Pasando de un error peligroso a otro, el presidente palestino, Mahmoud Abbas, ha superado su nivel habitual de lo absurdo, se supone que habla y actúa a favor los derechos palestinos, mientras que capitula ante cada demanda israelí e internacional. Después de su participación en el funeral de Shimon Peres, en lo que, según el Times de Israel, había sido una decisión personal, Abbas procedió a dar un discurso en Belén en el que "la ocupación" se discutió de manera indiferente y, como de costumbre, despojado de la realidad de la colonización.
De acuerdo con un alto funcionario palestino no identificado, la asistencia de Abbas en el funeral fue una prueba de que "no hay un socio palestino que busca la paz, y Abbas se toma en serio la búsqueda de ella". Gritos de "traidor" se han escuchado; aparte de la brutalidad histórica asociada a Peres durante muchas décadas, la asistencia de Abbas muestra enorme indiferencia en referencia a la memoria palestina.
Mientras tanto, en su discurso en Belén durante la convención temática "Un retorno a las raíces", Abbas declaró: "No nos hacemos ilusiones de que la ocupación termine mañana. Sin embargo, pueden hacer lo que quieran, construir asentamientos lo que quieran; vamos a construir nuestra tierra y establecer nuestro futuro estado, con Jerusalén como su capital".
El olvido de sus propias acciones con la ANP (Autoridad Nacional Palestina) es claro en este punto. Aparte del hecho de que el territorio palestino continúa disminuyendo debido a la expansión colonial de asentamientos israelíes, Abbas ha olvidado la disposición vergonzosa exhibida de nuevo en 2010 por Saeb Erekat al renunciar a Jerusalén. Por lo menos debería ser obvio que, bajo el régimen de la ANP, el concepto de un estado palestino no llega ni a un nivel hipotético. La existencia de Palestina ha llegado a una situación precaria, donde el territorio está fragmentado y la memoria tiene que hacerse un hueco propio, alejado de la dinámica destructiva de la ANP, cuyas acciones retratan claramente la intención de olvidar como una prioridad, lo que sincroniza a Abbas con la comunidad internacional y su inclinación por el simbolismo inútil.
En efecto, el reconocimiento de sus absurdas retóricas llevó a Abbas a justificar los supuestos esfuerzos en nombre de la ANP para construir el "Estado palestino independiente y viable", cliché para convertirse en un miembro pleno de la ONU, como si una simple actualización pudiera cambiar el ramificaciones de colonialismo israelí en Palestina. No olvidemos que incluso la propia institución internacional se refiere a Israel como un estado en lugar de una estructura colonial.
Mientras Abbas fluctúa entre Israel y los estados pueriles, la pérdida se vuelve aun más tangible que un estado palestino. Es casi como si la cabeza de la ANP no tuviera ninguna visión más allá de la autoridad, de su estructura y propósito. Los palestinos se degradan en su no-existencia. Lo que comenzó como una invención sionista en los primeros años de la colonización, ahora se está incorporando a la política de Abbas. Sin embargo, el monopolio de la ANP en la representación palestina sigue siendo imprescindible para la comunidad internacional. Dada la disonancia entre la aniquilación y la lucha palestina, está claro que la diplomacia está obstruyendo la lucha anticolonial y de liberación. Al hablar de un país libre, mientras que consentir a cada exigencia israelí e internacional, Abbas no sólo ha traicionado a Palestina, sino también predeterminado, el destino de toda una población en contra de su voluntad, lo que hace que la resistencia colectiva y una opción necesaria.