Los menores sin acompañar suponen el grupo más vulnerable de los refugiados que tratan de conseguir asilo en Europa. Desde que entró en vigor el acuerdo UE-Turquía el pasado 20 de marzo, los sistemas de respaldo que antes ayudaban y registraban los casos se han quedado sin las estructuras necesarias para hacerlo. Los migrantes de edades comprendidas entre los 10 y los 18 años y sin acompañar se encuentran ahora detenidos por largos periodos de tiempo, mientras que las autoridades tratan de establecer su aptitud para solicitar el derecho a permanecer en Europa.
Un reciente informe de la Oficina de Periodismo de Investigación revelaba que la cifra de niños sin acompañar se ha multiplicado por cuatro entre 2014 y 2015. Aunque los números de 2016 aún no se han confirmado, crece la preocupación ante los casos de explotación y de trata, mientras que las solicitudes de ayuda de las organizaciones humanitarias sobre el terreno siguen encontrándose con oídos sordos.
Entre las motivaciones para emprender estos peligrosos viajes, a través de la ruta Turquía-Balcanes o a través del Mediterráneo hacia Italia, se encuentran la huida de la violencia, la persecución y las dificultades económicas. Omar, un eritreo de 17 años cuya solicitud de asilo está siendo procesada en Suecia, dijo que había abandonado su hogar “principalmente por miedo, tenía miedo del gobierno, si me hubieran reclutado para el ejército habría sido el fin. Aunque tengas menos de 18 años, simplemente te reclutan”.
Muchos menores, particularmente los que proceden del África Subsahariana, han estado migrando de país en país antes de cruzar el Mediterráneo. “Pensaba quedarme en Sudán, pero entonces oí hablar de la ruta de Libia y mi familia me envió el dinero para hacer el viaje,” explica Omar. “No sabía de los peligros. No te puedes imaginar lo difícil que fue llegar a Suecia,” añade.
Según Imad Aoun, responsable de respuesta comunicativa regional de Save the Children en Grecia, el año pasado la mayoría de los menores sin acompañar que solicitaban asilo en la UE procedían de Afganistán. La amenaza ejercida por grupos armados como los Talibán o Daesh ha conducido a un éxodo de jóvenes afganos que huyen del reclutamiento forzoso.
Ante la pregunta de qué opinión tenía de Europa antes de llegar a Suecia, Abbas, un joven afgano de 15 años, responde: “Sinceramente, no pensaba en Europa como destino final, pero las cosas salieron así. Escuché que aquí había trabajo y dinero”. Una ventaja bien conocida para los menores sin acompañar reconocidos es que pueden pedir la reunificación con sus familiares.
El tratamiento especial que reciben los menores refugiados sin acompañar ha ocasionado que muchos jóvenes que llegan a Europa afirmen tener menos de 18 años. Simon McMahon pasó tiempo en los centros de recepción para niños no acompañados investigando para el proyecto MEDMIG. “Vi a mucha gente cuyo cumpleaños era el 1 de enero de 1997, lo justo para tener 18 años,” relata. Muchos llegan sin documentación de ningún tipo, y algunos verdaderamente no conocen su fecha exacta de nacimiento.
Para complicar aún más las cosas, también hay menores sin acompañar que afirman ser adultos. “A algunos de ellos les dicen que si les cuentan a las autoridades que tienen menos de 18 años les van expulsar o les van a encerrar,” explica Aoun. Determinar la edad de un individuo constituye un proceso complejo e inexacto que pasa por medir las muñecas y examinar los dientes. Aparte de ser éticamente cuestionables, estos resultados dejan un margen de error de tres años.
Según la Oficina de Periodismo de Investigación, Suecia registró el mayor número de solicitudes de asilo de menores no acompañados el año pasado (35.369), seguida de Alemania con 14.439. La tasa de éxito en Suecia el año pasado, teniendo en cuenta la cantidad de niños que recibieron un permiso de residencia permanente, fue de un 66%. En comparación, en el Reino Unido fue solo de un 23%. Hany es un refugiado sirio que trabaja en un proyecto local para menores sin acompañar en Sundsvall, Suecia. La mayoría de los niños de los que se ocupa son de origen afgano, algunos de tan sólo 13 años de edad. “Les trasladan a un sitio para adultos. Creo que es muy difícil o incluso imposible obtener una decisión positiva de las autoridades de inmigración después de que se descubra que están mintiendo”. Ya que los afganos son considerados legalmente inmigrantes, no refugiados, lo más probable es que de tener más de 18 años fueran deportados. Con las fronteras ahora cerradas, la cuestión de la determinación de la edad recae en los mal equipados centros de recepción de Italia y de Grecia.
Pero desde que entró en vigor el acuerdo UE-Turquía, la situación es aún más caótica. Amy Frost, responsable del equipo de Save the Children en Grecia, describió el impacto inmediato que había tenido para los menores sin acompañar que llegaban. “La mayoría iban en camino de reunirse con familiares en Europa Occidental cuando las fronteras se cerraron de un día para otro, dejándoles atrapados en centros de tránsito junto con otras 12.500 personas”.
Las condiciones de vida en los centros de recepción son terribles, y los menores sin acompañar sufren de una falta de apoyo legal y psicológico. Según Aoun, “el 75% de los menores sin acompañar en Grecia no tienen instalaciones adecuadas en las que vivir”. Por desgracia, las organizaciones humanitarias ahora operan de forma limitada, desde que la UE se ha hecho cargo del suministro de servicios. Está extendida la percepción de que la responsable es la UE, que ha fracasado a la hora de dotar de recursos al plan resultante del acuerdo.
En la actualidad, una cantidad desconocida de niños permanecen detenidos por parte de la policía por toda Europa, ya que las autoridades sencillamente no saben qué hacer con ellos. Muchos de estos jóvenes refugiados sufren de traumas previos a su llegada, y el encierro sólo añade más presión a su estado psicológico. En cuanto al caso griego, Aoun señala: “Hemos hablado con niños que dicen que se han planteado el suicidio, porque no tienen ni idea de qué hacer, están encerrados en esas instalaciones en las que cada día es igual que el anterior”.
Con semejante perspectiva en los campos, no resulta sorprendente que para los menores sin acompañar la mejor perspectiva sea abandonar las denominadas áreas seguras y embarcarse en rutas alternativas. Sin embargo, al recurrir a las redes de tráfico ilegal, fuera del alcance de las organizaciones humanitarias, les deja en una situación vulnerable a la explotación y al abuso.
En enero, Europol estimó que unos 10.000 niños refugiados habían desaparecido desde su llegada a Europa. Aoun advirtió de lo engañosos que resultan semejantes datos. “Parece que los niños están desapareciendo, pero en realidad sólo se trata de un error, porque en un sitio son registrados como adultos y en otros como niños”. Europol señaló que no había recogido de forma específica datos conectados a los menores traficados, pero que habían encontrado coincidencias preocupantes de sospechosos involucrados en el tráfico de personas que ahora aparecían en los archivos de contrabando de migrantes.
La combinación de viajes ilegales, errores administrativos e incoherencias en el registro significa que los datos de los que disponemos sobre los menores sin acompañar son menos representativos que nunca. Las fronteras cerradas desde el acuerdo UE-Turquía han contribuido a que los menores sin acompañar, como el resto de refugiados, desaparezcan del radar. No parece que la situación vaya a cambiar a corto plazo, pues las autoridades siguen cerrando los ojos.
“Los únicos que se están beneficiando de esta situación son los traficantes,” concluye Aoun. Les registremos o no, los menores refugiados sin acompañar están en Europa, y protegerles sigue siendo responsabilidad de la UE.