Tras el anuncio de la semana pasada por parte del WEOG de que había nominado a Israel para presidir el Sexto Comité de la Asamblea General de la ONU, la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en los territorios palestinos ocupados (tpo) ha publicado un informe titulado “Vidas Fragmentadas”, que debate las principales causas de vulnerabilidad de los palestinos en 2015. La yuxtaposición de la nominación y del nuevo informe revela el juego perpetuo al que juega la ONU, en el que el meticuloso cuidado dedicado al informe de la OCHA es dejado en ridículo por la recompensa a la violencia colonial de Israel a través de su participación de alto nivel en cuestiones de derecho internacional.
Como indica claramente el primer párrafo introductorio del informe, el propósito es “proporcionar una visión general comprehensiva de las causas subyacentes de las vulnerabilidades humanitarias en los tpo en un año determinado”. Esperar más que eso es claramente una abominación. En efecto, aunque el informe vincula la vulnerabilidad palestina con la “prolongada ocupación israelí”, las ramificaciones de la violencia colonial israelí son simplificadas bajo la forma de “conflicto continuado, salpicado de frecuentes estallidos de violencia”. Esta última afirmación no constituye una representación sincera, sino más bien una contribución a la narrativa hegemónica que ha borrado el colonialismo a favor de una supuesta equidad, incluyendo la falta de distinción entre la población colonizada y la población colonizadora. Una valoración más sincera eliminaría la retórica del conflicto, a favor de una interpretación realista –la de la violencia colonial de Israel y de la legitimidad de la lucha palestina anticolonial-.
Conflicto, sin embargo, es la terminología preferida de las organizaciones internacionales, puesto que tiene el poder de diluir las consecuencias de las violaciones a la ley internacional en un intento provisional que supuestamente puede ser resuelto a través de recomendaciones. De aquí que las violaciones descritas en el informe, tales como el desplazamiento forzoso, el asesinato de civiles palestinos, la restricción de movimientos y la expansión de los asentamientos estén entrelazadas con la narrativa dominante, tanto que incluso las citas seleccionadas en el informe que están ya comprometidas a través de la adhesión al paradigma de los dos estados no tienen influencia sobre la actitud prevaleciente, por mucho que incluso cuestionen el “objetivo último de Israel”.
El informe admite el concepto de la reclusión de los palestinos a través de la repetición de las violaciones de derechos humanos –las estadísticas son una prueba de concienciación, pero no del deseo de ponerles fin, y mucho menos de revertir las prácticas que han expuesto a los palestinos a tal deterioro-. La prueba de la intención de mantener la presencia colonial israelí se encuentra en las recomendaciones al final del informe, que claramente coloca a los palestinos en un sometimiento perpetuo.
Como era de prever, las recomendaciones del informe de la OCHA comienzan con la ridícula expectativa de que Israel “revise de forma independiente las normas de despliegue de sus fuerzas de seguridad, y se asegure de que son coherentes con los estándares y la legalidad internacional en materia de derechos humanos”. A continuación, pasa a defender el fin de la restricción de movimiento, de los castigos colectivos, de la detención administrativa, de la expansión de los asentamientos y del desplazamiento forzoso. Las recomendaciones demuestran la indiferencia de la ONU a la historia, incluida la que ha fabricado Israel a través de su agenda política con el fin de obtener impunidad para sus odiosos crímenes.
Por el otro lado, se insta a las facciones de la resistencia palestina –de las cuales sólo se menciona explícitamente a Hamás- a “poner fin a todos los ataques contra civiles israelíes y contra objetivos civiles”-, una recomendación hipócrita que contrasta particularmente con la negativa del informe a recomendar a Israel que cese sus constantes ataques contra los civiles palestinos. También se dirigen recomendaciones a la AP en relación a su responsabilidad con respecto a la legalidad internacional y a la unidad palestina. Aunque el contenido del informe servirá una vez más a propósitos estadísticos, las recomendaciones regurgitadas, que constituyen la mejor parte del informe, defienden una continuación, más que un cese de la violencia, dada la voluntad de ignorar y de invalidar el marco histórico de la existencia colonial de Israel.
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