Han pasado 36 años desde que la guerra entre Irán e Irak comenzase, guerra que envolvió a toda la región de Oriente Medio en la incertidumbre, la desestabilización de los mercados y la inmensa pérdida de vidas y daño permanente a millones de soldados y civiles iraquíes e iraníes. Los ecos de la guerra todavía resuenan hoy.
La guerra entre Irán e Irak se prolongó durante casi ocho años, concluyendo finalmente en 1988, fue una época que definió de la historia y la configuración actual de Oriente Medio. Las consecuencias del conflicto determinaron el equilibrio de fuerzas en la región desde el comienzo de la guerra hasta que el derrocamiento del régimen de Sadam Hussein en 2003 por las fuerzas lideradas por Estados Unidos en una invasión ilegal. También condiciona en gran medida la situación actual en Irak, hoy una sombra de lo que fue el país antes de la invasión, su poder regional no solamente se debilitó, sino que está completamente destrozado por una combinación de desventura militar occidental y el imperialismo indirecto iraní.
A veces conocida como la Primera Guerra del Golfo, para distinguirla de la segunda en 1990 y la tercera en 2003, pocos advierten de que muchos de los principales actores en Irak hoy en día, incluyendo los líderes de los partidos políticos sectarios y las terriblemente brutales milicias chiitas, vieron su génesis en el “caldo primigenio” que supuso la sangre derramada durante ese conflicto. La red Iraní, muy presente actualmente en Irak, adopto la doctrina política del ayatolá Jomeini de la Wilayat Al-Faqih, tutela del jurista, que sustituyó al nacionalismo secular del Sha después de la revolución iraní de 1979.
Recientemente unas imágenes de vídeo han mostrado al conocido como patriota iraquí Hadi Al-Amiri, un ex ministro de transporte en el Irak post-2003, luchando contra su país en nombre de Irán durante la guerra. Al-Amiri es también el líder de la Organización Badr, estrechamente relacionada con Teherán, hasta el punto que resulta difícil saber dónde termina este grupo y comienza el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica de Irán (CGRI).
El ex primer ministro de Irak, Nouri Al-Maliki, proviene del Partido Dawa respaldado por Irán, que fue responsable de los ataques terroristas en Irak y en todo el Oriente Medio durante la guerra entre Irán e Irak. Al-Maliki es un político sectario infame y obstinado que una vez comparó a un grupo de manifestantes iraquíes pacíficos, que protestaban contra la persecución que venían sufriendo, con las personas que mataron al nieto del profeta Muhammad (la paz sea con él) en el siglo séptimo, estas declaraciones fueron vistas como una incitación a la violencia política y religiosa en contra de la manifestantes.
Los líderes iraníes son un producto directo de la guerra entre ambos países. Rostros omnipresentes que representan al régimen iraní y que los medios de comunicación muestran como presentes durante el conflicto. Heredero de Jomeini y principal autoridad de Irán, el líder supremo el ayatolá Ali Jamenei, fue una miembro más del círculo jomeinista que derrocó al igualmente represivo sha.
La Fuerza del CGRI Al-Quds, una organización que parece tener el dedo en el gatillo de numerosos actos perpetrados por grupos terroristas, está dirigido por un hombre que construyó su carrera durante la guerra entre Irán e Irak. El general Qassem Soleimani comenzó su carrera en el CGRI como soldado en 1979, pero rápidamente ascendió de rango al haber participado en la represión de los kurdos iraníes, así como por liderar y organizar a las fuerzas irregulares en territorio iraquí durante la guerra. Este general se ha ganado a pulso la fama de letalidad, un ex agente de la CIA que habría tenido conocimiento de las actividades de Soleimani en Irak describió éstas como el "operativo de mayor alcance en parte de Oriente Medio hoy". Soleimani puede acreditar que esta reputación fue forjada en el crisol de la guerra entre Irán e Irak.
Ha habido una gran cantidad de información errónea en términos de la propia guerra real, incluso desde una perspectiva histórica. Por ejemplo, la mayoría de los historiadores creen que la guerra comenzó el 22 de septiembre porque esa es la fecha que Irak cruzó la frontera con Irán y comenzó la invasión. Lo que la gente no sabe es que podría afirmarse que la guerra comenzó antes de esta fecha, con el bombardeo de Irán de aldeas iraquíes a principios de ese mes. De hecho, Irak derribó varios aviones iraníes el 7 y 9 de septiembre, según informó el diario Al-Irak el 9 de septiembre 1980. La invasión de Irak fue en parte una respuesta a estos y otros actos de agresión iraníes.
Mientras que el mundo generalmente se regodea en la felicidad de la ignorancia y vilipendió a Saddam Hussein más allá del oprobio que realmente merece, tienden a pasar por alto la forma en que éste hizo todo lo posible para preservar el status quo con Irán después de que Jomeini derrocase al Sha. Saddam incluso envió un mensaje diplomático al ayatolá, expresando sus felicitaciones y reiterando sus deseos para desarrollar las relaciones entre Irak e Irán después de que éstas mejorasen tras el Acuerdo de Argel en 1975. Este acuerdo puso fin al apoyo iraní a los militantes kurdos y dividió el estratégico canal de Shatt Al-Arab entre ambos países.
¿Cuál fue la respuesta de Jomeini? Éste comenzó a incitar a la población chiíta de Irak a levantarse, y apoyó a las organizaciones terroristas, incluido el Partido Dawa antes mencionado, en sus intentos de asesinar a líderes y políticos iraquíes. Tariq Aziz, un árabe cristiano y uno de los colaboradores más cercanos de Saddam, fue objetivo de un asesinato en abril de 1980. En el intento de asesinato estuvieron involucrados terroristas respaldados por Irán, quienes lanzanron una granada a Aziz en el centro de Bagdad, que acabo con su vida y en su lugar logró asesinó a civiles inocentes. La resistencia de Jomeini a la coexistencia pacífica podría estar relacionada con su expulsión por parte de Saddam como parte de su acuerdo de 1975 con el Sha, y así Jomeini albergó rencor hacia éste a pesar de ser un invitado de Irak durante 13 años en la ciudad de Nayaf.
Saddam puede haber desaparecido y Jomeini puede ser enterrado, pero las repercusiones de los conflictos han sobrevivido a sus instigadores. Saddam falló en su guerra que tenía como objetivo restaurar la soberanía iraquí sobre el Shatt Al-Arab y derrocar a los mulás, y Jomeini no logró derrocar a Saddam. Sin embargo, Saddam tuvo éxito en mantener a raya a los iraníes. No fue hasta que los EE.UU. abrieran como “guardianes del mundo árabe e islámico” en 2003 la caja de Pandora desencadenando la ambición hegemónica y sectaria iraní, con un verdadero ejército formado por los veteranos de la guerra Irán-Iraq, listos para terminar lo que habían empezado en 1980.
Por desgracia, la ocupación indirecta por parte de Irán de Irak y el maltrato brutal que el pueblo iraquí está sufriendo bajo el nuevo régimen, que sobrepasa cualquier cosa que los baazistas jamás infligieran a Irak, ha creado un ambiente de odio, de desconfianza y de ira que dará lugar a otra guerra con Irán. Esta guerra va a suceder, y puede o no implicar a un Irak soberano, pero está claro que va a ser costosa, tanto en términos de vidas y bienes, ocasionando un resultado lamentable que sólo puede ser evitado si el mundo actúa ahora para obligar a Irán a respetar a sus vecinos y poner fin a sus intentos de exportar su ideología y el sistema político en toda la región.
La alternativa es un escenario de pesadilla y muerte, atrocidades, retraso en el crecimiento económico y el estancamiento político que condenarán a la gente del Medio Oriente a muchos años más de lucha y la miseria.