Según nos acercamos a los últimos días del Ramadán, millones de musulmanes por todo el mundo donan dinero para obras caritativas. Como de costumbre, Gaza se encuentra entre las causas más necesitadas.
Ésta ha sido la situación durante la última década, debido al atenazador asedio impuesto por Israel y Egipto, que bloquean la llegada de ayuda humanitaria y los intentos por reconstruir las mutiladas infraestructuras del enclave, que alberga a casi dos millones de palestinos.
Sé por experiencia propia que la mayoría de los palestinos no disfrutan de depender de la ayuda externa, pero el brutal bloqueo condena a quienes viven en Gaza a la pobreza extrema y a las penurias. Para ser brutalmente sinceros, los líderes de la Autoridad Palestina de la Cisjordania ocupada se benefician de que la situación no cambie, al igual que algunos de sus amigos en el mundo árabe. La verdad es que los palestinos de Gaza tienen pocos amigos verdaderos, por lo que su escepticismo ante la oferta de Turquía de poner fin al asedio es perfectamente natural; ningún otro pueblo ha sufrido tantas traiciones y dobleces a manos de los regímenes de la región. No obstante, el acuerdo de reconciliación firmado por Turquía e Israel el martes debería ser considerado más una oportunidad que una traición, ya que una de sus cláusulas posibilita un papel turco relevante a la hora de poner fin al bloqueo.
¿Qué les queda por perder a los palestinos que viven en el territorio? Para cientos de miles, la supervivencia constituye una lucha diaria, y la reconstrucción prometida por los mundos árabe y occidental no ha llegado. Las ofensivas militares israelíes de 2008/9, 2012 y 2014 destruyeron escuelas, hospitales y plantas eléctricas y de tratamiento de agua, así como cientos de miles de viviendas, haciendo prácticamente imposible que el gobierno democráticamente electo de Hamás pueda proporcionar servicios públicos salvo con cuentagotas. Sin poder planificar hacia el futuro, sin reconstrucción y sin fondos, ningún gobierno puede operar de forma funcional.
Sin embargo, el bloqueo no sólo ha sido soportado durante la última década, sino durante casi 50 años. Yo fui una de los periodistas a bordo del SS Free Gaza y del SS Liberty, que rompieron el bloqueo llegando a puerto el 23 de agosto de 2008. Fuimos recibidos por decenas de miles de palestinos, que nos contaron que nuestros dos pequeños navíos eran los primeros en entrar al puerto de Gaza en más de 40 años; ése es el tiempo que lleva en vigor el asedio israelí.
Este nuevo acuerdo, mediado por Turquía, pretende cambiar esto. Ya que se trata de la única señal de una mejora sobre la mesa para los palestinos de Gaza, habría que darle la bienvenida, aunque sea con cautela. Aunque no pongo en duda la sinceridad de Turquía a la hora de desear un levantamiento del bloqueo, no se puede decir lo mismo de las intenciones de Israel. A fin de cuentas, sólo se trata de “aligerar” el asedio.
Como parte del acuerdo, Ankara ha recibido un paquete de compensación de 20 millones de dólares y una disculpa por el ataque israelí contra una embarcación turca en mayo de 2010, durante el cual fueron asesinados 10 activistas por la paz. Probablemente sea algo sin precedentes en la región, puesto que la palabra “perdón” no forma parte normalmente del vocabulario sionista.
A cambio, el presidente Recep Tayyip Erdogan ha aceptado aprobar leyes que impidan que soldados israelíes sean juzgados en Turquía por los crímenes de guerra cometidos cuando la flotilla de ayuda humanitaria fue asaltada por comandos especiales en aguas internacionales.
Hamás ha publicado un comunicado en el que alaba “el largo historial de apoyo y solidaridad con Palestina” de Erdogan. El movimiento espera “de Turquía un papel que ponga fin al asedio contra Gaza y detenga las incursiones israelíes”.
Evidentemente, queda por ver si Israel mantendrá su palabra, pero tengo la sensación de que Turquía no es un país con el que se puedan meter. Está creciendo en peso y ya ha demostrado ser una potencia regional que puede sentirse cómoda junto a Oriente y junto a Occidente. Que la Unión Europea haya invitado ahora a Turquía a conversaciones de adhesión sobre las contribuciones presupuestarias a la unión es un signo de que tiene un papel que desempeñar.
Los palestinos deberían alegrarse de tener una potencia regional en la que confiar –por el momento-, que les vaya a apoyar y a defender en lugar de utilizar su sufrimiento como moneda de cambio. Como muy bien saben, las acciones valen por mil palabras, así que pronto podrán hacerse una idea de si el compromiso de levantar –o incluso de “aligerar”- el asedio es genuino.
Lo que quizá sea aún más interesante, es que Turquía está tratando de mejorar también sus relaciones con Egipto; una vez más, confío en que el desbloqueo del paso de Rafah forme parte de cualquier acuerdo al que se llegue. También sería una sorpresa que la liberación del único presidente electo de Egipto, Mohamed Morsi, no fuera parte del trato. Turquía siempre ha insistido en esta condición para una reconciliación con el gobierno de El Cairo. El huracán de anuncios diplomáticos por parte de Ankara esta semana incluye también la disculpa a los rusos por el derribo de un caza el noviembre pasado, después de que al parecer penetrase en espacio aéreo turco.
Turquía tiene un importante papel que desempeñar en el mundo, y su reciente enfoque pragmático sólo contribuirá a incrementar su estatura en una región que implosiona por culpa de dictadores árabes y de la falta general de solidaridad y unidad. Aun así, habrá quien trate de minar la creciente influencia de Turquía a través del terrorismo; un ejemplo devastador lo vimos en el aeropuerto internacional Atatürk poco después de que se anunciase el acuerdo con Israel.
El gobierno turco y su pueblo se verán sometidos a examen por estos tiempos. Hay quien no quiere ver paz en la región, ni ver prosperar a los palestinos, y si Turquía se pone al frente de ambas empresas, el presidente Erdogan y su país van a estar en el punto de mira. Turquía y su pueblo necesitan permanecer en pie. Y, en ello, es nuestro deber apoyarles.