Israel es un estado que debe su existencia a la limpieza étnica, la guerra y a un conflicto aparentemente perpetuo.
Los acontecimientos de 1947 y 1948 fueron los que dieron lugar a la formación del Estado, momento conocido como "la catástrofe" (Nakba) por los árabes. Esto es debido al hecho de que 750.000 palestinos fueron expulsados por las milicias sionistas armadas que más tarde constituirían las bases del ejército de Israel.
Palestina fue literalmente borrada del mapa y los refugiados fueron enviados al exilio en los países vecinos. Ellos y sus descendientes todavía no han sido autorizados a regresar hasta el día de hoy.
Desde los actos más radicales y abiertos de limpieza étnica, Israel ha estado involucrado en un proceso lento e insidioso de eliminación de los nativos restantes de la tierra de Palestina. A través de la colonización gradual y anexión de tierras palestinas, el Estado ha estado expulsando cada vez más población palestina.
Colonias solo para judíos, descritas en términos eufemísticos como "asentamientos", se construyeron entonces en la tierra de la que se elimina con violencia a los pobladores palestinos. En algunos casos, como ocurre con demasiada frecuencia en Hebrón y Jerusalén, los extremistas judíos toman el asunto por sus propias manos. Luego aparecen los militares de Israel y el sistema de tribunales que legitima actos flagrantes de agresión y robo.
De cualquier manera, el efecto es el mismo para las víctimas palestinas: la limpieza étnica. Pero los palestinos se han negado a dejarse intimidar y continúan su lucha secular contra el proyecto sionista. Se resisten todos los días, sobre todo por el simple hecho de seguir existiendo en su tierra. Esto, más que cualquier otra cosa, frustra el proyecto colonial de asentamientos.
Debido a esto, las voces extremistas en Israel están creciendo cada vez más, declarando que un proceso lento no es lo suficientemente bueno. Llaman a la expulsión inmediata. Estas voces, una vez en las franjas extremas del sionismo, son ahora el centro del escenario - incluso en el gobierno-, como he descrito en una columna reciente.
Sin duda, testigo de estas provocaciones ha sido el "Día de Jerusalén" de este mes, perpetradas por fanáticos israelíes en la ocupada ciudad capital de la Palestina histórica.
Como informaron David Sheen y Dan Cohen, el evento anual escenifica las mayores apologías de "muerte a los árabes" en todo el año. Este año, las calles lucían pegatinas de llamadas para "expulsar a los palestinos de la tierra". Esgrimían que "no hay posible convivencia con ellos", que fueron distribuidas libremente en la marcha por el activista de extrema derecha Baruch Marzel. La juventud judía cantó "¡qué arda tu pueblo!"mientras marchaban hacia la ciudad vieja.
Un tema principal fue la convocatoria de la destrucción de la mezquita de al-Aqsa - el tercer lugar más sagrado del Islam-. El movimiento llamado "Templo Fiel" quiere reemplazarlo por un "Tercer Templo". De hecho, esto es más una provocación político-nacionalista (y fascista) que un anhelo religioso. La práctica tradicional judía sostuvo que el "Monte del Templo" fue el sitio del "Santo de los Santos" de las historias de la Biblia - el mismo lugar en que se manifestó la presencia de Dios en la tierra-.
Estas voces populares de la agitación fascista se acercan peligrosamente a la trituración de cualquier forma de existencia palestina en la tierra. Tienen que ver con la afirmación de la superioridad israelí. Ciertamente, los extremistas están por desgracia cada vez más cerca del centro de la política en Israel.
En la manifestación celebrada en la Puerta Occidental en el Día de Jerusalén, uno de los principales rabinos de Israel (que son financiados por el Estado) llamó a la destrucción de al-Aqsa.
Uri Ariel, el Ministro de Agricultura, y colono residente en Cisjordania, se hicieron eco de este tipo de llamadas: "La soberanía es el poder dentro del Estado de Israel, debe usarse y ponerse en práctica durante todo el camino. Decimos al primer ministro Netanyahu, es hora de la soberanía. Es hora de la soberanía sobre el Monte del Templo".
Unos días más tarde Ariel llamó a que la zona C de Cisjordania (que constituye el 60% del área) sea anexionada formalmente a Israel. Subestimó las cifras de población palestina en esas regiones, afirmando que "estas son zonas donde no hay árabes en absoluto, excepto unos pocos miles, que no constituyen un factor numérico significativo."
Cualquiera que sea la verdad sobre esto, la anexión de la zona C ha sido defendida durante mucho tiempo por el partido de Ariel, "Hogar Judío". El grupo forma parte del gobierno de coalición en el poder, y es de hecho uan asociación de colonos radicales. El plan de anexión minimiza el número de palestinos que viven en la región, en su mayoría en las zonas rurales. De hecho, las cifras más realistas sugieren que hay por lo menos 150.000 palestinos viviendo allí.
Independientemente de los números exactos, la limpieza étnica es claramente la lógica de primer orden aquí. Israel tiene que ser detenido.