El obispo Michael Nazir-Ali ha causado revuelo a principios de esta semana, durante la entrevista con el periodista Matt Frei en el Canal 4 Noticias sobre su controvertida reunión con el presidente sirio Bashar Al-Assad. El ex obispo de Rochester era parte de una delegación en Siria que incluía a pares de la Cámara de los Lores de Gran Bretaña y a miembros de la comunidad cristiana.
Antes de la entrevista, la delegación fue objeto de numerosas críticasa a principios de septiembre. Fue acusada de dar a Assad una "oportunidad de buena imagen y una herramienta para la propaganda". En respuesta, Nazir-Ali se mantuvo firme en su defensa del viaje. "Los informes occidentales del conflicto son parciales", afirmó, "y las voces de los sirios, incluidos los cristianos, no son escuchadas".
En un artículo para el Daily Telegraph dijo que estaba dispuesto a enfatizar el papel de Gran Bretaña en conflicto y las ocasionales relaciones hipócritas con dictaduras. "Gran Bretaña mantiene relaciones y anima visitas a países como Sudán, Irán y Zimbabwe", protestó. "¿Por qué Assad está siendo demonizado hasta este punto?" Incluso repite el mantra común de la larga tradición de Occidente de apoyar a dictadores en la región destacando que: "En Oriente Medio la elección no es entre ángeles y monstruos sino entre una especie de monstruo y otro".
Aunque sus comentarios fueron recibidos con sorpresa, su entrevista televisia fue acogida con incredulidad. Nunca es buena idea para defender lo indefendible una entrevista de televisión, que es menos propicia al razonamiento matizado y más abierta a los comentarios cortos.
Con su afirmación de que "los asesinatos en masa reales son del Daesh y Jabhat Al-Nusra" y no el régimen de Assad. Destacó además su evasión persistente ante preguntas acerca de la brutalidad de Assad; el obispo no sólo parecía estar "haciéndole la cama a Assad", como Frie señaló, sino también pareció anclarse en la negación rotunda; un defensor en la misma línea que "Comical Ali" el diplomático iraquí infamemente conocido por hacer comentarios extravagantes acerca de la invasión de Irak.
Nazir-Ali se queja de que "uno de los problemas con las alegaciones de abusos del gobierno es que a menudo provienen de fuentes no verificables, a través de rebeldes en el territorio o de exiliados fuera del país". Eso es bastante justo, pero en la medida en que los espectadores se apoyan solo en ellas, su percepción de la guerra está casi enteramente diseñada por otros, y la fuente de nuestra información se vuelve aún más crucial. Nadie en su sano juicio tomará más en cuenta las palabras de un hombre acusado del asesinato en masa de su propio pueblo, antes que las cifras de personas que son víctimas de la brutalidad que reportan los organismos independientes encargados de vigilar los abusos de derechos humanos.
Según el obispo Nazir-Ali, la reunión con Assad había sido "amable pero franca" y la delegación lo interrogó en varias ocasiones acerca de las bombas de cañón y su uso indiscriminado, la tortura, los ataques a hospitales y otros asuntos. Suponemos que también fue interrogado sobre la masacre diaria de sus oponentes, asedios viciosas y el uso de armas químicas por su régimen.
A todas luces, parece que el obispo ha colocado la honestidad de Bashar Al-Assad en el nivel de una persona con pocos méritos de acusada de crímenes de guerra. ¿Vamos a creer realmente que él habría admitido a la delegación que sus tropas han cometido tales crímenes terribles? Yo fui parte de una delegación en Siria con parlamentarios británicos en 2009, antes de la guerra, y puedo confirmar que Assad puede ser extremadamente cortés. Estoy seguro de que Saddam Hussein no era menos cortés con las decenas de delegaciones occidentales que lo visitaron en Bagdad, pero ¿qué crédito se le habría dado a su negación de los crímenes de guerra y el uso de armas químicas contra los kurdos en el norte de Irak?
Las delegaciones, por su naturaleza, están limitadas en su capacidad de proporcionar una imagen precisa de cualquier situación; esto es especialmente cierto en zonas de guerra. El obispo Nazir-Ali reconoce el excelente trabajo llevado a cabo por la Asociación de Médicos, que cuenta con 3.000 personas que trabajan en Alepo, incluyendo 250 pediatras, seis hospitales públicos activos y muchos más que son privados. Como él mismo reconoce, sin embargo, estos se encuentran en el territorio controlado por el gobierno.
La pregunta que el obispo no hizo a Assad fue la que concernía a sus acciones en el territorio no controlado por sus fuerzas. ¿Quién es responsable de la muerte y la destrucción que vemos a diario en las noticias y de la que se informa por los refugiados que huyen de Siria? Comparar un territorio que funciona bien en poder del gobierno con la desolación del territorio controlado por los rebeldes no es la mejor manera de juzgar la brutalidad de Assad contra el pueblo de Siria.
Nadie está en desacuerdo con que el conflicto sirio es extremadamente complicado y que una resolución será difícil de lograr. Sin embargo, el futuro de Siria no será más prometedor por no reconocer los crímenes cometidos por el régimen de Assad y el verdadero alcance de la devastación causada por las fuerzas leales al presidente. El conflicto es, probablemente, el más documentado en la historia, con grandes medios de comunicación que se complementan con decenas de vídeos en las redes sociales y numerosos informes de grupos prominentes de derechos humanos.
Es desafortunado que Nazir-Ali parezca argumentar que Al-Qaeda, Jabhat Al-Nusra y el Daesh sean los responsables de iniciar el conflicto en Siria. Ese dudoso honor pertenece al gobierno de Bashar Al-Assad, que enfrentó con las demandas de su pueblo por una mayor libertad y el fin de la dictadura con la violencia brutal de sus fuerzas de seguridad.
Si el obispo Michael Nazir-Ali es honesto acerca de la revolución siria, tendría que reconocer que fue Assad quien promovió el extremismo mediante el patrocinio de las fuerzas de Al-Qaeda, que luchan contra la ocupación estadounidense en Irak. También tendría que admitir que fue Assad quien lanzó elementos jihadistas en sus propias prisiones para radicalizar a sus oponentes con el fin de apoyar su afirmación de que está en primera línea defendiendo la civilización contra la barbarie "islamista".
No hay duda de que Assad ha contado con la delegación del obispo para realizar esta afirmación para el resto de nosotros. Ellos no le han decepcionado.