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La espada de Damocles se cierne sobre la Autoridad Nacional Palestina

A pesar de su carácter colaboracionista concebido desde su nacimiento a mediados de los noventa, la ANP ha dado pasos en ocasiones que Israel considera contrarios a sus intereses.

Básicamente, el gobierno de EE.UU. ha rescatado a la Autoridad Nacional Palestina. En un reciente artículo de The Electronic Intifada, mi colega Charlotte Silver explicaba el caso.

“La corte federal de apelación de Estados Unidos emitió un veredicto por un jurado de Nueva York que acusaba a la Autoridad Nacional Palestina y a la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) de estar involucrada en siete atentados que habían tenido lugar en Israel y Jerusalén entre 2000 y 2004”, escribía Silver.

En un gesto poco habitual, la Administración Obama intervino en los tribunales para limitar la responsabilidad financiera de la ANP. Estados Unidos parecía preocupado de que la ANP no colapsase económicamente.

“La Autoridad Nacional Palestina e Israel tienen actualmente mecanismos y canales de coordinación que ayudan a mantener la seguridad de los palestinos e israelíes que viven en Cisjordania, así como para identificar y evitar posible atentados terroristas en Israel”, alegó el vicesecretario de Estado Antony Blinken en declaraciones al tribunal. “El colapso de la ANP rompería estos canales de coordinación”.

El caso ha sido difundido por Shurat HaDin, un grupo jurídico israelí, con vínculos con las agencias de espionaje israelí, incluyendo al Mossad, el cual es famoso por sus vulneraciones de derechos humanos, asesinatos, secuestros y el empleo de la tortura. Shurat HaDin se sirve del eslogan “Quebrando al terror”. Pretende ser una organización de “derechos civiles” pero, en realidad, es básicamente un instrumento del gobierno israelí. El objetivo es recabar el apoyo de las organizaciones pro derechos humanos, caritativas y de los organismos públicos en torno a sus litigios.

Muchos de estos casos tienen la intención, y a veces consiguen, de disuadir cualquier tipo de participación o apoyo del activismo solidario por Palestina, especialmente del movimiento de Boycott, Desinversiones y Sanciones (BDS). Muchos de ellos, si no la mayoría, son más tarde rechazados o simplemente colapsan, porque no pasan un exámen jurídico mínimamente riguroso.

Una filtración de la embajada de EE.UU., realizada por el famoso delator Chelsea Manning y publicada por WikiLeaks, muestra que Shurat HaDin no es la organización “independiente” o “no-gubernamental” que dice ser. El documento expone como el director de Shurat HaDin, Nitsana Darshan Leitner, se jactaba ante la embajada estadounidense de “estar en contacto con la dirección” del Mossad y otras controvertidas agencias del gobierno israelí sobre los casos judiciales que su organización debía llevar a cabo. En otras palabras, el ánimo principal del grupo es actualmente bloquear, y no hacer avanzar, los derechos civiles.

Un caso contra la Autoridad Nacional Palestina como este ha sido recientemente documentado. A pesar de prestar un flaco favor a las demandas populares de libertad, igualdad y derecho al retorno de los refugiados, la ANP dista mucho de ser el subcontratado de la ocupación que Israel desea. Al igual que Israel, la ANP ha arrestado y reprimido a sus críticos de manera arbitraria, y también ha presionado contra los luchadores de la resistencia y los activistas no violentos que se atreven a enfrentarse a la ocupación.

Así que, entonces, ¿por qué el gobierno israelí estaría tan interesado en castigar a la ANP, si a veces se comporta como su propio sirviente? La respuesta radica en un doble factor. En primer lugar, las élites israelíes están divididas sobre si deben o no confiar en la ANP, a pesar del largo registro de “coordinación de seguridad” con las fuerzas israelíes de ésta.

Los que se sitúan en la izquierda sionista, generalmente hablando, se muestran (en teoría) más favorables a la ANP que los de la derecha sionista, que actualmente ostentan el gobierno israelí. Esta es parcialmente una discusión sobre qué tipo de ocupación es más favorable para Israel. Los sionistas de izquierdas se muestran más entusiastas con los beneficios de la ocupación indirecta, que ven representada en la ANP (incluso la derecha ha implementado esta estrategia, con las extintas “Ligas de Pueblos”, fuerzas colaboracionistas de Cisjordania de la década de los ochenta). Para los dos lados del movimiento sionista, la ANP representa actualmente, en cambio, algo desagradable y desfavorable: la amenaza de un autogobierno palestino.

A pesar de su carácter colaboracionista concebido desde su nacimiento a mediados de los noventa, la ANP ha dado pasos en ocasiones que Israel considera contrarios a sus intereses. Quizás el punto álgido de todo esto fue durante la segunda Intifada palestina, cuando muchos de los policías armados de la Autoridad Nacional Palestina, esencialmente antiguos miembros de milicias –a menudo vinculadas a Fatah- se levantaron en resistencia armada contra los soldados y colonos israelíes.

Después de que se viniera abajo la segunda Intifada, las fuerzas de la ANP fueron reestructuradas, reagrupadas y más instruidas en una misión anti-palestina por parte de sus entrenadores. El general norteamericano Keith Dayton inculcaba este mensaje a las tropas palestinas a las que instruía: “No estáis aquí para aprender cómo luchar contra los israelíes, no estáis aquí para combatir a la ocupación, estáis aquí para aprender a luchar contra el desorden…. Si hacéis vuestro trabajo correctamente, tendréis un Estado”.

Así que a mí me parece que Estados Unidos, sacando a la ANP de sus problemas con Shurat HaDin está jugando a ser el “poli bueno”, frente al “poli malo” que es Israel. El mensaje está claro: una espada de Damocles se cierne sobre la ANP, preparada para clavarse en el mismo momento en que la organización palestina decida rechazar el carácter colaboracionista por uno de verdadera resistencia.

Esto no tiene que ver con la resistencia armada; Israel, por ejemplo, se niega a aceptar ni siquiera la perspectiva de ser encausado en la Corte Criminal Internacional, incluso aunque cualquier investigación de la ICC sacaría a relucir también los alegados crímenes de guerra de los grupos palestinos, tanto como los de las fuerzas israelíes.

La perspectiva de algún cambio drástico en la "sagrada" política de colaboración en materia de seguridad de la Autoridad Palestina se antoja, pues, remota.

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Asa Winstanley

Editor asociado con The Electronic Intifada, Asa Winstanley es un periodista de investigación que vive en Londres y que visita Palestina regularmente desde 2004

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