Mientras el mundo mira a Siria, en Libia también se está llevando a cabo una cruenta guerra civil fragmentada, en la cual existen diferentes facciones en liza, que han creado tres gobiernos paralelos.
En diciembre de 2015 se llegó a un Acuerdo de Unidad Nacional por el que se instauraba un poder ejecutivo con sede en Trípoli y uno legislativo con sede en Tobruk, pero éste no se llegó a cumplir nunca y en la práctica cada institución funciona como un gobierno independiente enfrentado con los demás, también militarmente. El primero de estos gobiernos tiene su base en Trípoli y controla el oeste del país. Está dirigido por el llamado Gobierno de Acuerdo Nacional y el Escudo de la Fuerza Libia. Según el acuerdo de paz alcanzado en 2015, debería ser el brazo ejecutivo del gobierno de unidad. El segundo, con sede en Tobruk, pertenece a la Cámara de Representantes de Libia y controla la zona oriental, si bien supuestamente debería ser el poder legislativo del gobierno de unidad. En tercer lugar, en Bengasi está la capital del Consejo de la Shura de los Revolucionarios, facciones islamistas que reivindican la revolución de 2011 contra Muammar Al Gaddafi, y que está acusada de albergar elementos terroristas. Por si fuera poco, en el suroeste desértico existe también una franja gobernada por fuerzas tuareg.
Este caos gubernamental ha afectado al país, que ya no existe como tal: el ámbito social y político está destruído, así como el área económica, donde únicamente sobrevive a duras penas la industria petrolífera. Al menos hasta el pasado domingo, cuando el general Khalifa Haftar realizó una ofensiva repentina, tomando las tres principales terminales de petróleo de Libia. Al parecer, columnas de militares y también de población civil atacaron los puertos petroleros de Ras Lanuf, Es Sider y Zueitina, según han notificado las autoridades. El general Khalifa Haftar, líder del Ejército Nacional Libio es el poder real en Tobruk, la sede del Consejo de Representantes de Libia, es cercano a Egipto y se describe a sí mismo como un “anti-islamista”. Aunque es rebelde respecto al plan apoyado por la comunidad internacional, recientes informaciones apuntan a que contaría también con el apoyo de países occidentales, especialmente de Francia.
Curiosamente, los puertos petrolíferos están protegidos por la Guardia de Instalaciones Petroleras, dirigidas por Ibrahim Jathran, quien había firmado un acuerdo de extracción y exportación de petróleo de Libia en julio de 2016, poniendo fin de manera unilateral al embargo decretado por el gobierno central, en vigor desde hace 3 años. Jathran, un antiguo líder de la revolución de 2011, había reivindicado mayor autonomía para la región de Bengasi, la Cirenayca, especialmente para poder exportar petróleo sin necesidad de permiso del gobierno central, en este caso, tanto del de Trípoli como del de Tobruk.
Las autoridades tribales, unificadas durante la época del gobierno de Muammar El Gaddafi se disolvieron tras la caída del gobierno y, con el inicio de la guerra civil, se dividieron en diferentes facciones enfrentadas entre sí. Al parecer, estos líderes tribales fueron quienes, a través de mediadores, presionaron para que las unidades de Jathran se rindieran.
Los yacimientos de petróleo son uno de los puntos estratégicos de mayor importancia en la guerra libia, ya que controlándolos la milicia vencedora toma un punto de ventaja sobre sus enemigos, al poder comerciar con este recurso natural de forma directa o indirecta a través del mercado clandestino, y al mismo tiempo, garantizándose los suministros para poder continuar con sus campañas militares.
El general Haftar, leal al gobierno de Tobruk, está enfrentado a las demás facciones libias y se ha opuesto a todas las peticiones de alianza que le han ofrecido. Además, se niega a que el comercio del petróleo se reanude, por lo que el enfrentamiento entre él y Jathran, que ha controlado las reservas de petróleo al este de Sirte desde 2013, era inevitable, ya que las tensiones entre ambos habían aumentado desde que Jathran había anunciado por su cuenta la reanudación de la exportación petrolífera.