La noche del 15 de julio fue un momento histórico para Turquía. Ciudadanos turcos, amenazados por un grupo de soldados gulenistas que intentaban tomar el poder mediante un golpe de estado, respondieron a la llamada del presidente Recep Tayyip Erdogan y tomaron las calles. La nación es valiente y no rehuyó utilizar ninguno de sus coches o cuerpos para detener la procesión de los tanques en los lugares estratégicos. Los civiles tomaron las calles, retomaron los edificios gubernamentales y los medios de comunicación que los gulenistas habían ocupado.
Turquía pagó un alto precio por su capacidad de resistencia; los gulenistas arrollaron a gente con sus tanques, dispararon a los manifestantes con ametralladoras desde helicópteros y bombardearon muchos lugares, incluyendo el parlamento y el palacio presidencial, matando a 265 personas e hiriendo a más de 1.440.
Miembros del ejército responsable de esta matanza son parte del movimiento gulenista que comenzó como un grupo religioso bajo la dirección de Gülen, un clérigo que vive en Pensylvania, en un exilio autoimpuesto. Los miembros de este movimiento han estado trabajando durante la última década para emplazarse en instituciones gubernamentales estratégicas para formar un bloque de poder para gobernar el país indirectamente. Independientemente de la jerarquía o cadena de mando en las instituciones para las que trabajan, los gulenistas son conocidos por tener su afiliación primaria para con su líder, por lo que las órdenes que reciben de él sustituyen a sus responsabilidades legalmente vinculantes.
Los medios de comunicación occidentales, incluyendo la BBC, en un primer momento calificaron el intento de golpe como un esfuerzo llevado a cabo por la oposición en Turquía. Para que un grupo se llame oposición, necesita tener medios legítimos para oponerse a las personas e instituciones de poder. Sin embargo, en el momento en que las fuerzas armadas dispararon contra la población civil, se convirtieron en los enemigos del pueblo. Cuando bombardearon el parlamento, se convirtieron en los enemigos de la democracia.
A medida que los enemigos de esta nación y su democracia, el grupo armado dentro del movimiento gulenistas y sus partidarios más amplios no pueden ser llamados grupo de oposición. Los esfuerzos para presentar este grupo, como oposición, tienen por objeto crear una disonancia cognitiva en la mente de las personas. Esto sirve para dar atributos de cierta legitimidad a las razones de este grupo terrorista o para penalizar a los funcionarios elegidos por "tomar medidas enérgicas contra la oposición" en su lucha contra los golpistas. Ambos son importantes golpes a las nociones democráticas y los valores que Occidente supuestamente defiende en la región.
Por lo tanto, es crucial a usar la terminología adecuada mientras se define el movimiento gulenista. No puede ser categorizado como oposición, Turquía clasifica el movimiento como organización terrorista, y el grupo ha demostrado ser un enemigo de la democracia y de la nación.
El movimiento de Gülen, que carece de una base política importante, dirigió sus esfuerzos a convertirse en una organización personalista que trata de hacerse con el poder a través de las instituciones en lugar de intentar ganar las elecciones. Inició sus esfuerzos en el sector de la educación y más tarde hizo esfuerzos para tomar posiciones en la policía, las fuerzas armadas, la burocracia y el poder judicial.
Se encontraron los miembros del grupo que intervinieron ilegalmente las llamadas del entonces primer ministro Erdogan y de los miembros de su gabinete en diciembre de 2013. Sin embargo, después de que el partido Justicia y Desarrollo de Erdogan (AKP) ganó más del 45 por ciento de los votos, y ganó un con una mayoría del 52% en la elección presidencial, la policía gulenista y los miembros del poder judicial perdieron su mayoría abrumadora y su influencia en ambas instituciones.
El movimiento gulenista estaba decidido a no perder su último bastión y trató con este golpe no sólo proteger sus posiciones en el ejército, sino también hacerse con el control del país.
Está claro que estaban preparados para la tarea; los helicópteros y tanques que estaban utilizando estaban completamente armados y preparados para la guerra, utilizaron aviones
F-16 para bombardear enclaves y asustar a la población civil, en un movimiento que demuestra que el ejército aprendió del golpe de estado en Egipto y la guerra civil en Siria.
Diseñaron su golpe de estado esperando entrar en conflicto con los civiles y asesinar brutalmente a la misma gente que se supone que deben defender. Sin embargo, el nivel de valor y la resistencia mostrada por los ciudadanos turcos de a pie, y la calidad de la democracia y los funcionarios electos del país, era algo con lo que los gulenistas no habían contabilizado.
Hoy la democracia turca ha ganado una gran victoria, y la nación turca ha invertido un golpe en horas, un incidente que es único en Turquía. Sin embargo, a raíz de este intento, la responsabilidad recae sobre los hombros de la comunidad internacional que deben echar a este grupo que amenaza los ideales de la democracia. Llamándolos oposición, negando su naturaleza de sanguinaria banda terrorista –como demostraron la noche del viernes –no hace sino incrementar los problemas democráticos en la región.
Ellos son los enemigos del sistema democrático que la gente de esta región quieren adoptar y del que quiere gozar plenamente, por lo que es importante llamar a los gulenistas por su nombre, sin endulzarlo.
El autor es investigador en el Foro Sharq