El año pasado, escribí un artículo que levantó ampollas entre muchos lectores. Desde el momento en que se publicó, empecé a recibir insultos, mensajes furibundos y llamadas amenazantes.
Dudé si denunciar las amenazas a la policía local en el estado de Washington y, al final, decidí archivar esta experiencia desagradable en el creciente montón de controversias causadas por mis escritos. El título del artículo era: " “No puedo respirar: El racismo y la guerra en los Estados Unidos y fuera"
Como columnista palestino y autor de libros en los últimos 20 años, no ha sido del todo fácil trabajar en los Estados Unidos. Tampoco ha sido posible ser abrazado por la mayoría, mientras se lucha contra las ideas dominantes, el apetito constante por la guerra y el apoyo al Apartheid de Israel.
George Orwell escribió: "En tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario". Con el tiempo, y sin otra alternativa, me he decidido a consolarme con esta sabia cita.
Habiendo nacido en un campo de refugiados en Gaza, soy el descendiente de una generación de refugiados y campesinos, que una vez habitaron en una patria palestina antes de que fuera brutalmente derrotada en 1948 y 'milagrosamente' se convirtiese en Israel.
Durante la mayor parte de todo un siglo, generaciones de palestinos han experimentado todas las formas de opresión que la mente humana es capaz de evocar: masacres, limpieza étnica, destrucción de la propiedad, violación, guerra sin tregua, asedio y todo el tormento psicológico que a menudo acompaña a tal devastación.
De hecho, ser supervivientes de una injusticia perpetua se ha convertido, para muchos de nosotros, en el principal marco de referencia a través del cual podemos entender el mundo y a nosotros mismos.
Como refugiado, siempre me he sentido compelido y comprometido a exponer el sufrimiento de los refugiados, dondequiera que se encuentren. Pero yo soy sólo uno de un movimiento cada vez mayor de intelectuales palestinos, artistas, académicos y activistas por la justicia en el mundo entero.
Nuestra experiencia compartida y la incansable lucha por la libertad y la justicia nos ha moldeado en una raza única, donde la solidaridad con los demás se han vuelto tan innata, un impulso incontrolable, una patología, incluso, a pesar de ser una patología benigna. Por lo tanto, no debería ser una sorpresa que la solidaridad internacional más fuerte que acompañó a la continua avalancha de muertos afroamericanos proviene de Palestina; que los libros ya se han escrito y publicado por palestinos por la situación de sus hermanos negros. De hecho, de que la solidaridad es mutua.
Sorprendentemente, parte de la ira que siguió a mis escritos sobre el tema de la solidaridad entre palestina y el pueblo negro vino de lectores "blancos" pro-palestinos. Uno incluso fue tan lejos para decir "Que la gente negra libere tu país", junto a unas pocas frases profanas.
Honestamente, buena tinta. No debe haber racismo en el movimiento de solidaridad con Palestina de ningún modo, y cualquier solidaridad que impida a los palestinos luchar por los derechos humanos en cualquier parte del mundo es indigna y no deseada.
La verdad es que yo no estaba tratando de ganar puntos políticos baratos al pedir justicia para Tamir Rice (de 12 años), o Eric Garner o, más recientemente, Alton Sterling y Philando Castilla. Estos, entre cientos de otros que mueren cada año en este drama continuo que es la violencia policial, provienen de los sectores menos aventajados económica y socialmente de la sociedad americana. Ellos tienen poca influencia política y rara vez son conocidos por los poderosos lobbies en Washington DC.
Aun así, estoy de su lado, aunque esto pueda parecer un movimiento estratégicamente inútil para algunos, es el único camino moral que debe tomarse. Yo, al igual que millones de palestinos, sé exactamente qué es el racismo, la opresión, lo que significa ser económica y políticamente desfavorecidos y que a menudo es el comienzo de la ira e incluso la violencia.
Mi gente lleva viviendo en este círculo vicioso cerca de un siglo y, no tomar ahora una postura moral de solidaridad con cualquier grupo oprimido en cualquier parte del mundo es negar parte de mi ser, la unidad colectiva que mantiene a millones de palestinos en pie y que les permite seguir adelante.
Hay una inconfundible sensación de ser exiliado permanente que es compartida por muchos palestinos, independientemente de sus antecedentes políticos. Ese sentido es a la vez real y figurado en la medida en que, con el tiempo, se ha transformado en una cultura, un modo de pensar y una perspectiva.
Estar 'fuera de lugar', el título de las memorias de Edward Said no es exclusivo de un solo individuo palestino, sino a toda una nación. Incluso en nuestra tierra, hay poco sentido de continuidad; las cosas pueden cambiar muy rápidamente: por las bombas, las excavadoras y las órdenes militares.
La adaptación de la cultura palestina - a pesar de sus raíces en una larga historia de existencia ininterrumpida que exceda de un milenio - ha sido bastante fluida; cultural y geográficamente, también. Con el 'exilio' prolongado, nuestra identidad política superó el tiempo y el lugar. Por lo tanto, la identificación con los negros o los nativos americanos, los refugiados de Siria, las víctimas del apartheid de Sudáfrica o los rohingya de Birmania no es un acto de conveniencia política, sino una inclinación moral natural. Una cultura incluso.
Edward Said había articulado de forma convincente el concepto de "perspectiva global" que convirtió la lucha palestina en integrante de una lucha global por la justicia social. Para los palestinos, las líneas se han vuelto verdaderamente borrosas entre su identidad política, su propia cultura y la de una pelea mucho mayor con metas aún más altas.
"En el caso de una identidad política que está siendo amenazada, la cultura es una manera de luchar contra la extinción y obliteración," escribió Said.
"La cultura es una forma de memoria contra el olvido".
En un poemario publicado recientemente de la que soy co-autor junto a dos brillantes poetas palestinos, Samah Sabawi y Jehan Bseiso, lo que ahora es Palestina se mezcló con una gama mucho más amplia de luchas globales contra la injusticia.
En el poema, escrito después de la muerte de Herman Wallace - un hombre negro que fue encarcelado en régimen de aislamiento durante 41 años sobre la base de lo que muchos creen que fueron falsas acusaciones - he tratado de incluir la lucha del viejo luchador como parte de la propia de mi pueblo 'memoria contra el olvido.'
".. Mi puño se levantará de la tierra carbonizada; en una pintura de Naji Ali,
A través de los gruesos muros de la Penitenciaría del Estado de Louisiana
En las calles de Hanoi,
En medio de los escombros de una mezquita de Gaza.
Incluso en mi lecho de muerte.
Tengo muchos nombres.
Pero mi cara es siempre mi cara.
En la frente cosida la memoria del dolor.
Sonrío todavía.
Y enseñar a mi hijo a no odiar
Porque el odio no es amor
El amor es la libertad
Soy un palestino
Mi nombre es Herman Wallace
Y voy a morir libre".
De repente, ser palestino y negro era la sensación más natural del mundo. No fue una decisión calculada, pero un sentimiento innato impulsado por la lucha común por la justicia y una historia compartida del dolor.
El Dr. Ramzy Baroud ha estado escribiendo sobre Oriente Medio durante más de 20 años. Es un columnista internacionalmente reconocido, consultor de medios, autor de varios libros y fundador de PalestineChronicle.com. Sus libros incluyen " Buscando a Jenin ", "La Segunda Intifada palestina" y su más reciente "Mi padre era un Freedom Fighter: Historia no contada de Gaza". Su sitio web es www.ramzybaroud.net.