Los gobiernos de Marruecos han invertido esfuerzos y dinero en el sistema educativo en la lucha contra el analfabetismo y la pobreza, o al menos para paliar sus efectos perjudiciales en la sociedad. Sin embargo, los que ocurre dentro y fuera de los edificios educativos revelan la amplia brecha entre las políticas públicas y los niveles prometidos en los avances en la erradicación de ambas lacras sociales. El reino continúa en puestos muy bajos según las clasificaciones internacionales de educación, pues se sitúa en 102º de los 144 países evaluados en calidad de educación, tal como figura en el Informe Global de Competencia. Mientras tanto, a un nivel más profundo, la situación actual facilita la explotación de los pobres y los analfabetos como escudos en las luchas políticas.
A pesar de las incesantes medidas de reforma, planes y visiones estratégicas desde la década de los cincuenta, los reveses en las instituciones educativas pueden rastrearse desde cuatro fuentes. La primera es el idioma de instrucción. Además de la realidad bilingüe del país, con el árabe y el amazigh como lenguas oficiales en la Constitución de 2011, las escuelas presentan el francés en etapas muy tempranas y otros idiomas más adelante. La falta de una clara política lingüistica conduce al estudiante marroquí a terminar ni bilingüe ni multilingüe, sino más bien "no-lingüe", para usar el término del lingüista Abdelkader Fassi Fihri, que denuncia los mediocres grados y desempeños de lenguaje del país. Otro dilema agrava este hecho. Casi todas las ciencias se enseñan en francés en la educación superior, a pesar de que los estudiantes las estudian en árabe anteriormente. Por lo tanto, la incapacidad para hacer frente al cambio de idioma, o desafío, conduce, en ocasiones, al inevitable fracaso.
El segundo elemento es el de los valores de la escuela. Aunque algunos informes se lamentan de las crecientes tasas de delincuencia, el abuso de drogas, el SIDA y las trampas en los exámenes, los activistas seculares suelen acusar a las escuelas marroquíes de crear extremiso. Han tomado con frecuencia a la Educación Islámica como a una asignatura que promueve interpretaciones fundamentalistas de los textos religiosos. Como resultado, las horas y coeficientes de estudio de la asignatura se han reducido. Incluso el plan de estudios ha sido modificado varias veces, para añadir sal a la herida. De alguna manera, Marruecos es testigo de una especie de choque de civilizaciones en su política educativa que se manifiesta en los valores en conflicto que promueven los libros de texto. Esto, sin duda, contribuye a una crisis de identidad o discrepancia cultural a la que se someten un número considerable de los marroquíes, como observa el Informe de Situación Religiosa.
La tercera es la atmósfera degradante de las aulas. En línea con el punto anterior, el número de alumnos por clase se ha disparado sin precedentes este año. Hasta 60 alumnos están hacinados en aulas que normalmente sirven a un máximo de cuarenta. Esto se suma a la falta de infraestructura adecuada, especialmente durante el Plan de Emergencia (PE) que Ahmed Khchichen, el ministro de Educación y actual alcalde de Marrakech, implementó. El mencionado plan de emergencia es notorio por el fraude y el despilfarro de los fondos públicos, especialmente en los programas de formación nulos y las humildes instalaciones. El número insuficiente de aulas se ve agravado por los profesores insuficientes, muchos de los cuales se retiraron el año pasado.
El cuarto punto es los términos y condiciones de empleo de los maestros. Sus salarios se han estancado durante los últimos cinco años. Sus promociones han sido lentas. Los servicios médicos que su fondo nacional ofrece se han reducido. Mientras tanto, este año tendrán que pagar más impuestos para su fondo de retiro. El esfuerzo que hacen en el aula es inmenso, pero un ambiente tan desalentador no sólo crea violencia, sino también empaña la imagen de las escuelas. Cuando la sociedad menosprecia o desconfía de la escuela como institución, el resultado es el analfabetismo recalcitrante que más de un tercio de la población padece, incluidos los jóvenes.
Sin embargo, el analfabetismo, especialmente cuando coexiste con la pobreza, resulta ser más que un mero fenómeno social. Ciertos contextos, como el período previo a las elecciones, revelan las formas en que la corrupción y el despotismo se alimentan del analfabetismo político. Es común en las elecciones marroquíes que en áreas remotas se "compren" los votos del pueblo al por mayor, basándose en una mezcla de analfabetismo, corrupción y linaje de la tribu. Sin embargo, en la iniciativa del 7 de octubre, el analfabetismo es un golpe a los esfuerzos de democratización, sobre todo porque el Partido por la Autenticidad y Modernidad (PAM) y sus elementos de soporte dentro del Ministerio del Interior han hecho de él un trampolín para saltar lejos en la popularidad del Partido Justicia y Desarrollo (PJD).
El PAM pretende ser un partido progresista y modernista. La primera promesa hecha por Ilyas Elomari, secretario general del PAM, después de su nombramiento fue luchar contra los islamistas. Sin embargo, el PAM principalmente gana votos en el campo, donde el analfabetismo prospera, debido a los vínculos de este partido con algunos agentes del Ministerio del Interior que están familiarizados con las decimonónicas tácticas electorales.
Por otra parte, en una manifestación contra el PJD en Casablanca el 18 de septiembre, alrededor de 8.000 manifestantes corearon consignas y pancartas pidiendo la prohibición de la "Ikhwanisación" del Estado o de la sociedad. Aunque la marcha fue un intento de duplicar la contra-revolución egipcia que precedió al golpe militar en El Cairo, la mayoría de los participantes no podían explicar sus razones para protestar. Más significativamente, ninguno de ellos alcanzó a decir qué estado o la sociedad significaba en realidad "Ikhwanisaciónn". Para evitar la trampa, +que los carteles habían sido escritos por las "autoridades". Muchos dijeron que fueron llevados a Casablanca para protestar contra causas distintas a la islamización o para insultar a Abdelilah Benkirán, secretario general del PJD y actual Jefe de Gobierno. Se les contó otras historias, pero, sobre todo debido al analfabetismo, reaccionaron ante el truco oficial con indiferencia, una reacción habitual frente a la corrupción y la explotación, especialmente en el Marruecos pre-2011.
Para reformar esfuerzos que afecten las estructuras más profundas de la sociedad, priorizar el sector de la educación es ineludible. Esto debería ser fundamental en el trabajo del próximo gobierno, especialmente si el PJD lo lidera.