Algo está sucediendo en Jerusalén, y si Israel se las arregla, no pasar; la llamada musulmana a la oración - el adhaan - está bajo amenaza. El Estado que se basa en la limpieza étnica de la mayoría del pueblo indígena palestino está intentando conseguir la prohibición de la llamada a la oración, que fue probablemente escuchada por primera vez en Jerusalén en el año 637 d. C. Fue el año en el que el califa Umar Ibn Al-Khattab viajó a Palestina para aceptar la rendición de patriarca Sofrón, lo cual llevó a un final pacífico al cerco de seis meses en la Ciudad Sagrada.
El respeto requerido a personas de otras religiones fue ejemplificado por uno de los primeros actos del califa Umar al entrar en Jerusalén. Comprendió la sensibilidad que rodeaba a los lugares para el culto y el peligro potencial que suponía cambiar el status quo. Por lo tanto, declinó la invitación de Sofrón a orar en la Iglesia del Santo Sepulcro para que los musulmanes no lo convirtieran en una mezquita. En cambio, salió de la iglesia para realizar la oración del mediodía. Una mezquita construida más tarde en aquel lugar fue nombrada en su honor, y aún existe a día de hoy.
Esto contrasta claramente con el establecimiento de Israel en 1948, cuando 750.000 palestinos fueron expulsados de sus hogares a punta de pistola. Pueblos y ciudades fueron limpiados étnicamente y borrados de la faz de la tierra, y sus mezquitas fueron destruidas o convertidas en sinagogas o museos; al menos dos de ellas se convirtieron en cafeterías, y una de ellas en un establo.
Israel se estableció en Jerusalén Este en 1967, y una de las primeras acciones de Israel como potencia ocupante fue destruir el barro marroquí de Jerusalén Este, de 770 años de antigüedad, para mejorar el acceso al muro de Al-Buraq, que los judíos llaman el Muro Occidental, para así facilitar sus oraciones allí. Apenas un año después de emitir la Declaración de Balfour (1917), Reino Unido había rechazado los intentos de Chaim Weizmann de desalojar el barrio marroquí y establecer el Muro Occidental bajo la propiedad judía. Cincuenta años después, Israel no tuvo ningún reparo en arrasar con la mezquita de Shaikh Eid, que había estado en pie allí desde la época de Saladino.
Lugares de culto cristianos
Las iglesias continúan sufriendo ataques por parte de Israel. Benzi Gopstein, el líder del grupo judío de extrema derecha Lehava, expresó su apoyo a los incendios contra iglesias cristianas en 2015. También describió a los cristianos como "vampiros chupasangre" que deberían ser expulsados de Israel.
Los extremistas judíos han atacado iglesias en varias ocasiones en los llamados ataques "de precio". Hubo un particular aumento de estos ataques en el periodo previo a la visita del Papa Francisco a Tierra Santa en 2014. Un alto cargo católico recibió amenazas de muerte y un graffiti en hebreo apareció en la pared de Notre Dame de Jerusalén, la sede local de la Iglesia Católica Romana: "muerte a los musulmanes, a los cristianos, y a todos los que odian Israel".
A finales del mes pasado, la bandera israelí fue alzada en la entrada este de la Iglesia del Santo Sepulcro, enfureciendo a la comunidad cristiana y planteando serias preocupaciones acerca del compromiso de Israel de proteger los lugares cristianos. La Iglesia luchó durante dos años con su proveedor de agua, que amenazó con cortar el suministro debido a las facturas impagas, que se estableció en 2012. Hay que añadir esto a las restricciones de Israel a los visitantes cristianos en los lugares sagrados de Jerusalén, y a los cristianos de Gaza que visiten Jerusalén o Belén, y las dificultades que afrontan los cristianos palestinos se hacen claras.
Lugares de culto musulmanes
La situación de los lugares de culto musulmanes claves en la ocupada Palestina es aún más precaria que la de los cristianos. Cuando Jerusalén Este fue ocupado en 1967, la bandera de Israel ondeó durante un corto periodo de tiempo sobre el sitio más sagrado, la mezquita de Al-Aqsa. La mezquita fue incendiada en 1969, según informó un turista australiano. El daño causado incluyó la completa destrucción de un púlpito de 1.000 años de antigüedad.
Un acuerdo entre los israelíes y los custodios jordanos de los lugares sagrados, que cubre toda la zona en la que se encuentra la mezquita de Al-Aqsa, declaró que el waqf jordano administraría el complejo, y que los judíos podrían visitarlo, pero no rezar. El status quo ha resistido la prueba del tiempo, pero en los últimos años ha estado sometido a una gran presión, sobre todo desde la "visita" de Ariel Sharon al Noble Santuario de Al-Aqsa en el año 2000, la cual desencadenó la Segunda Intifada. La visita pareció dar a los extremistas judíos la luz verde para no sólo soñar con rezar en lo que llaman el "Monte del Templo", sino para el plan de construir un templo judío sobre él. Los planes incluyen la destrucción de la mezquita de Al-Aqsa y la mezquita de la Roca.
Los últimos años han sido testigo de un aumento en la frecuencia y la extensión de las incursiones de extremistas, en las que el uso del santuario por los fieles musulmanes está restringido. Esta práctica ha aumentado las tensiones y provocado el temor al cambio del status quo, llevando al gobierno de Jordania a actuar, retirando a su embajador de Tel Aviv a modo de protesta. Han estallado frecuentemente enfrentamientos entre las fuerzas seguridad israelíes y los palestinos devotos que protegen su mezquita. Las fuerzas de seguridad también han atacado a estos devotos, prohibiendo a algunos a entrar en el Noble Santuario o reteniendo sus carnets de identidad de Jerusalén, sin los cuales tendrán problemas con viajar dentro de su territorio. Tales prácticas han sido un factor importante que ha contribuido al levantamiento de ya un año llamado la "intifada del cuchillo", en el que algunos palestinos han atacado a las fuerzas de seguridad, y, en ocasiones, a ciudadanos israelíes,
Otra ciudad que ha sufrido ataques desproporcionados, probablemente debido a su significado religioso, es Al-Khalil (Hebrón). La ciudad es el hogar de 120.000 palestinos, cuyas vidas están controladas por el establecimiento de 700 colonos israelíes particularmente extremistas en el centro de la ciudad. Éstos están protegidos por cientos de soldados israelíes y por un sistema de zonas militares cerradas y puestos de control. La ciudad es el hogar de la mezquita de Ibrahim, que los judíos llaman la Cueva de los Patriarcas. La mezquita fue el escenario de un ataque terrorista en 1994, realizado por un americano-israelí judío llamado Baruch Goldstein, en el que murieron 29 devotos musulmanes mientras rezaban. Aunque el ataque homicida fue condenado por el gobierno de Israel, fue - y es - aplaudido por algunos israelíes, especialmente por los colonos de extrema derecha. La respuesta de Israel fue - perversamente - imponer aún mayores restricciones sobre los palestinos, y dividir físicamente la mezquita de Ibrahim, así como abrirla únicamente a los judíos 10 días al año, y otros 10 a los musulmanes.
Restringiendo la llamada a la oración
Las restricciones de Israel acerca del acceso a los lugares sagrados de Jerusalén y Hebrón han sido complementados hace poco con prohibiciones en cuanto a la llamada diaria a la oración. En Hebrón, esta práctica lleva realizándose ya varios años, incluyendo la restricción de la llamada 49 veces en enero de 2014, 52 veces en diciembre de 2015, y 83 veces el mes pasado.
Esta práctica parece estar extendiéndose a Jerusalén. Israel prohibió hace poco a tres mezquitas en Abu Dus realizar la llamada matinal. El abogado Bassam Bahr, líder de un comité local en Abu Dis, condenó la "prohibición injustificada", afirmando que "Israel ataca a los palestinos en todos los aspectos de sus vidas". Parece que la prohibición fue una respuesta a las quejas de los colonos ilegales cerca de Pisgat Zeev, que se quejaron al alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, acerca de la "contaminación acústica" que provenía de las mezquitas locales. Tanto Barkat como el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, están claramente dispuestos a aplicar la ley del "ruido insoportable" a la llamada a la oración.
El alcalde y el primer ministro conocen la importancia que tiene la llamada a la oración para la comunidad musulmana. Su plan de erradicarla del ambiente de Jerusalén para complacer a los colonos ilegales demuestra que ninguno tiene la sabiduría del califa Umar. Su plan no sólo ha enfurecido a los palestinos, sino que también ha perjudicado aún más a los intentos de crear un clima de paz; es claramente parte del intento de Israel de hacer judío a Jerusalén y de vaciar la Ciudad Sagrada de su herencia islámica y cristiana. La prohibición, de hecho, es sólo la punta del iceberg de la judaización sionista.
En cuanto a los colonos que se oponen a la llamada a la oración musulmana, hay una solución simple. Podrían abandonar las casas que han construido - ilegalmente - en tierras robadas a sus propietarios palestinos, y volver al lugar del que llegaron en Norteamérica o Europa, y vivir dentro de las fronteras reconocidas internacionalmente del estado cuya ciudadanía poseen. Esa sería la más moral de las soluciones, aunque es discutible que conozcan lo que significa moralidad.