"Estados Unidos tiene la facultad de decretar la muerte de las naciones", escribió Stephen Kinzer en el Boston Globe.
El artículo de Kinzer fue titulado: "Los medios de comunicación están engañando a la opinión pública sobre Siria" En su artículo, el investigador de un Instituto de la Universidad de Brown esgrime que los medios de desinformación de su país sobre Siria están llevando a la clase de ignorancia que permite al gobierno estadounidense perseguir cualquier política, aunque sea imprudente, en el país árabe en guerra.
El gobierno de Estados Unidos puede "decretar la muerte de las naciones" con "el apoyo popular debido a que muchos estadounidenses - y muchos periodistas - se contentan con la historia oficial", escribió.
Kinzer, en principio, establece un punto fuerte. Su artículo, sin embargo, fue particularmente popular entre los que ven al gobierno sirio completamente inocente de cualquier culpabilidad en la guerra en curso, y que Irán y Rusia no cometen fallo alguno; mejor aún, su intervención en Siria está por completo moralmente guiada y es altruista.
Dicho esto, la afirmación de Kinzer con respecto a la peligrosa intromisión del gobierno de Estados Unidos en los asuntos de Siria, renovó la Guerra Fría con Rusia y mal define la misión militar en ese país, es todo cierto.
Ni los EE.UU., ni sus aliados occidentales ni los otros, están siguiendo las reglas de la guerra ni la adhesión a un noble conjunto particular de principios destinados a poner fin a la guerra más devastadora, en la que han sido asesinados más de 300.000 personas, que ha producido millones de desplazados y destruído la riqueza del país y su infraestructura.
Entonces, ¿cuál es la verdad sobre Siria?
En los últimos cinco años y medio, desde que un levantamiento regional se convirtiera en una rebelión armada – más tarde en una guerra civil, regional e internacional - "la verdad sobre Siria", ha sido segmentada en muchas "verdades" auto-adaptadas, cada una promovida por una de las partes en conflicto para ser la única realidad absoluta e indiscutible. Pero ya que hay muchas partes en el conflicto, las versiones de la "verdad" que se nos comunican a través de medios son abundantes, y a menudo, no verificables.
La única verdad sobre la que todas las partes parecen estar de acuerdo es que cientos de miles han muerto y Siria está hecha añicos. Pero, por supuesto, cada uno señala a la otra parte como culpable del genocidio en curso.
Una extrañamente refrescante, aunque perturbadora "verdad" fue expresada por Alon Ben-David en el rotativo israelí Jerusalem Post el año pasado.
El título de su artículo lo dice todo: "Puede no terminar nunca: La incómoda verdad sobre la guerra en Siria."
"Si la participación de Israel en la guerra en Siria puede resumirse en pocas palabras, estas serían: "Que nunca debería terminar", escribió Ben-David.
Nadie va a decir esto públicamente, pero la continuación de los combates en Siria, siempre y cuando haya una autoridad reconocida en Damasco, permite a Israel permanecer fuera del pantano y distanciarse de los enjambres de mosquitos que zumban sobre él.
Por supuesto, Israel nunca "se quedó fuera del pantano", pero eso es discusión aparte.
Aparte del lenguaje egocéntrico e indiferente, la "verdad" de Israel, según el escritor, se basa en dos premisas: la necesidad de una autoridad oficial en Damasco, y que la guerra debe continuar, al menos, hasta que el fuego queme todo el país, que es, de hecho, lo que está ocurriendo.
Los partidarios de Rusia, por supuesto, se niegan a aceptar el hecho de que Moscú también está luchando por el territorio y que es totalmente justo cuestionar la legalidad de las acciones de Rusia en el contexto de la rivalidad regional y global de Estados Unidos y Rusia, mientras que, al mismo tiempo, se intenta poner de relieve los propios motivos egoístas de Moscú.
Por otro lado, quienes piden una mayor potencia de fuego estadounidense, cometen un pecado aún mayor. No menos importante, desde la invasión de Irak en 2003, los EE.UU. no sólo han marcado con una cicatriz, sino que han devastad Oriente Medio - matando, hiriendo y desplazando a millones de civiles - y no tiene intención de preservar la integridad territorial de Siria o los derechos humanos de su pueblo.
El odio plausibles de ese grupo contra el régimen de Bashar al-Assad les ha hecho ignorar numerosos factores, incluyendo el hecho de que el único país de la región con el cual Washington está verdadera y plenamente comprometido en términos de seguridad es Israel, que ha recibido recientemente un generoso paquete de ayuda de 38 mil millones de dólares.
Teniendo en cuenta el razonamiento de Ben-David, no es de extrañar que los EE.UU. no tengan ninguna prisa en terminar la guerra en Siria, sino en prolongarla intencionalmente.
La "verdad" americana sobre Siria - reiterada por sus animadores europeos, por supuesto - se basa principalmente en la demonización de Rusia - nunca se trata de salvar vidas, ni siquiera - al menos no todavía -.
Para los EE.UU., la guerra en gran medida concierne a los intereses regionales estadounidenses. Después de sufrir grandes reveses militares y políticos en Oriente Medio, y teniendo en cuenta sus desgracias económicas en curso, las capacidades militares de Estados Unidos han sido en gran parte eclipsadas. Es ahora, más o menos, otro poderoso país occidental, pero ya no es el único dominante, capaz de "decretar la muerte de las naciones" por sí mismo.
Por lo tanto, cuando el secretario de Estado John Kerry pidió recientemente una investigación sobre los crímenes de guerra y bombardeos rusos en Siria, podemos estar seguros de que no fue sincero, y su apasionado llamamiento se adaptó a ganar sólo el capital político. Como era de esperar, sus acusaciones se repitieron predeciblemente por los franceses, los británicos y otros. Luego, poco después, se evaporaron en el aumentado, pero inútil discurso, en el que las palabras son sólo palabras, mientras la guerra lo muele todo por delante, infatigable.
¿Por qué es la “verdad” sobre Siria tan difícil de descifrar?
A pesar de la proliferación de plataformas masivas de propaganda, todavía hay muchos buenos periodistas que reconocen que, no importa cuál sea la propia opinión personal, los hechos deben ser explorados y que la presentación de informes y análisis honestos deberían formar parte de la creciente guerra de propaganda.
Sí, estos periodistas existen, pero luchan con muchos frentes abiertos. Uno de ellos es que gran parte de la bien financiada infraestructura de los medios de comunicación existentes es parte de la guerra de información en Oriente Medio. Y los buenos periodistas se ven forzados a, aunque de mala gana, a mantenerse a raya o quedarse fuera de la discusión por completo.
Pero el problema no es del todo el de los medios de manipulación de datos, vídeos e imágenes. La guerra en Siria ha polarizado el discurso como nunca antes, y la mayoría de los que invirtieron en ese conflicto se ven obligados a tomar partido, por lo tanto, a veces, se produce el abandono de cualquier razón o sentido común.
Es bastante triste que años después de que la guerra en Siria termine, y la última de las fosas comunes sea excavada y cubierta, muchas verdades desagradables se den a conocer. ¿Pero importaría eso, entonces?
Sólo recientemente, hemos descubierto que el Pentágono había gastado más de 500 millones de dólares en la fabricación de vídeos de propaganda de la guerra en Irak. El dinero se gastó en gran medida en el desarrollo de falsos vídeos de Al Qaeda. Como era de esperar, la mayor parte de los medios estadounidenses no informaron sobre esto en las noticias, o lo pasaron por alto rápidamente, como si la pieza más reveladora de la información de la invasión estadounidense de Irak - la cual desestabiliza Oriente Medio hasta hoy - fuera la menos relevante.
¿Qué terminaremos aprendiendo sobre Siria en el futuro? ¿Y hará alguna diferencia, aparte de un sentido de la satisfacción moral por los que han sostenido desde el principio que en la guerra en Siria nunca se trató de sirios?
La verdad sobre Siria es que, independientemente de cómo termine la guerra, Siria ha sido destruida y su futuro es sombrío y sangriento; y que, independientemente de los "ganadores" regionales y globales del conflicto, el pueblo sirio ya ha perdido.