En un nuevo ejemplo de cómo Israel sigue desacatando los derechos humanos, la moral y la legalidad internacional, la Corte Suprema de Israel ha resuelto que la alimentación forzada a los prisioneros palestinos en huelga de hambre es “constitucional”.
Desde las masacres iniciales cometidas por los grupos paramilitares sionistas, la entidad colonial en Palestina ha refinado sus métodos y normalizado la violencia, hasta el punto cualquier violación cometida por Israel es ahora percibida como una desafortunada consecuencia y nada más.
Desde 2014, cuando el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu hizo público el intento de forzar a comer a los prisioneros palestinos que se embarcaban en una huelga de hambre como forma de lucha, la indignación y la contradicción con el código deontológico que suponía esta medida causaron mucha consternación, si bien de forma intermitente. La Asociación Médica Israelí (IMA, por sus siglas en inglés) había conseguido frenar la norma en 2015, argumentando que a los doctores se les ordenaría rechazar la alimentación forzosa porque “este es un caso en el cual la ética médica es inequívocamente contradictoria con la ley”.
Siguiendo varias peticiones legales documentadas por la IMA y diversos grupos de derechos humanos en el último año, la Corte Suprema Israelí descartó esta oposición legítima arguyendo, según la agencia de noticias Ma´an, que “un preso en huelga de hambre no es una persona ordinaria sino una persona que con plena conciencia y voluntad se sitúa a sí mismo en una situación peligrosa como forma de protesta o con el propósito de conseguir objetivos colectivos o personales”. En consecuencia, los presos en huelga de hambre tienen “implicaciones que van más allá del mero asunto personal del huelguista de hambre”.
Esta legislación es, por supuesto, oportunista, en un momento en el que Israel está comprobando la influencia que los huelguistas de hambre palestinos tiene sobre toda la resistencia palestina, en particular desde que las huelgas de hambre masivas en las cárceles israelíes se ha convertido en el medio para sacar a la luz la injusticia de las detenciones administrativas y su ambigüedad respecto a la legalidad internacional.
Además, las huelgas de hambre masivas han generado un vínculo importante hacia la historia y la memoria palestinas, en un momento en el que la resistencia organizada en las cárceles israelíes proporciona una base para la lucha anti-colonial. En tanto la lucha palestina siga siendo esporádica, Israel puede estar a salvo, desde su conocimiento de que cualquier esfuerzo por recuperar derechos tendrá corta vida.
En efecto, el grado en que Israel ha reforzado la fragmentación de Palestina a través de un vasto espectro que va desde la gente y el territorio a la experiencia y la memoria, ha contribuido a la actitud dominante encarnada por la comunidad internacional de hacer frente a determinadas violaciones específicas de derechos en lugar de apoyar la lucha anticolonial palestina en su conjunto. Dentro de Palestina, la lucha también se ha fragmentado. Los prisioneros palestinos en huelga de hambre han sabido desplazarse del marco imperante y han labrado un espacio que está repercutiendo en términos de resistencia colectiva, lo que ha dado lugar al incremento de los esfuerzos de Israel para destruir esta nueva consistencia luchadora adquirida.