“(Al amanecer)… Resistiré… (Porque) sobre la pared hay aún una sábana blanca… Y mis dedos no se han disuelto (completamente) aún”.
Éste es un verso traducido de “Tres paredes de la cámara de tortura”, de Mu’in Bseiso. Fue y sigue siendo uno de los intelectuales más influyentes de Gaza, y uno de sus poetas de más renombre.
Después de que Israel ocupara la Franja de Gaza en 1967, vivió el resto de su vida en el exilio, saltando de un país a otro. Muchos de los grandes intelectuales gazatíes han vivido también en el exilio, otros languidecieron en la cárcel o fueron asesinados.
Bseiso murió en un hotel de Londres en 1984. Una de sus obras dramáticas más antiguas contiene un verso que augura su muerte.
“Y mi lengua era una espada… Pero ahora me estoy muriendo… Y mis (únicos) testigos son estas cuatro paredes mudas”.
Cada fase de la obra literaria de Bseiso contiene pistas que señalan la lucha a la que se han enfrentado los palestinos a lo largo de su historia moderna, reflejada en sus poemas hasta el momento de su muerte. Sus palabras hablaban de resistencia, de amor, de cámaras de tortura y de paredes desnudas, de niños al sol en la playa, de exilio… oh, el exilio sin fin.
Pero la resistencia destacó en casi cada uno de sus escritos.
“Si yo caigo, compañeros, ocupad mi lugar,
Y contemplad cómo mis labios detienen la locura del viento.
No he muerto… Aún os llamo desde más allá de mis heridas.
Haced sonar vuestros tambores, para que todo el pueblo escuche vuestra llamada y luche…”
(La Batalla)
El espíritu de Gaza es el espíritu de Mu’in Bseiso: hermoso, poético, torturado, fuerte, inmortal y amante, encerrado en espacios cada vez más pequeños, pero siempre resistiendo.
Escribo esto, no sólo como señal de gratitud al gran poeta de Gaza por la forma en la que me ha influido a mí y a varias generaciones de palestinos y de intelectuales árabes en Gaza y en otros lugares, sino también para remarcar un hecho que parece escapársenos a muchos de nosotros: Gaza es también morada de la poesía.
Por desgracia, ¿cuántos de nosotros podemos nombrar a un solo poeta palestino de Gaza? Probablemente, muy pocos. Es porque estamos acostumbrados a relacionar a Gaza con la muerte y no con la vida. La poesía constituye la mayor afirmación intelectual de la vida, porque los grandes poetas nunca mueren. Sus versos permanecen, como las raíces de un viejo olivo palestino.
Esto es lo que Asmaa Al-Ghoul, una de las mejores jóvenes escritoras y blogueras de Gaza, escribió con motivo de un festival de poesía celebrado en la ciudad de Gaza hace unos años. El evento, que tuvo lugar en 2013, fue organizado entremedias de las dos guerras más destructivas lanzadas por Israel contra la Franja sitiada.
“Sólo había espacio para estar de pie, todos los asientos del Centro Cultural Francés estaban ocupados,” escribió. La multitud había ido a celebrar a los poetas de Gaza, incluida Hind Jawdah, que recitó:
“No tengo sed sobre mi frente… No tengo amor bajo la piel… Mi cintura no se parte… Ni se ha alzado el cactus hasta mi cara… Voy sobre un caballo de deseo… Peinando el pelo de la libertad… La niña gitana baila e inspira al mundo”.
Gaza no ha inspirado al mundo por su alta tasa de muerte debido a las guerras israelíes, por sus aguas contaminadas o porque se vuelve cada vez más inhabitable –como indicó recientemente un informe de Naciones Unidas-. Gaza inspira porque, a pesar de todo, sigue en pie.
No sólo en pie, sino viviendo y –me atrevo a decir-, creciendo, también. Informando la semana pasada desde Gaza, Yousef Aljamal escribió que una multitud similar había acudido al Centro Científico y Cultural en el campo de refugiados de Al-Nuseirat. El motivo que les congregó era el recuerdo a la vida y a la obra de William Shakespeare.
Tras varias apasionadas ponencias sobre el gran poeta inglés, el público contempló una película de animación de Rey Lear, compuesta e interpretada por los jóvenes del campo de refugiados.
“El Dr. Abdallah Kurraz, profesor de literatura inglesa en la universidad de Al-Azhar, destacó la abilidad de Shakespeare para ‘emplear el lenguaje y debatir temas universales como la libertad y la igualdad’,” escribió Aljamal.
Yousef Aljamal vive en el campo de refugiados de Al-Nuseirat. Su familia sufrió pérdidas irreversibles debido a la guerra y al asedio. Su hermano Omar fue asesinado por el ejército israelí en 2004. Era un luchador de la resistencia. La familia llamó a uno de sus niños recién nacidos Omar, para mantener la herencia de su hijo mayor.
Unos años más tarde, en 2007, la hermana de Yousef, Zeinab, murió a causa del asedio israelí contra la empobrecida Franja.
“Tenía un problema de vesícula. Necesitaba cirugía. Los médicos dijeron que la operación era simple, pero parte del equipo que hacía falta no estaba disponible en los hospitales de Gaza,” escribió. Todos los intentos de obtener permiso para viajar a un hospital a Jerusalén fracasaron, debido a la excusa israelí de que constituía una ‘amenaza para la seguridad’.
“El veneno comenzó a extenderse por su cuerpo. Su piel se volvió literalmente amarilla. Me quedé conmocionado cuando vi el amarillo invadiendo su cuerpo cuando fui a verla al Hospital de los Mártires de Al-Aqsa en Deir Al-Balah”. Poco después, Zeinab murió.
Pero Yousef, de 27 años, tiene una energía vital indómita. Es periodista, traductor, académico y organizador comunitario. Ha ayudado a traducir y a editar varios libros en Gaza y ha escrito numerosos artículos desde la Franja. Aunque gran parte de su obra está dedicada al sufrimiento de los palestinos como resultado de las guerras israelíes y del asedio, una gran porción también constituye un homenaje al resistente espíritu de los gazatíes. Yousef, como la mayoría de los gazatíes, se niega a verse a sí mismo como a una víctima.
¿Pero podemos comprenderlo los demás? Ayudando a una organización americana a recaudar fondos para celebrar en Gaza el Torneo de Fútbol de Ramadán Rachel Corrie, compartí una nota de prensa en las redes sociales, instando a quienes lo apoyaran a donar.
También escribí: “El campeonato de fútbol Rachel Corrie es uno de los eventos más edificantes que se celebran cada Ramadán en Gaza. Hace feliz a mucha gente joven. Une a la comunidad. Transmite un sentimiento de alegría, en un momento en el que los palestinos de la Franja de Gaza lo necesitan más que nunca”.
Aunque muchos parecieron entusiasmados por difundir la idea, un lector de Londres me escribió: “¿No sería mejor gastar el dinero en alimentar a los niños que se mueren de hambre en vez de en estúpidos campeonatos de fútbol?”
Al leer el comentario, me pregunté si todos éramos culpables de deshumanizar Gaza. No me refiero a la maquinaria de hasbara israelí que trata de retratar a los gazatíes como terroristas, y a aquellos que excavan túneles para obtener alimentos y libertad como a criminales y traficantes. Por desgracia, muchos de quienes son solidarios con Gaza caen en la misma trampa: ver a los gazatíes como a víctimas perpetuas, cuerpos mutilados, niños muriéndose de hambre, hogares destruidos…
Para destacar las violaciones de derechos humanos israelíes, algunos alimentan la narrativa que casi se resiste a ver a los gazatíes como a seres humanos fuertes y dignos, creativos, amorosos, vitales y resistentes.
Es cierto, las guerras han devastado gaza y el asedio está restringiendo severamente su habilidad de desarrollar su masivo y prometedor capital humano. Pero no ha desfigurado su esencia, ni reducido su humanidad. Gaza sigue siendo un lugar de poesía, de arte, de baile y del indómito espíritu de un pueblo resistente y terco.
El Dr. Ramzy Baroud lleva más de 20 años escribiendo sobre Oriente Medio. Es un columnista internacional, consultor de medios y autor de varios libros, así como fundador de PalestineChronicle.com. Sus libros incluyen “En busca de Yenín”, “La segunda intifada palestina” y, el más reciente, “Mi padre fue un luchador de la libertad: la historia jamás contada de Gaza”. Su web es www.ramzybaroud.net.