La reciente demolición por parte de Israel de cinco viviendas palestinas cerca del sur de Hebrón, tres de las cuales fueron financiados por la Unión Europea, parece haber sacado de su letargo a la atención internacional, especialmente a Washington. Aun considerando el aumento de las represalias contra el pueblo palestino en los últimos días, es muy probable que el protagonismo mediático se centre en la financiación comunitaria de las estructuras, más que en los 27 palestinos desalojados por la acción criminal de Israel.
En su comunicado sobre el incidente, el Departamento de Estado de Estados Unidos consideró que las demoliciones son una "provocación". La portavoz Elizabeth Trudeau concedió una rueda de prensa para declarar: "Seguimos preocupados por el aumento de las demoliciones de viviendas palestinas en Cisjordania y Jerusalén Este, que al parecer han dejado a decenas de palestinos sin hogar, incluido niños."
EurActiv, que publicó las declaraciones de Trudeau, también hace referencia a B'Tselem, que afirmaba que los 27 palestinos desalojados habían sido objeto de otras demoliciones anteriores. Según la organización, 740 palestinos han sido desalojados desde principios de año.
El primer ministro palestino Rami Hamdallah sumó su voz a la crítica, al regurgitar su demanda de "la comunidad internacional debe intervenir y detener las violaciones de Israel al derecho internacional". Al igual que los anteriores, su petición no fue considerada.
Es evidente que la parcialidad continúa dirigiendo la crítica de Israel en Estados Unidos. En este caso, fue sólo la identidad del donante - la UE - lo que llevó a los EE.UU a emitir una declaración en contra de las demoliciones. La reacción es una reminiscencia de la ira de corta duración creada por el informe "malversación en cooperación", emitido por el Observador de Derechos Humanos Euromediterránea; También se detalla el desprecio israelí por los fondos de la UE, así como la complacencia de Europa como consecuencia de la destrucción.
Por lo tanto, no sólo es la renuencia a hacer a Israel responsable, sino también la narrativa imperialista sobre las críticas que conduce a la toma de decisiones deliberadamente defectuosas. Si se tiene en cuenta que la existencia de Israel está predeterminada y sostenida por imposiciones externas, se deduce que las críticas estadounidenses tienen una finalidad estética, tanto para la UE como para Israel con respecto a su contribución a las violaciones de los derechos humanos de los palestinos.
La construcción de viviendas de la UE, especialmente bajo la luz del informe que retrata claramente el ciclo de explotación y abuso, no debe ser leída como otra cosa que carne de cañón para Israel. Cualquier charla sobre aliviar la miseria palestina en este sentido es errónea. Las viviendas construidas sirven a los palestinos como un breve refugio y da a la UE un aire de benevolencia. Para los EE.UU., el ciclo repetitivo constituye una oportunidad para la crítica superficial, desviar la atención de otras cuestiones políticas como la ayuda militar a Israel y la continua expansión colonial de este último.
Así que acentúan las consecuencias de la alienación, con titulares e informes críticos con Estados Unidos a Israel como un logro, pero no hay ningún esfuerzo para mediar siquiera contra la construcción de asentamientos en curso de Israel. En lugar de plantear la cuestión desde una perspectiva histórica a nivel internacional, los medios de comunicación han optado por facilitar la ambigüedad. La atención internacional ha seguido el ejemplo, como siempre, iniciado con las primeras colonizaciones y las de 1967.
La cuestión no es cómo los EE.UU han aumentado su nivel de hipocresía criticando a Israel con el fin de llamar la atención sobre la generosidad de la UE en lugar del sufrimiento palestino. Es el esfuerzo colectivo adoptado por los EE.UU. en dirigir el foco de la atención política y la solidaridad, en la medida en que los 27 palestinos desplazados son percibidos como consecuencia, en lugar de un componente integral del despojo permanente de Palestina.
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