MEMO: El anuncio de Ennahda en su décimo congreso de que va a separar las esferas política y religiosa ha generado mucho debate. ¿Qué ha motivado este giro?
SG: Bueno, he de señalar que esta separación entre las actividades políticas del partido y aquellas religiosas, culturales y sociales no es la primera de este tipo, sino que tiene precedentes en la región árabe. El Partido marroquí de la Justicia y el Desarrollo constituye un ejemplo notable. Pero a diferencia de éste, Ennahda no ha dibujado sencillamente una línea de separación entre el partido político y el movimiento más amplio que lo ha generado. Ha ido más allá, declarándose un partido político dedicado a la administración de cuestiones políticas en su sentido más amplio, incluidas las cuestiones de gobernanza. En cuanto a las actividades sociales y religiosas, son dejadas en manos de la sociedad civil, para que las lleven a cabo asociaciones y organizaciones independientes de los partidos políticos y del estado.
MEMO: ¿Qué trata de lograr Ennahda con esta decisión?
SG: Este movimiento ha sido producido por una visión de la sociedad que se basa en la convicción de que existen tres esferas diferenciadas: el estado, los partidos políticos y la sociedad civil, cada una de las cuales desempeña papeles diferentes. Respetar los límites entre estos ámbitos garantiza un nivel de especialización elevado en la gestión de las diversas tareas. Para Ennahda, significa una mayor especialización, una mayor eficiencia política y un mayor pragmatismo en la labor del partido.
MEMO: ¿Hasta qué punto la decisión ha sido dictada por consideraciones internas dentro de Ennahda?
SG: Sin lugar a dudas, durante los últimos cinco años ha quedado de manifiesto el choque de prioridades dentro de Ennahda, entre los políticos que se inclinan hacia una mayor pragmatismo y hacia un compromiso con la lógica del estado y la gobernanza, por un lado, y entre los predicadores por el otro, más dados a involucrarse en debates sobre la identidad religiosa y la moralidad. Estas diferencias quedaron de relieve sobre todo durante la preparación del borrador de la constitución. Pero Ennahda es un partido democrático, con unos mecanismos y estructuras democráticas muy potentes, que permiten que las diferencias sean resueltas a través de extensas sesiones de debate –con frecuencia caldeado- y votación. Siempre se respeta la voluntad de la mayoría. La opinión mayoritaria en Ennahda está a favor de la decisión en cuestión, algo que quedó claramente reflejado en el congreso del partido, en donde más del 80% de los delegados respaldó la moción de separación.
MEMO: ¿Quiere decir esto que Ennahda abandona las actividades no políticas?
SG: La verdad es que Ennahda, bajo la inmensa presión del gobierno y las complejas dinámicas de la escena política, en la práctica ya ha estado consagrando toda su energía a la labor política, viéndose forzada a dar prioridad a lo político sobre las actividades culturales, sociales y religiosas. De esta manera, la práctica ha precedido a la teoría. Así que Ennahda ahora sólo está articulando cambios que ya se estaban produciendo.
Esta decisión busca liberar a las actividades no políticas, actualmente marginadas, que así recibirán la atención y la energía que merecen por parte de asociaciones y organizaciones especializadas que trabajan libremente en la sociedad civil.
Además, el auge de grupos terroristas tales como Al-Qaeda, Daesh y Ansar Al-Shariah, que perpetran violencia en nombre del islam, también ha impulsado a Ennahda a trazar una línea de distinción clara y definida para diferenciarse de estos grupos.
Ennahda ha decidido hacer esto a través de un desplazamiento hacia la labor política profesional, allanando el camino a que sean las asociaciones culturales y religiosas profesionales las que difundan una cultura islámica moderada y racional vinculada al islam suní, de acuerdo con la escuela de jurisprudencia malikí de Túnez. En última instancia, esto permite al partido confrontar de forma más efectiva la ideología de violencia y terrorismo propagada por esos grupos.
MEMO: ¿Por qué esta decisión no fue tomada antes?
SG: Esta nueva dirección refleja la evolución de la vida política tunecina desde la revolución. Durante muchos años, Túnez ha vivido bajo el yugo de un estado tirano y de un partido gobernante totalitario que dominaba todas las facetas de la vida. Nada escapaba a su control, la cultura, la religión, el arte, el deporte… Al carecer de cualquier espacio libre para la actividad no política, la oposición al estado, incluida Ennada –la principal oposición al régimen de Ben Ali- trató de desempeñar todos estos papeles distintos desde la misma entidad: el partido o movimiento.
Afortunadamente, la realidad política actual es distinta. La transformación política que ha experimentado Túnez, desde la revolución, ha hecho añicos la posición dominante del partido gobernante y ha reducido el control del estado sobre los partidos políticos y la sociedad civil. Esto ha impulsado a Ennahda a revisar sus opciones políticas y a evolucionar hacia un partido nacional profesional que mantenga el reformismo islámico como marco de referencia.
MEMO: Para algunos, Ennahda está andando hacia el secularismo. ¿Estás de acuerdo?
SG: No, no creo que esto implique un giro hacia la secularización. Lo que refleja es una adaptación gradual al espíritu del sistema democrático, que se basa en la separación de poderes, en su distribución, y en el desmantelamiento de los centros de dominación y autoridad.
Esto impone unos cambios fundamentales que han de experimentar las estructuras de poder y los partidos políticos, tanto los que gobiernan como los que están en la oposición.
La separación funcional entre la actividad religiosa y la política no significa que los actores políticos carezcan de convicciones o de inclinaciones morales y religiosas. Y no significa que la vida pública y el tejido social no se vean sometidos a una influencia religiosa.
Además, al final, la religión continúa dando forma a la cultura política y a la estructura social. Esto no lo determina Ennahda ni ningún otro actor. Lo determinan las propias dinámicas sociales. La separación funcional entre la religión y la política no implica una separación fundamental entre la política y los valores religiosos y morales.
MEMO: Pero, ¿no dirías que esto apunta a una forma de secularización?
SG: No, creo que deberíamos distinguir entre la racionalidad y el secularismo. Una de las dimensiones básicas del secularismo implica vaciar el mundo de sentido y de valores religiosos. La racionalidad, sin embargo, implica la búsqueda de armonía y eficiencia. Éstas pueden ser alcanzadas en el contexto de un marco moral y religioso. Y esto es exactamente lo que Ennahda está tratando de hacer. Lo que está ocurriendo en Túnez puede ser un indicador de una tendencia futura en el mundo árabe hacia la racionalización de las esferas política y religiosa, apartándose tanto del modelo del fundamentalismo religioso como del rígido modelo secular francés, que trata de purgar la política y la esfera pública de cualquier dimensión religiosa.
Creo que este proceso nos puede dejar más cerca del modelo religioso, en el que el estado no está implicado en debates religiosos y confesionales, en el que la religión tiene un lugar en la vida pública.
La mejor manera de definir lo que está ocurriendo en el seno de Ennahda es verlo como una forma de racionalización de la política, bajo el efecto del nuevo contexto democrático. Al final, demuestra que quienes trabajan dentro de Ennahda son políticos dinámicos y racionales que interactúan y se implican en los nuevos acontecimientos y evolucionan de acuerdo con ellos, y no fanáticos religiosos a los que no les preocupan los cambios históricos que ocurren a su alrededor.