Al cruzar desde Israel al territorio palestino ocupado de Cisjordania, el evidente contraste en los níveles de infraestructuras y económico es intenso. Viniendo de los rascacielos a pie de playa y las tiendas de moda de Tel Aviv, la vida en los campos de refugiados de Cisjordania no tiene nada que ver. La vida continúa aquí con asombrosa normalidad, si bien la conciencia de las profundas raíces de la ocupación se respira en el ambiente. Los palestinos que viven bajo la ocupación se ven obligados a familiarizarse con los rampantes abusos de derechos humanos de manos de los militares israelíes.
Un muro gris de enormes proporciones serpentea a través de la histórica ciudad palestina de Belén, separándola de los suburbios de Jerusalén. Denominado por los lugareños como el "muro del apartheid", sus paredes post-apocalípticas están decoradas con graffitis pidiendo libertad para Palestina y reconocimiento internacional. A un lado del muro se ubican calles limpias, cafés de estilo europeo y oportunidades -al tiempo que oculta la opresión, la pobreza y la incertidumbre respecto al futuro que hay en el otro lado. El conflicto árabe-israelí afecta incluso a las actividades más mundanas de la vida diaria aquí, y los palestinos experimentan esto de maneras no comparables con las del ciudadano medio israelí.
Para los residentes del campo de refugiados de Aida, cerca de Belén, esta contradicción se experimenta a diario. Los refugiados de Aida están, por desgracia, bien familiarizados con el abuso policial y la lucha política para hacerle frente. En una noche cualquiera, los militares a las órdenes del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, realizan incursiones en el campo, a menudo saqueando casas y deteniendo a civiles con acusaciones arbitrarias. Si bien esta práctica es claramente ilegal, los militares israelíes consideran esta costumbre tan rutinaria como racional.
Caminando por las calles de Jerusalén, diviso una camiseta que reza "Los ciudadanos de doble nacionalidad (estadounidense e israelí) con Trump". Es evidente que se trata de un fan de los muros, y la retórica de Trump de "nosotros contra ellos" ha conquistado aquí muchos hogares. Me pregunto si de alguna manera estoy avistando lo que puede ser el futuro de los Estados Unidos, con eslóganes para construir un gran muro y poner fin a la inmigración musulmana haciéndose cada vez más habituales. El apoyo incondicional al régimen israelí es algo que atraviesa las líneas partidistas en la política estadounidense contemporánea. En la reciente conferencia de la American Israeli Public Affairs Committee (AIPAC), los candidatos estadounidenses expresaron su apoyo sin restricciones a Israel y a tomar todas las medidas necesarias para garantizar su seguridad nacional. Por su parte, los lobistas de la AIPAC hacen todo lo posible para asegurar que los intereses militares israelíes se cumplen en la política estadounidense, y están haciendo un buen trabajo.
Ante la reciente decisión de Obama de proporcionar a Israel 38 mil millones de dólares en ayuda militar durante los próximos diez años, los estadounidenses están empezando a cuestionar por qué nuestro gobierno opta por el apoyo a ejércitos extranjeros en lugar de gastarlo en casa. Esta es la suma más grande jamás prometida por los Estados Unidos a un país extranjero, y demuestra que incluso nuestro presidente más progresista hasta la fecha apoya un gobierno que emplea violaciones de los derechos humanos como base política.
Para el pueblo palestino, la política exterior de Estados Unidos con respecto a Israel tiene un efecto directo y contundente en su vida diaria. ¿Podría ser que los Estados Unidos sean el causante de facto de que se implementen las políticas militares de Israel en Palestina? Es indudable que sin el apoyo estadounidense, las prácticas israelíes habituales en Palestina no se podrían sostener. Ambos candidatos presidenciales, Hillary Clinton y Donald Trump, han ejemplificado su apoyo incuestionable a las políticas de seguridad israelíes, con lo que los palestinos están aterrorizados por lo que está por venir. Según lo que suceda en noviembre, los Estados Unidos podrían tener pronto un "Muro del Apartheid" que puedan llamar propio.