Un paraíso en miniatura donde las calles inmaculadas se llenan de las sonrisas de los niños al atardecer. Un lugar especial para traer a la tierra la palabra de Dios. Aquí, una pequeña comunidad comprometida con la protección del medio ambiente trabaja cada día en proyectos de agricultura ecológica. Un ejemplo de comunión entre las personas y la naturaleza, seres humanos y planeta tierra en perfecta armonía. Todo ello con el propósito de alimentar tanto los campos como las almas.
Descripciones de este tipo inundan las páginas de organizaciones como Torah Alive con el fin de atraer población judía de todos los lugares del mundo a los asentamientos de los Territorios Palestinos Ocupados. Comunidades de colonos como Bat Ayin, Kfar Etzion o Alon Sh’vut presumen de proteger el medio ambiente y de desarrollar un sistema de producción sostenible. Asimismo, como parte de sus actividades de diplomacia pública, el Estado de Israel no cesa en su empeño por mostrarse como un abanderado en la lucha contra el cambio climático y como líder global en desarrollo de tecnologías de gestión de aguas.
Sin embargo, al otro lado del muro, más allá de checkpoints y alambres de espino, la realidad es muy distinta. A tan solo unos kilómetros de los asentamientos ilegales israelíes en Cisjordania, paneles solares son hechos pedazos por las fuerzas de seguridad, a la vez que olivos centenarios son arrancados de raíz y reemplazados por pinos, eucaliptos y otras especies no autóctonas.
Así, mientras Israel es reconocido internacionalmente por estar a la vanguardia en el desarrollo de tecnologías sostenibles y por haber transformado “milagrosamente” el desierto en un lugar verde, lo cierto es que muchas de sus políticas medioambientales se caracterizan por un profundo racismo. Alrededor del 80 por ciento del agua que llega a Cisjordania desde el Valle del Jordán es consumida por Israel y sus asentamientos, todos ellos ilegales bajo el régimen del derecho internacional. Muchos manantiales y pozos se encuentran actualmente desabastecidos a raíz de las intensivas prácticas de explotación de empresas como Mekorot, la compañía nacional de aguas israelí.
Estas políticas no sólo afectan a los recursos hídricos. Sólo en las últimas semanas, el Ejército de Ocupación Israelí (IOA, por sus siglas en inglés) abrió fuego contra agricultores palestinos mientras trabajan sus tierras, cerca de la valla fronteriza, al sur de la Franja de Gaza. De la misma forma, las fuerzas militares incendiaron decenas de hectáreas de tierras cultivables palestinas en las proximidades al muro de segregación, al noroeste de Ramallah. Según el Ministerio de Agricultura palestino, más de medio millón de olivos –los cuales son esenciales para la economía palestina desde hace cientos de años– han sido destruidos por las fuerzas civiles y militares israelíes en la última década.
Dada la severidad y regularidad de estos acontecimientos, ciertos actores en Palestina –tanto a nivel local como internacional– han hecho de la lucha medioambiental una prioridad en su agenda, especialmente desde la Primera Intifada. En este línea, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas denunció en 2013 que los palestinos que viven bajo la ocupación en Cisjordania se enfrentan a constantes cortes de agua, algo impensable en los asentamientos israelíes circundantes. Por otro lado, a nivel local, el Applied Research Institute of Jerusalem (ARIJ) lleva trabajando en pro del desarrollo sostenible en Palestina desde 1990 a través del fomento de la autosuficiencia del pueblo palestino mediante la autogestión de sus recursos naturales.
La organización centra su trabajo en cuatro principales áreas de acción: el programa de gestión de recursos naturales; el programa de agricultura sostenible –en colaboración con el Programa Mundial de Alimentos y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)–; el programa de buena gobernanza; y el programa de Tecnologías de la Información, que desarrolla aplicaciones, software y bases de datos para contribuir al desarrollo tecnológico en la Palestina ocupada.
En palabras de Fadi Isaac, director del programa de Tecnologías de la Información de ARIJ, su objetivo es ofrecer alternativas para la conservación de los recursos naturales. Así como incentivar el incremento del conocimiento científico y tecnológico aportando métodos innovadores para la utilización y conservación de recursos.
Entre sus muchos proyectos, ARIJ trabaja actualmente en la instalación de unidades de tratamiento de agua en el campo de refugiados de Wadi al-Arroub, a 15 kilómetros al sur de Belén. Una vez que el proyecto sea completado, ayudará a reestablecer la calidad de los recursos hídricos del área, afectados hoy en día por procesos de salinización y de contaminación.
Como remarca Isaac, la organización trabaja en contacto directo con los Ministerios palestinos de Agricultura y Medio Ambiente, proveyéndoles de informes sobre el desarrollo actual de la ocupación en Cisjordania, así como participando en el proceso de negociación. También están en permanente contacto con Estados miembros de la Unión Europea con el objetivo de poner de manifiesto la situación real sobre el terreno. En sus propias palabras, “intentamos mostrarles la versión palestina de la historia aportando hechos”.
No obstante, a diferencia de otras organizaciones que trabajan en el mismo ámbito en otros lugares del mundo, ARIJ tiene que lidiar no sólo con los desafíos medioambientales sino con cotidianeidad de la ocupación. Son muchos los incidentes que muestran las dificultades a las que deben enfrentarse las instituciones palestinas a la hora de desarrollar sus actividades. Por ejemplo, una de las prácticas más comunes, heredadas del periodo del Mandato Británico de Palestina, consiste en llevar a cabo detenciones sin cargos durante periodos de seis meses que pueden prolongarse una y otra vez de manera indefinida.
Los representantes de ARIJ remarcan los obstáculos que sus miembros afrontan especialmente cuando trabajan en el Área C, que está bajo dominio absoluto de las autoridades israelíes a raíz de los Acuerdos de Oslo. Debido al control casi totalde Israel sobre las licencias de construcción en dicha área, promover el desarrollo en esta zona es particularmente difícil. Por ello, muchos de los residentes palestinos en el Área C continúan sin tener acceso regular a electricidad.
Asimismo, las fuerzas de seguridad israelíes tienen autoridad para bloquear el trabajo de ARIJ en dicha área, ya sea mediante arrestos o la simple confiscación de materiales e infraestructuras, como es el caso de los paneles solares. Por ejemplo, Issa Zboun, jefe del departamento de Geoinformática en ARIJ, fue arrestado en una ocasión por el mero hecho de grabar en un asentamiento y sólo fue liberado tras la intervención de la Unión Europea. El acoso alcanza también niveles institucionales internacionales. Así, la ministra de Justicia de Israel, Ayelet Shaked, llevó a cabo recientemente una campaña de boicot a la organización mediante el envío de cartas a los representantes de los gobiernos donantes con el propósito de bloquear la ayuda internacional.
Por otra parte, más allá de los daños medioambientales y de la desigualdad en el acceso a recursos naturales, estas políticas tienen un grave impacto en la economía palestina. El coste de la ocupación en Cisjordania alcanza los 10 millones de dólares cada año, junto con 184,5 millones de dólares anuales debido a las restricciones de movimiento. Todo ello representando alrededor del 78 por ciento del Producto Interior Bruto de Palestina.
Por todo ello, proyectos como ARIJ o el Joint Advocacy Iniative (JAI) que confrontan la ocupación mediante la proteccióndel medio ambiente, cumplen una labor crucial en el conflicto palestino-israelí, siendo fundamentales para asegurar la supervivencia del pueblo palestino. En definitiva, la lucha del pueblo palestino contra la ocupación tiene lugar no solo en el terreno político sino también en el medioambiental. Como afirma Baha Hilo, coordinador de la Olive Tree Campaign del JAI, “no somos una milicia, nuestras armas son nuestros picos y nuestras palas, nuestras manos y nuestros olivos”.