Cuando Ennahda anunció su intención de abandonar la labor de defensa y de prédica para transformarse en un “partido democrático”, durante los preparativos para su décima conferencia, desencadenó una tormenta de reacciones y controversia entre sus seguidores y simpatizantes en el ámbito conocido académicamente como “islam político”. Incluso provocó reacciones entre los oponentes de Ennahda y entre los oponentes a su espectro político, tanto dentro como fuera de Túnez.
Resulta interesante el hecho de que esta polémica ha sobrepasado la importancia tradicional de un país que a nivel histórico no es considerado un país árabe grande o clave, puesto que, antes de la Primavera Árabe, Túnez no estaba muy presente en el círculo de la toma de decisiones política en el mundo árabe. Difiere, por ello, de los estados árabes más grandes, que a nivel histórico han recibido mucha atención debido a su tamaño demográfico, a su localización geográfica y a su papel estratégico, como pudieran ser Egipto, Siria, Irak, Arabia Saudí, y, hasta cierto punto, Marruecos.
Entonces, ¿de dónde viene toda esta polémica? ¿Qué ha hecho que pase de ser un asunto interno tunecino a adquirir carácter árabe, e incluso de discusión internacional en los medios de comunicación árabes y occidentales?
Podemos decir que el gran interés demostrado por los oponentes del Islam político y de Ennahda parte de la teoría de que estos acontecimientos constituyen un “duro golpe” a esta corriente. Esto queda claro a partir de los artículos y de la cobertura realizada por los medios clasificados tradicionalmente como pertenecientes al campo rival a los islamistas.
También resulta interesante que muchos de estos artículos y de la cobertura se refieren a los acontecimientos anunciados por Ennahda con suspicacia, en lugar de analizarlos de forma científica y estudiar su impacto futuro en el papel de los islamistas en el escenario político árabe. También han fracasado a la hora de analizar las implicaciones de estos acontecimientos y la posibilidad de que desempeñen un papel positivo en la resolución de la crisis política que experimentan una serie de países árabes.
Lo segundo que notamos en la cobertura de las “élites” opuestas a los islamistas es la afirmación de que el anuncio de Ennahda es un “truco” y una estrategia temporal del grupo para escapar de la crisis que las corrientes islamistas están sufriendo tras las pérdidas experimentadas como resultado del golpe militar en Egipto. Esto sugiere que muchos de los oponentes de los islamistas están tratando de excluirlos por completo del proceso político, sin importar la naturaleza política que tengan los islamistas o las concesiones que hagan.
La pregunta sigue siendo: ¿Por qué los acontecimientos en el seno de Ennahda desencadenan una tormenta dentro de las corrientes islamistas pro-Ennahda y de las figuras neutrales o equilibradas próximas al movimiento, en contacto directo con los líderes y con las acciones políticas, por lo menos desde que Ennahda salió del exilio a principios de los 90, tras la sangrienta campaña lanzada contra el movimiento por Ben Ali?
Para intentar responder a esta pregunta, es importante centrarnos en la importancia de Rashid Ghannouchi, no sólo en Ennahda sino entre los islamistas en general. Se ha llegado al punto de que este hombre ha obtenido una popularidad en estos círculos que puede sobrepasar incluso la significancia de la propia Ennahda, así como la importancia de la vida política en Túnez. Con la excepción de la atención que recibió el país tras haber albergado la chispa de la Primavera Árabe y de las esperanzas y de los sueños del pueblo.
Cuando comenzó el movimiento Ennahda en Túnez, Rashid Ghannouchi representaba al sector progresista dentro de los movimientos de referencia islámica, incluso antes de un exilio que cambió, hasta cierto punto, la relación del movimiento con la corriente islámica internacional. Sheikh Rashid era visto en muchos círculos de jóvenes “islámicos” como un icono y un intelectual de importancia internacional. Los movimientos islámicos han sufrido históricamente la falta de intelectuales, a pesar de estar extendidos y de gozar de fuerza popular, social y organizativa. Esto es lo que facilitó que Sheikh Rashid representase una facción progresista y diferenciada que compensara esta carencia.
Aunque Ennahda era un movimiento puramente tunecino, asociado con la corriente islámica internacional, antes de exiliarse, Ghannouchi era un símbolo de las lecturas críticas de dicha corriente. Esto le granjeó una extendida popularidad, en particular entre los jóvenes “críticos” que condenaban la “rigidez” del movimiento islámico y de su ideología intelectual.
La simbología encarnada por Ghannouchi creció y se expandió aún más después de que partiera al exilio, junto con otros líderes de Ennahda. El motivo es que el exilio llevó a una conexión más fuerte entre Ennahda y otros movimientos islámicos del mundo. Ghannouchi participó intensamente en eventos internacionales de formación de líderes y en estructuras estrechamente vinculadas con los Hermanos Musulmanes, como la Unión Internacional de Académicos Musulmanes, el Consejo Europeo de Fatwa e Investigación y otras organizaciones islámicas europeas. Aún hoy, es miembro destacado de algunas de estas organizaciones.
La representación y la popularidad de Sheikh Rashid y el importante papel que desempeñó en la formación de ideas críticas y “progresistas” en la corriente islámica, más allá de Túnez, explica la gran atención que se le ha prestado a las acciones recientes de Ennahda. Muchos islamistas han sentido que han “perdido” no sólo a un tunecino, sino a un intelectual islámico. Otros percibieron el anuncio de Ennahda de que abandonaba el islam político como un “golpe” a la corriente debido al simbolismo y a la importancia de Ghannouchi. Declaraciones de parte de otros líderes de Ennahda complican aún más el asunto, puesto que otros simpatizantes islamistas vieron la declaración como una negación de la historia compartida del movimiento con otros compañeros islamistas, de la que surgieron éxitos, victorias, errores y derrotas.
Además de la influencia de la figura de Ghannouchi en la lectura que se ha hecho del giro de Ennahda en el ámbito islámico, hay además otro factor ideológico no menos importante. Es la cuestión relativa a la posición de la “asociación” islámica en la nueva experiencia de Ennahda, ya que la nueva Ennahda es un movimiento tunecino abierto a su entorno magrebí, tal y como ha afirmado el movimiento. Esto plantea la pregunta, entre los islamistas, de qué ocurrirá en el entorno árabe e islámico, no sólo en el Magreb.
La mayoría de los movimientos y de las ideas reformistas de referencia islámica han tenido dos principales preocupaciones desde el primer cuarto del último siglo, según la mayoría de estudios académicos. La primera preocupación se refiere a la oposición a la “occidentalización” de las comunidades islámicas. La segunda se refiere al papel de la sharía islámica en el gobierno, incluido el establecimiento de una “asociación” islámica que constituiría una alternativa al califato otomano que colapsó como resultado de la 2º Guerra Mundial.
A pesar de las transformaciones intelectuales de las corrientes islámicas durante las últimas décadas y del declive de la centralidad del califato en sus programas e ideologías, en particular a través de la organización de la participación política de una serie de movimientos clasificados como “islam político”, la idea de una asociación islámica y de una afiliación con el islam ha permanecido intensamente presente en la literatura de estos movimientos. La Primavera Árabe y la “victoria” de las contrarrevoluciones en estos países la reforzó aún más.
El conflicto de la región árabe revela que las preocupaciones y luchas en la región van más allá de las fronteras y de los países, y que los actores políticos influyentes en la región se han dividido entre campos rivales por el mundo árabe. Por añadidura, en cada país árabe los islamistas representan una de las facciones más importantes que combaten al ámbito contrarrevolucionario, que también trabaja por encima de los límites nacionales.
En vista de esta realidad que azota la región, la ausencia de una respuesta a la cuestión de la asociación islámica en el nuevo discurso de Ennahda ha causado una recaída para los seguidores de las corrientes islámicas, en un momento en el que la corriente islámica está sometida a la guerra que libran contra ella sus oponentes, unidos por ella. A pesar de la diferencia de sus objetivos, intereses y trasfondos ideológicos, los islamistas están perdiendo una parte que estaba conectada a ellos, emocionalmente y por referencia. Esto explica gran parte de la controversia que rodea los últimos acontecimientos relativos a Ennahda.
Concluiré diciendo que Ennahda no ha de ser demasiado sensible a la controversia desencadenada por los cambios intelectuales que anunció durante su 10º conferencia, ya que este debate demuestra la importancia y significancia del movimiento. También indica la importancia de los desarrollos y sus implicaciones e influencia por toda la región. En añadidura, un movimiento que anuncia su transición hacia un partido democrático ha de aceptar la discusión y la lectura crítica de sus ideas y acciones.
Traducido de Arabi21, 15 de junio de 2016.