Yemen ha sufrido miles de ataques por aire y la muerte de más de 10.000 personas en una guerra de 19 meses que también ha desatado el hambre en el país, ahora terriblemente pobre – pero su mayor desafío aún está por llegar.
El conflicto ha llevado a la división de facto de Yemen, creándose ejércitos rivales e instituciones tanto en el norte como en el sur. Todo esto podría significar el tener que dibujar de nuevo el mapa del Medio Oeste.
La tregua de tres días para permitir la entrada de más ayuda humanitaria y preparar una solución política se rompió la semana pasada, reflejando la incapacidad de llegar a acabar con la inamovible guerra.
Pero, detrás de los desacuerdos de los combatientes sobre cómo distribuir el poder, el futuro de Yemen como un Estado unido parece cada vez más improbable.
Tal posibilidad parecía remota cuando una coalición de estados árabes, liderada por Arabia Saudí, comenzó a lanzar ataques aéreos en marzo del 2015 para restaurar el poder del presidente Abd Rabbu Mansour Al-Hadi, expulsado en 2014 de la capital, Sanaa, por el movimiento aliado de Irán y los hutíes. Pero, ahora, la posibilidad de un Yemen unido parece impensable.
La llegada al poder de los hutíes en el norte ha provocado el resurgimiento del separatismo del sur, un movimiento que ve la fractura del poder del Estado como su momento para alzarse.
Al mismo tiempo, el sur y su mayor ciudad, Aden, sirven de base para el gobierno reconocido internacionalmente, el cual trata de recuperar el control del país, incluso si supone hacer una difícil alianza con los separatistas.
Yemen ya estuvo dividido anteriormente entre el estado pro-soviético, en el sur, y una república apoyada por tribus armadas en el norte. La proposición por parte del sur de separar el Estado en 1994 falló, y el norte restauró la unidad nacional mediante la fuerza.
Muchos ciudadanos del sur creen que ahora ha llegado su momento, tras dos décadas de lo que ven como su marginación dentro del Estado unificado y del saqueo de las reservas de aceite, la mayoría en el sur, por parte de los políticos y jeques corruptos del norte.
“La sangre de sus hijos”
Faisal al-Salmi, guerrero del sur, afirma que él y sus compañeros están dispuestos a morir con tal de vencer a los norteños.
“Nos hemos convertido en un estado independiente gracias a Dios y al liderazgo de la coalición árabe. Las tierras del sur han sido liberadas a costa de la sangre de sus hijos y se han desatado los lazos de unión, que sólo trajeron terrorismo, “amiguismo” y el saqueo de la riqueza de nuestro pueblo”, Salmi contó a Reuters. Ahora, ambos pueblos rara vez se atreven a cruzar las líneas que les dividen, repletas de minas, y las escarpadas montañas que separan a sus fuerzas de seguridad, que alzan diferentes banderas nacionales.
Pero una separación podría conllevar una gran inestabilidad en una de las rutas marítimas más transitadas del mundo, debido a la amenaza de una lucha por las reservas petrolíferas del sur, o por comenzar, como en 1994, los intentos por parte del norte de dominar el sur.
Por ahora, ambos lados parecen estar formando instituciones paralelas que podrían allanar el camino para un divorcio definitivo.
El gobierno afirma que se ha desplazado a Aden tras el exilio del presidente apoyado por Arabia Saudí en septiembre, mientras que los hutíes han formado su propio gobierno en Sanaa este mismo mes.
Buscando impedir el uso de los fondos estatales por parte de los hutíes para financiar a su ejército, Hadi ha ordenado al banco central desplazarse a Aden, lo cual perjudicará a los hutíes, pero pone en riesgo la estabilidad económica de Yemen, provocando incluso el hambre entre sus habitantes.
“Los hutíes saben que probablemente no recuperarán las tierras del sur, así que han reforzado sus bases bajo su propia administración, mientras que el gobierno quiere tener tantos instrumentos estatales bajo su control como sea posible para servir a sus intereses”, afirma Farea al-Muslimi, analista yemení.
“Pero estrategias como esta intensifican la desconfianza en ambos bandos y retrasan las negociaciones, que todo el mundo sabe que son la única manera de terminar con el conflicto”, añade.
Paradójicamente, ninguna de las administraciones rivales dice buscar la separación, sino que se ven a sí mismas como las herederas legítimas de un país unificado una vez termine la guerra.
Mientras que Hadi desea extender su poder hasta Sanaa, los comandantes del ejército responsables de organizar las fuerzas sureñas y de avanzar contra Al Qaeda y el Estado Islámico son guerrilleros veteranos, con ningún interés puesto en el norte.
A pesar del apoyo financiero y militar que reciben estas nuevas fuerzas del sur, los países con coaliciones claves para el conflicto, Arabia Saudí y Estados Unidos, tratan de evitar la separación del país.
“Somos conscientes de que cada uno tiene sus propios intereses en apoyarnos, ya que nuestro ejército es efectivo contra los hutíes”, un político sureño cuenta a Reuters bajo condición el anonimato.
“Les preocupa que una ruptura dentro de las fronteras de Yemen conlleve inestabilidad, pero sabemos que la separación es la única manera de conseguir una paz justa”.
Pero el experto hutí Mohammed Abdul Salam acusa a los Emiratos Árabes Unidos, influyentes en el sur, de animar al separatismo tan sólo para su beneficio y para lograr sus objetivos de guerra.
“Los gobernantes herederos de los Emiratos Árabes Unidos están descaradamente apoyando un plan separatista”, afirmó Abdul Salam este mes.
¿Es viable?
La coalición insiste en que su objetivo es devolver al país entero un gobierno nacional establecido en Sanaa, bajo el modelo de la administración internacionalmente reconocida de Hadi.
Si el norte o el sur podrían ser estados viables es una cuestión abierta.
Profundamente empobrecida y acosada por disputas tribales y ataques militares incluso antes de empezar la guerra, la economía de Yemen se hundió un 28% en 2015, de acuerdo a las estadísticas gubernamentales.
La derrota de unos militantes de Al Qaeda en su base de operaciones en el puerto de Mukalla en abril, respaldada por los Emiratos Árabes Unidos, levantó el ánimo entre el ejército del sur. Pero varios bombardeos continúan teniendo como objetivo sus bases armadas y sus líderes, y a su vez las trifulcas regionales y las disputas sobre la estrategia a seguir entre los líderes separatistas enturbian el camino hacia fin de la guerra.
Los hutíes, a pesar de tener una mayor influencia en la mayoría de los centros de población de Yemen, no controlan las regiones productoras de petróleo, cuya riqueza representa la mayor parte del presupuesto de Sanaa.
Expulsados de las reservas de divisas de Yemen por el desplazamiento del banco central a Aden, su versión propia de un banco central, creada en Saná, se enfrenta ahora a la difícil tarea de garantizar la importación de alimentos que eviten la hambruna entre sus millones de habitantes.
“La situación humanitaria es tan crítica que es necesario que haya una tregua inmediatamente para poder recibir ayuda, y también se necesita una solución política”,
“Sea un estado, dos, o lo cualquier otra cosa, los bandos enfrentados de Yemen necesitan un acuerdo para garantizar el futuro del país, o la única cosa que acabarán compartiendo serán tumbas”.