito. Brooks destaca la historia de un chaval sirio de 17 años que había estado participando en las sesiones de educación para la paz y que consultó con uno de los facilitadores la posibilidad de volver a Siria y unirse a Daesh. “A través de la confianza, del feedback y de la relación que el facilitador había construido con este joven, y gracias a las alternativas que le podía mostrar, el joven decidió no volver a Siria. Un chico había vuelto del Líbano a Siria un año antes para unirse al ISIS [Daesh],y era esa persona la que le estaba intentando convencer, diciéndole que la vida en Líbano es horrible, deberías venir, no tienes ni respeto ni dignidad,” relata.
“Lo que hemos visto, en varios jóvenes con los que hemos hablado, es ese sentido de la marginalización y de la falta de esperanza que sienten como refugiados en otros países,” continúa, “al que hay que sumar la red de personas afines de las que son parte; estos son algunos de los principales factores”.
Durante otra sesión, uno de los participantes sacó una navaja y se la dio al facilitador, explicando que la llevaba de noche mientras caminaba, porque los turcos le habían atacado. “Éste es un lugar seguro y sé que no necesito esta navaja,” le dijo al facilitador. “De eso trata el proyecto,” explica Brooks, “de proporcionarle a la gente joven espacios seguros, confidenciales, que les proporcionen apoyo, con adultos responsables en los que puedan confiar. En ellos pueden abrirse camino a través de estas decisiones tan difíciles y conflictos internos que se les plantean con respecto a su lugar como refugiados y su lugar como sirios y como jóvenes en este conflicto”.
Recientemente, Alert publicó un informe que describe los factores que hacen a los jóvenes sirios vulnerables al reclutamiento por parte de grupos extremistas. Más que el fanatismo religioso, cita la falta de oportunidades económicas, de autonomía y de educación, y los sentimientos de trauma y de pérdida como factores clave; lo que trata de hacer su proyecto de paz es construir la resistencia a estos factores. Pero en tanto que los combatientes extremistas con frecuencia están en los titulares, la labor de las organizaciones de la sociedad civil que están trabajando con el periodo posterior y la prevención del reclutamiento permanece con frecuencia en la sombra.
Aparte del amor de los medios por la violencia, hay un sinfín de razones. Una de ellas es que trabajar las “narrativas alternativas” del conflicto y en contra del reclutamiento por parte de grupos armados conlleva un gran riesgo personal para los activistas. En el sudeste de Turquía, explica Brooks, se han producido casos de activistas asesinados al salir de hoteles y en sus propios hogares.
Otro motivo es que, en medio de la guerra, las historias de noticias positivas pueden ser interpretadas como ingenuamente optimistas. “Sin embargo, siento que es muy importante compartir estas noticias positivas, porque pueden modificar la perspectiva de la gente, no sólo en lo que se refiere al potencial de la sociedad civil siria, sino también del propio papel dentro de ella. Puedes alentar a la gente mostrándoles todas estas cosas buenas que están pasando, las historias de éxito y los actores positivos que han surgido del conflicto sirio. No sólo proporciona un matiz, sino que ofrece algún tipo de esperanza y de opción alternativa a la hora de implicarse en el conflicto, y le da a la gente un cierto sentido de capacidad de actuación –cómo podría hacerlo yo, en mi propia comunidad-“.