El reciente informe de Amnistía Internacional sobre qué países están acogiendo a más número de refugiados resulta tan impactante como predecible. Lo más chocante del informe es la magnitud de la crisis y cómo unos pocos de entre los países más pobres están asumiendo la mayor parte de la carga. Lo predecible es cómo muchos de los países más ricos del planeta están evadiendo sus responsabilidades y evitando acoger refugiados.
Las estadísticas son elocuentes en este sentido: mientras Jordania alberga a más de 65.000 refugiados sirios (y a 2,5 millones de refugiados en total), el Reino Unido sólo hospeda a 8.000, mientras Estados Unidos se ha fijado el objetivo de aceptar como mucho a 10.000 refugiados.
Estas estadísticas son impactantes en sí mismas. Pero si tomamos en consideración el contexto del auge de discursos políticos rabiosamente anti-inmigración, algo que es evidente en Reino Unido, EE.UU. y en muchos países europeos, es cuando la auténtica profundidad de este despropósito se vuelve más clara.
Reacciones equivocadas
Gran Bretaña se ha disparado a sí misma en la pierna al votar por la salida de la Unión Europea, una elección basada en una campaña abiertamente nacionalista y anti-inmigración promovida por el UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido) y el ala más derechista del Partido Conservador. Estados Unidos ha visto el ascenso del monstruoso Donald Trump, que defiende absurdas opiniones racistas,- y que ahora está sufriendo numerosas deserciones por culpa de su campaña basada en sus agresivas inclinaciones sexuales, después de meses defendiendo otras actitudes discriminatorias-, mientras el panorama en Europa occidental no es mucho más alentador.
En Francia, es muy probable que las próximas elecciones estén dominadas por el sentimiento anti-inmigración, presentando al Frente Nacional de Marine Le Pen frente a algún candidato socialista inepto y -parece también probable- con el resurgir de Nicolas Sarkozy como abanderado de la prohibición del burka, más ocupado en imitar a la extrema derecha que en combatirla.
También en Holanda, una de las cunas del liberalismo europeo, las encuestas preelectorales muestran un claro dominio del neo-fascista Partido de la Libertad, liderado por Geert Wilders, que ofrece a sus votantes un programa que incluye la prohibición del Corán y el cierre de mezquitas. Y por supuesto, hay numerosos ejemplos de sentiminetos xenófobos similares por parte de gobiernos ya en el poder, especialmente en Europa del este.
Esto último incluye a Hungría, -cuyo primer ministro Viktor Orban rechaza las cuotas de refugiados de la UE y ha construído una nueva alambrada de espino en su frontera con Croacia- o a la República Checa y Eslovaquia, cuyos gobiernos comparten los mismos puntos de vista que Orban.
Esta hostilidad también se ve reflejada en la opinión pública. Según un informe del centro Pew de estudios sociológicos, en toda Europa el 49% de la población piensa que los refugiados de Siria e Irak son una amenza para sus países, un 59% relaciona a los refugiados con un posible aumento del terrorismo, y el 43% tiene una opinión negativa de los musulmanes.
Contra nuestros propios intereses nacionales
Obviamente, existe una amplia gama de argumentos que se pueden usar contra este generalizado sentimiento anti-inmigración. Un punto de partida sólido sería "desmontar" la retórica xenófoba. Un artículo publicado en The Independent en 2015 articulaba elocuentemente este punto resaltando las 10 ideas falsas sobre la inmigración al Reino Unido comúnmente aceptadas.
En resumen, estos diez puntos trataban de evidenciar la siguientes ideas clave:
- La inmigración no solo es necesaria, sino esencial para el crecimiento económico.
- Las pruebas demuestran que la afluencia de trabajo inmigrante a Reino Unido no ha supuesto un efecto de deterioro de los niveles de empleo o los salarios.
- La mayoría de los inmigrantes del Reino Unido residen legalmente en el país y están integrados, a través de su trabajo y el aprendizaje del inglés, por ejemplo.
- Hay muchos menos inmigrantes de lo que la gente suele pensar, y éstos están menos asociados a fenómenos sociales negativos que cómo se les suele representar.
Así que, en resumidas cuentas, la inmigración ha supuesto un revulsivo económico, cultural y social para el Reino Unido y el país sin inmigrantes simplemente sería un lugar más pobre.
Refugiados
Pero hay más aspectos en esta cuestión, especialmente cuando hablamos de refugiados. Ofrecer ayuda a las personas que la necestan no sólamente se trata de un imperativo moral evidente para los países ricos y estables , sino que también puede redundar en favor del interés de estos países.
Históricamente, los refugiados han contribuido enormemente al desarrollo de sus países de acogida, aportando nuevas herramientas, ideas y trabajo para su hogar adoptivo. Por ejemplo, cuando Canadá dio la bienvenida a 60.000 balseros provenientes del sudeste asiático durante las guerras de EE.UU. en Vietnam, Camboya y Laos.
Una década después, el 86% de los refugiados se encontraba trabajando, con salud, y hablando inglés a la perfección... Estaban menos acostumbrados a usar los servicios sociales y más a trabajar que la media canadiense. Uno de cada cinco tenía su propia empresa. No supusieron una carga para los contribuyentes -ellos mismos eran contribuyentes
Por otra parte, un estudio de la Tent Foundation sugiere que los refugiados jóvenes son incluso más beneficiosos para los países que los reciben:
Los refugiados más jóvenes son particularmente beneficiosos para las sociedades envejecidas, especialmente aquellos que contribuyen a rebajar la edad media de la población trabajadora... Ellos complementan a los trabajadores más mayores, les ayudan en labores de asistencia y pagan impuetos que ayudan a mantener el sistema de pensiones de los mayores, generando mayor inversión y crecimiento económico.
Por supuesto, siempre está la posibilidad de que, al dar la bienvenida a los refugiados en tu país natal, puedas estar hospedando a alguien como Albert Einstein, -que huyó de la Alemania nazi hacia los Estados Unidos- o a Thabo Mbeki, que huyó de Zimbaue hacia Sudáfrica y se convirtió en el sucesor de Nelson Mandela como presidente.
La gente con sensibilidad en los países ricos del mundo necesitan librarse de la propaganda anti-inmigración y exigir a sus gobiernos que hagan más por los refugiados, no sólo para ayudar a la gente que lo necesita, sino también para ayudarse a ellos mismo a largo plazo.